Las vacaciones, Berlín y los mercadillos (Por Ana)

Como todo lo bueno, ha durado demasiado poco… se acabaron las vacaciones, poco a poco el sol abrasador va dejando paso a un
otoño que en este país se resiste siempre a aparecer y dice adiós demasiado pronto dejando paso al invierno, ese que unos odian y otros como yo agradecen desde el fondo de su interior abrigado con bufandas y guantes… Ahora toca recordar lo bueno, repasar las fotos (Inciso: debate el día que me reincorporé con mis compañeros frente a un café: ¿te gusta hacer fotos de tus viajes o es más recomendable ver la realidad sin un visor de por medio? Yo me traje 370 fotografías de Berlín, así que creo que queda clara mi postura) y es el momento de volver a ilusionarse tachando números en el calendario esperando las próximas… Es muy triste, mucho, que tengamos que luchar tanto y tan duro todos los días, madrugando, sufriendo por un trabajo que en muchos casos ni siquiera nos importa demasiado, haciendo horas como si fuésemos a heredar algo (por supuesto en la mayoría de las ocasiones sin que dichas horas sean ni pagadas ni agradecidas), que vivamos esperando esos pocos días que se nos conceden de felicidad, de tranquilidad, de encuentro con uno mismo… Os recomiendo ver este corto, que es genial y refleja claramente lo que estoy diciendo:
Dejemos un poco de lado esta argumentación un poco triste y recordemos lo bueno que hemos vivido.En mi caso, podría pasarme horas hablando de lo que he descubierto en Berlín, de cómo esa ciudad me fue atrapando tras un primer encuentro un poco accidentado, tras un primer vistazo sin demasiado feeling, sin esa chispa que se supone que surge cuando nace un gran amor. En mi caso, el enamoramiento surgió al segundo día de mi visita, cuando me di cuenta que esa ciudad gris y fría, en la que no paraba de llover y la gente iba con abrigos y botas, me ofrecía todo lo que podía darme, abría sus brazos para acogerme esperando que yo no fuera muy dura juzgando, sintiéndose culpable por sus culpas del pasado pero con un optimismo arrollador, mirando para delante y sabiendo que la mejor manera de reconciliarse con una mala historia es asumirla, dejar que siga presente como ejemplo para que nunca más se repita.

Me encantó pasear por sus calles y dejar que me impregnara el olor a comida de la multitud de puestos callejeros, tailandeses, turcos, sus famosos quioscos de currywrust… Esa ciudad está ligada al olor a comida (y ¡cómo comen estos alemanes!, se pasan la vida comprando en estos puestos). Es una ciudad para que los niños vivan y disfruten, llena de parques con columpios que nada tienen que ver con lo que tenemos aquí, todos de diseño práctico y divertido… En muchas tiendas, incluidas las de diseño de ropa, había un rinconcito para el niño, para su ropa y para que pudiera pintar o dibujar mientras los papás hacían sus compras. ¿Qué estamos haciendo mal en este país para que no se vean las imágenes que yo vi en esas calles repletas de padres que a las cinco iban a buscar a sus hijos al colegio? A las seis en los parques (los ratitos que dejaba de llover) se veía como los niños disfrutaban de mamá o papá, o de los dos juntos, jugando con ellos y viviendo de verdad…

En fin, que he vuelto enamorada, que me parece que es un lugar que merece la pena conocer. Sus rastrillos llenos de objetos antiguos, su ropa de segunda mano vendida al peso… Sentir todo el peso de esas prendas, las vidas por las que ha podido pasar…y cuando escribo esto me acuerdo de un rastrillo de Amsterdam (lugar también muy recomendable) en el que viví un momento de esos en lo que todo parece perfecto y te sientes reconciliada con la vida. Me estaba probando sombreros cuando se me acercó el señor que llevaba el puesto y me ofreció en su mal inglés uno de ellos… en mi peor inglés le di las gracias y cuando me lo iba a probar me dijo que ese sombrero estaba esperando por mi… sorprendida me lo probé y era cierto, me quedaba a la perfección de talla, de diseño, de todo… Mi chico, sorprendidísimo, y con mucho más inglés que yo, le preguntó por qué había sabido que ese era mi sombrero… La respuesta fue está (y lo curioso es que lo entendí sin necesidad de que mi chico me lo tradujera, debe ser que el lenguaje de los sentimientos funciona): “Cuando vendemos ropa de segunda mano sabemos que cada prenda corresponde a una persona o personas, puede pasar por distintas manos pero siempre tienen que ser las adecuadas. Yo he tenido durante años unos zapatos de los que las mujeres que pasaban por aquí se quedaban prendadas, se los probaban pero no, algo no funcionaba, o la talla no correspondía o no se veían, o no sabían cuando los iban a usar. Un día una anciana que paseaba del brazo de su nieta, se paró ante el puesto y al ver los zapatos se puso a llorar. Eran sus zapatos, los suyos, los que calzó para ir a fiestas y los que se quedaron en un armario cuando, durante la guerra, tuvo que huir con lo que llevaba puesto para que su condición de judía no supusiera su muerte inmediata. Siempre había recordado esos zapatos, comprado con mucho esfuerzo y ahorro y ahora se los encontraba en mi rastrillo. Se los regalé, por supuesto, eran suyos. A ella ya no le valían, tenía los píes demasiado hinchados, el paso del tiempo y los sufrimientos los habían deformado, pero su nieta se los calzó y como por arte de magia, todo encajó”. Como imaginaréis, me llevé el sombrero y pague mientras unas lagrimillas se me escapaban. Luego, con el cinismo del día a día, he pensado que puede ser que el hombre contara este cuento a todas las potenciales clientas para aumentar su venta, pero sinceramente, prefiero quedarme con ese momento, con lo que sentí, y pensar que es cierto, que sigue existiendo la magia…

Esto es lo que nos da viajar, vivencias, conocimiento de otros lejanos y cercanos a la vez, anécdotas… Volvamos a tachar días en el calendario para la llegada de nuestras próximas vacaciones y pensemos en un nuevo destino en el que la vida nos vuelva a abrir los ojos a vida… Os dejo una de las canciones inspiradas Berlín que Bowie escribió cuando vivía allí … otro loco enamorado de la ciudad…


13 respuestas a “Las vacaciones, Berlín y los mercadillos (Por Ana)

  1. Aquí otra enamorada de Berlín. He estado este verano y he flipado. Toda su historia está en sus calles… por las noches, en una librería que abría hasta las mil, veíamos un montón de libros de fotos de los desfiles del III Reich, de cómo quedó la ciudad después de la II Guerra Mundial, la RDA, la caída del muro… y habíamos estado allí durante todo el día.

    Es increible la capacidad de recuperación que tiene esa gente.

    Y lo de los zapatos… ya lo veo al final de Smoke en lugar de la historia de la abuela ciega y el nieto falso!

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  2. Te entiendo perfectamente Ender… yo tampoco podría vivir allí con ese clima… y porque creo que el alemán es un idioma infernal… pero es una ciudad para visitar muy a menudo… Pues sí, la historia de los zapatos es muy bonita y da lo mismo, lo importante es el mensaje que encierra…

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  3. A mi me gustó tanto que si no llega a ser por que odio el frío con cada átomo de mi ser, me voy a vivir allí.
    Hasta mi medio pomelo estaba de acuerdo en mudarnos.

    Nosotros estuvimos en un viaje relámpago y nos quedaron muchas cosas por ver, pero hemos prometido volver algún día y completar lo que nos queda.

    Lo que más me sorprendió de esa ciudad, como barcelonesa harta del ruido, fue el silencio, Dios, que maravilla…

    La historia de los zapatos es muy bonita, lo mismo da que sea inventada 😀

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  4. Gracias a todos por comentar… ¡ay, lo que daría ahora mismo por estar en un lejano país viviendo otras anécdotas, otras experiencias! Pero bueno, todo llegará…
    Olga, llevas razón, la historia de los zapatos es un poco Paul Auster, me alegro, me encanta que os haya gustado…

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  5. Berlín es una ciudad maravillosa. Hechiza.

    a mí también me ha gustado mucho la historia de los zapatos 🙂 preciosa…

    Qué imprescindibles son las vacaciones, y que importante es disfrutarlas todo lo que se pueda…

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  6. Pues anímate porque se prepara un trimestre final muy bueno: el puente del Pilar, la fiesta de todos los Santos (Lunes), el puente de la Almudena (para los Madrileños) y el sabroso Puente de la Constitución, y ya, en un pis pas, te has plantado en fechas navideñas. A pensar en el próximo viaje!

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  7. Ana, has conseguido trasladarme. Yo este verano me he enamorado de Londres (sí, aún no lo conocía). Después de mucho tiempo sin pisar el extranjero, la ciudad se me ha metido debajo de la piel. Ha sido un viaje emocional, como este tuyo. De esos que calan.

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