La maldad que arrastró a Nora (por Isa)

Hell Girl – Jigoku Shoujo

Siempre me ha gustado el nombre de Nora. Es una de las opciones que más me seducen si alguna vez tengo una hija. Es corto, contundente y dulce a la vez, no muy manido… Nora es la protagonista de Casa de Muñecas, una obra de teatro noruega que me impactó en mis años mozos, porque habla de una mujer que busca su emancipación. También se llamaba Nora la niña de 16 años que murió de sobredosis en Mallorca hace cosa de un año, después de haberse visto envuelta en una red de drogas y prostitución infantil. Todo un infierno, del que en su día se habló bastante en los papeles pero del que ya no se acuerda nadie.

La historia es espeluznante. Ponerse en la piel de esa chiquilla e imaginar el calvario que debió sufrir mangoneada por depravados es demoledor. Vivió una pesadilla épica en su propio barrio, sin que sus padres fueran conscientes del laberinto en el que se había metido, sin que los vecinos que podían haber dado la voz de alerta hicieran nada. Nada.

Yo soy de las que piensa que en el mundo hay más gente buena que mala, pero cuando se te presentan este tipo de casos no queda más remedio que dudar… porque ¿hasta qué punto es bueno quien permanece impasible ante algo malo, quien no reacciona a las injusticias? Hay una frase de Edmund Burke que define perfectamente esto: «Para que la maldad florezca, sólo hace falta que la gente buena no haga nada.

La gente justifica la inacción con lo que sea y al final, de la cobardía y la mediocridad afloran razonamientos que dejan al aire la mezquindad del ser humano. En el caso de Nora, solo hay que ver los comentarios de algunos lectores a un artículo que habla sobre el tema: gente que dice que la niña no era tan niña y que se lo ha buscado, que esto pasa por legalizar el consumo de drogas, o aquello tan viejo y sin embargo tan vigente de que «la culpa es de los padres que las visten como putas». 

Las mujeres (en especial las jóvenes) seguimos siendo presas fáciles de depredadores despiadados: violadores, pederastas, proxenetas… un enjambre de insectos viles dispuestos a perpetuar la dominación machista. Y da miedo. Mucho. Pero el miedo no es la respuesta. Saber decir que no, saber pedir ayuda, conocer nuestros derechos y hacerlos valer, encontrar apoyo legal, social y familiar. Esa es la clave.

Un estado de bienestar sólido apoya a los padres con medidas de conciliación para que puedan educar y controlar a sus hijos y una educación social en valores estigmatiza y arrincona a los empresarios e usuarios de la prostitución infantil. Una chavala formada, segura de sí misma, con una autoestima cuidada, con una relación sana con sus progenitores que no se atribula por ir a ellos si se ve perdida, tiene menos posibilidades de caer en un pozo tan inmundo. Una sociedad que señala a los malhechores en lugar de culpabilizar a las víctimas dificulta que se salgan con la suya. 

Yo soy una bocas, y una pendenciera. De las que increpan al personal cuando detecta una injusticia, aunque sea liviana. Mi actitud de ‘abogada de causas perdidas’ me ha supuesto ya algún leñazo, alguna bronca, alguna reprimenda de vergüenza ajena… pero también algún apoyo inesperado. Puede que no consiga nada o puede que aporte mi pequeño granito de arena para que la maldad no florezca.


13 respuestas a “La maldad que arrastró a Nora (por Isa)

  1. Si es que vivimos en una sociedad en la que nos encanta quejarnos de todo en la barra de un bar o en petit comite, pero a la hora de la verdad, los que tanto piaban, agachan la cabeza cual avestruces y desaparecen. Cuando a mí me despidieron, entre otras cosas por protestar por las condiciones laborales que teniamos, hubo un par de compañeros que me dijeron que lo sentían por mí, pero sobre todo por los que se quedaban porque yo era la única que en reuniones y demás me atrevía a decir las verdades y a discrepar de jefes o de quién fuera… No sabía si reirme o partirles la cara… A propósito, siguen exactamente igual de puteados o más, pero ya llega un momento que creo que cada uno tiene lo que se merece, si no luchas por lo que crees justo, ¿qué te queda?

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  2. Yo también soy bastante bocas y pendenciera y muchas veces he sentido el miedo por no haberme callado, pero no pienso cambiar en esto, si un día me llevo una leche, pues me la llevo -estoy bastante en forma, creo que puedo correr bastante y a una velocidad aceptable 🙂

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  3. Hay dos patas: estos hijos del infierno que han hecho esto a esta chica y los que veían cosas raras en el parque y callaban.

    A los primeros, les deseo la peor de las suertes. Supongo que las penas han sido de risa. A los segundos, el peso de la conciencia.

    El Observador

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  4. Gracias, Pablo 🙂
    En este país hay unos cuantos miserables que son los que más ruido hacen, y un montón de gente estupenda que se perciben menos pero que están ahí. Y luego están los mansos: no son malos, pero no mueven un dedo contra ellos.

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  5. La frase de Burke me recuerda al célebre poema del pastor alemán Martín Niemöller:

    «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
    guardé silencio,
    porque yo no era comunista.

    Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
    guardé silencio,
    porque yo no era socialdemócrata.

    Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
    no protesté,
    porque yo no era sindicalista.

    Cuando vinieron a por los judíos,
    no pronuncié palabra,
    porque yo no era judío.

    Cuando finalmente vinieron a por mi,
    no había nadie más que pudiera protestar.»

    La pasividad, la quietud, la tibieza de la que hablaba Jesucristo permiten muchas veces que el mal y la injusticia prevalezcan.

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  6. Pues sí, Mi Álter Ego, espeluznante… y lo peor es que seguro que pudo haberse evitado, si los que lo vieron no hubieran mirado para otro lado. Eso es más triste todavía…
    ¡Un besazo, guapa!

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