Hoy echando un vistazo a twitter me he topado con un corte del programa de “Lo de Évole” a C.Tangana donde sin pelos en la lengua, como se debería hacer o al menos sin miedo a decir lo que se piensa, denunciaba la explotación laboral que sufrió cuando trabajaba en una cadena de comida rápida.

Sé que esto lo sabemos todas, pero me ha hecho hacer una sentadilla mental. ¿Os habéis parado a pensar la cantidad de mierdas que tenemos normalizadas? A mil niveles, desde situaciones laborales, precios de los alquileres, la sanidad… Vamos, el maravilloso día a día que acontece últimamente.

La cuestión es que la idea de normalizar según qué cosas nos parece tan normal, valga la redundancia. Bien sea por educación o por costumbre damos por buenas situaciones que en realidad dan ganas de echarse a llorar.

No es normal currar gratis (hacer horas extra y que computen cero es currar gratis), no es normal pedir cita a tu médico de cabecera y que lo cita más próxima sea en 15 días, que lo mismo te has muerto para entonces porque urgencias está saturada de narices que esa es otra, no es normal el machismo que asoma por cada poro de esta sociedad, no es normal que un litro de aceite valga 14 eurazos del ala, no es normal la matanza en Gaza… Como estas se me ocurren mil quinientas cosas.

Pero al final lo normalizamos, aunque nos cabreemos como monas, y lo demos todo en X, la red social antes conocida como Twitter. Cada vez que digo esto me acuerdo  de «el artista antes conocido como Prince». Esto solo lo entenderán los amantes de la música o quienes hayan leído el libro de ‘Canciones de Buen Rollo’… es que tengo que poner un toque de humor a este post para no caer en depresión profunda.

Puede que dentro de unos años comentemos: «Joder, qué fuerte… ¿Te acuerdas cuando en el curro nos explotaban y no pasaba nada?». Igual que ahora nos acordamos con estupor de frases como “Mi marido me pega lo normal”.

Ojalá tuviéramos las narices de alzar la voz tan alto como cuando lo hacemos detrás de un avatar, hacerlo públicamente, salir a la calle y gritar alto y dar por saco todo lo que podamos hasta que cambien las cosas, hasta que movamos al mundo. A idealista me ganan pocas, pero me da igual, sé a ciencia cierta que es la única manera. Sacar los ovarios ahí fuera y alzar la voz sin miedo.