Descubriendo a mi padre (por Ana)

Publico este post el 19 de marzo, así que parece que lo que pega es que hable de padres e hijos, de sentimientos y de uniones… Pues nada, el público, siempre lleva razón, y a eso es a lo que vamos.

El problema es que no sé muy bien cómo hablar de mi padre sin que esto se convierta en una ñoñería lacrimógena. Lo primero que se me viene a la mente son las diferencias que existen entre los padres de hoy en día y los de mi generación. Los de ahora se implican, comparten con las madres, piden custodias, juegan con sus hijos… Mi padre es un señor padre de los de antes, como el de la mayoría de mis amigas, es decir, la persona que traía dinero a casa y jugaba el papel de autoridad absoluta. Recuerdo siempre a mi madre perseguirnos con la zapatilla en alto (ay, dios mío, ahora sería acusada de malos tratos a la primera de cambio) mientras gritaba dos cosas:

– ¡Como te pille te vas a enterar de lo vale un peine! (expresión que en la más tierna infancia costaba entender, porque, vamos a ver, lo que lleva en la mano es una vulgar zapatilla, qué tiene que ver en esta historia un peine).

– ¡Cuando venga tu padre se lo voy a contar y te vas a enterar! (Esta estaba bastante más clara… y además, la cuestión es que te enteraras).

Vamos, que mi padre era el que venía para imponer autoridad, castigar y regañar. Y hacia muy bien su papel. No le ha hecho falta pegarnos jamás, él se valía y se bastaba con una mirada aterradora que te convertía en un témpano de hielo. Que te estabas subiendo al sofá de la casa de tus tíos poniendo los pies encima: ¡toma mirada heladora! Que te pegabas con tus hermanas porque todas queriáis la misma Nancy, cuando había catorce en casa, una simple mirada y el silencio volvía a reinar. Y yo le estoy muy agradecida por esta educación, de verdad, creo que ha hecho una gran labor con las tres (aunque éste mal que yo lo diga) y por eso siempre defiendo que los padres, aparte de dar mucho amor, tienen que imponerse. El mío lo hacía y yo creo que ha sido muy bueno para nosotras.

Con este retrato inicial puede dar la imagen de que mi progenitor era un tío autoritario y lejano, y sí, lo era, pero le podían sus momentos de ternura. Él siempre ha sabido cuándo imponer su autoridad en los momentos que era necesario un toque de atención y cuándo comernos a besos, de esos besos de La Mancha que son como ametralladoras en tus mejillas. Mi padre era el que nos hacía masajitos en la tripa cuando teníamos un cólico y era mano de santo, oye, que se te iba el dolor de barriga en un plis, plas. Era, y es, el que presume de todos y cada uno de los logros de sus hijas ante los amigos (incluso a veces los exagera de mala manera) y el que te achucha a tus treinta y tanto delante de quien haga falta.

Pero mi padre, es, sobre todo, un trabajador incansable que lo ha dado todo por nosotras, y antes de por nosotras, por sus padres y hermanos. Es el niño de pueblo que a los 14 años se viene de botones a un hotel de Madrid, a los 16 se marcha de camarero a San Sebastián, el que en los veranos se va con sus padres a Francia a vendimiar y el que manda todo el dinero a su familia. Es el que se forma a sí mismo y crea su propia familia a la que nunca, nunca le va a faltar de nada, si acaso, su presencia. Yo no recuerdo haber ido nunca con él al circo o al cine. Mi padre trabajaba de noche y había semanas en las que no le veíamos el pelo. Pero todo lo que hacía, lo hacía por nosotras. Con el paso del tiempo he pensado muchas veces que se equivocó trabajando tanto y no compartiendo nuestra vida, dejando el día a día en manos de mi madre, pero es que esto lo evaluamos desde el día de hoy, no desde la mentalidad de hace treinta años. La mentalidad y la forma de actuar era otra y eso no se podía cambiar. Y con el paso del tiempo, él también se ha dado cuenta y parece estar intentando remediar el tiempo perdido a marchas forzadas.

Lo que más le valoro, mirando atrás y habiendo establecido unos nuevos lazos y una relación adulta con él, es lo que es, su esencia: ese señor educado por personas sin estudios y sin estudios él mismo, en un pueblo en el que dormía entre las burras y las vacas antes de levantarse a las cinco para ir al campo, que nunca tuvo un regalo de Reyes ni celebró un cumpleaños y se convirtió en este hombre que ahora es un hacha en matemáticas, que lee novelas y se apasiona por los crucigramas (todo ésto sin haber ido al colegio), y que sigue aprendiendo día a día. Él es la persona que sigue creciendo con nosotras, aprendiendo a ver y vivir el mundo como lo vemos y lo vivimos, un mundo que la mayoría de las veces escapa a su comprensión. El pobre, a sus 63 años no entiende la mitad de las decisiones que tomamos, pero las respeta y hace lo posible por apoyarnos… No le parece bien que la gente se separe con niños, pero cuando yo me voy a vivir con un hombre en esas circunstancias, a mí no me dice absolutamente nada (a mí madre creo que le puso la cabeza como un bombo), recibe a mi pareja como un hijo y a su hija la acepta y la mima. No entiende muchas conductas «modernas» pero mataría por el derecho a la libertad y a que cada uno haga lo quiera. Es leal, íntegro, fuerte como un roble en todos los sentidos. Ahora es un abuelo entregado al que se le cae la baba con su nieta y hace cosas con ellas que nunca hizo con nosotras. Él, como aquella de cuyo nombre no me quiero acordar, mata por los suyos… Pero sobre todo, y para siempre, es mi padre, y ya sólo por eso merece este pequeño homenaje.


14 respuestas a “Descubriendo a mi padre (por Ana)

  1. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y un saludo enorme a todos los padres que se nombran en los comentarios.

    Pablo: Muchísimas gracias, me alegro que te haya gustado, por mil motivos y por la encendida defensa que a menudo haces del protagonista 😉 Y totalmente de acuerdo con tu razonamiento.

    Isa: Tal vez que tu padre y el mío se parezcan tiene algo que ver con que nosotras conectemos, ¿no?

    Anónimo: vaya personaje nos ha tocado como padre y padrino ¿eh?

    Melisa: Pues yo no quería, me daba cosa, pero mi hermana la pequeña se lo leyó y parece ser que le gustó mucho… eso sí, lo quiere en papel, que a él esto de los ordenadores como que no…

    Mónica, Angelito, Julia: Me alegra que os haya gustado y que os hayáis sentido identificadas. Me siento un poco culpable por vuestras lágrimas, pero bueno, asumo que si son de emoción no son muy malas…

    Olga: Nada de pedir perdón, para mí es un honor que comentes mi post. Te deseo de corazón que tu padre se ponga bueno enseguida y siga siendo el tío más feliz del mundo… Y lloriquear de vez en cuando no está mal, incluso viene bien para el cutis 😉

    Anónimo: Muchas gracias y me alegro de que te haya gustado. Me ha encantado lo del huerto…

    Arantxa: Deseo que disfrutes de vueltas a la infancia más a menudo, eso está muy bien…

    Blog de madre: Pues aquí queda este tributo… Muchas gracias y un beso…

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  2. Añado alguna que otra lagrimilla a este cesto común…y también un pequeño tributo a mi padre, en sus dos versiones, el de mi niñez y el de mi presente. Dos personas totalmente diferentes viviendo en un cuerpo común; dos personas a las que adoro por igual, aunque a veces me desesperen.
    Muy buen post!

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  3. Precioso, y totalmente deacuerdo con otros comentarios: A mi también se me han saltado las lágrimas, porque has descrito a la perfección a los padres de muchas treintañeras como yo. Yo solo fui 2 veces al cine con mi padre, porque las maratonianas jornadas laborales, hacían que el domingo (los pocos que no trabajaba) en el cine se quedara dormido, asi que prefería llevarnos al rio, a conocer ciudades y monumentos, a comer al campo… Ahora que ya está jubilado es una persona féliz que solo quiere lo mejor para sus hijos (como siempre) y que disfruta cultivando su huerto y de la compañia de los suyos. Te quiero mucho papa.
    Maravilloso post. Enhorabuena!!

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  4. No puedo añadir mucho a lo que has escrito tú, Ana, ni a lo que se ha comentado. Has descrito perfectamente cómo han sido y son los padres de nuestra generación -el mío es algo más mayor, ¡también porque yo lo soy!- pero esa presencia escasa en casa, es la norma. En nuestro caso particular, además mi padre llegaba del trabajo y se sentaba a escribir sus cosas, y eso es algo que siempre se respetó en casa, sus momentos personales para sus papeles. Pero luego los fines de semana eran todos para nosotros. Y desde que se jubiló y se liberó de la galera -como se refiere al lugar donde trabajó casi toda su vida profesional-, todavía hay domingos que se levanta riendo porque ya no va a trabajar, y ha sido el tío más feliz del mundo. Perdona que me explaye usando tu espacio para hablar de mi padre, pero es que ahora que anda pachuchillo es una forma de hacerle un homenaje que gracias a ti puedo hacer de forma pública.

    Precioso post, escrito desde el alma, Ana. (Y ahora voy y lloriqueo).

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  5. Vaya Ana parece que has vivido mi vida, y al parecer la de muchos otros.

    Has descrito a mi padre, y me has hecho llorar.

    Precioso post. Un beso para ti y otro para mi papa, al tuyo seguro que ya se lo ha dado.

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  6. Si señor, una descripción de lo más sincera y real, además de ser el papá de mis primas es mi padrino, jajja.
    Besos Ana, me ha gustado un monton.

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  7. Los tiempos han cambiado mucho, para todos.

    Se habla mucho (y es lógico) de los cambios en la mujer en los últimos tiempos, cómo os las apañais para ser madres (según el modelo «madre 100% de las vuestras») y trabajadoras (al mismo nivel que vuestros compañeros hombres), a la vez, y todo en solo 24 horas al día. Pero creo que no se habla mucho de los cambios en los hombres, que también los ha habido.

    Los códigos han cambiado, y muchas veces se nos ha educado de una forma para luego encontrarte que lo que la sociedad ahora te pide es otra: también en nuestro caso has de ser el «proveedor» (como tu padre, el mío, el de tantos), pero luego has de tener presencia en casa, hacer labores del hogar… Ahora te encuentras un tío que pase de la casa, y te parece un neanderthal. Y no han pasado tantas generaciones…

    Yo soy padre separado, y un día mi madre me dijo que veo a mi hija infinitamente más de lo que mi padre nos veía a nosotros, estando en casa. Supongo que eso es lo que indica el cambio de los tiempos.

    Pero si una generación entiende a la de sus padres, y viceversa, como se ve en tu post, es que no estamos haciendo las cosas tan mal: ni ellos, ni nosotros.

    Precioso post.

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