El fútbol es todo un fenómeno social, le pese a quien le pese, como lo es la tremenda expectación que ha levantado la selección española en los últimos años y la consecuente exhibición de la bandera de España sin pudor alguno. Para empezar, resulta llamativo que personas como yo, que no soy aficionada al deporte rey, es más, que ni siquiera veo la tele, permaneciéramos ayer pegadas a la pantalla al borde de un ataque de nervios cada vez que los italianos disparaban a nuestra portería. No solo ayer, porque, en mi caso y en muchísimos otros, no ha sido el único partido de la Eurocopa que he visto.
Y es curioso lo que la selección española de fútbol ha conseguido desde el año 2008, cuando ganó su primera Eurocopa. Antes todo había sido sequía en esas lides deportivas, pues no pasábamos de cuartos de final, “la maldición de cuartos” la llamaban. Pero desde que nos hemos convertido en una potencia del balompié, primero europea, hace cuatro años, y luego mundial, en 2010, la bandera ha cobrado otro sentido. Y ayer era ya una locura colectiva, una borrachera, un delirio vestido de rojo y amarillo, en casas, bares, calles, plazas.
En casa de mis padres nunca ha habido una bandera de España, ni colgando de la terraza ni dentro, guardadita en un cajón. Nunca es nunca. Jamás he prestado atención a la bandera, ni la he sentido como algo mío. No me lo han inculcado, no lo he mamado. Es más, en mis años de rojerío, que los tuve, me causaba un franco rechazo. Porque la bandera era un símbolo del que se había apropiado la derecha, era su patrimonio. Porque si llevabas una bandera en el coche automáticamente eras un facha. Pero para los que tienen menos de 30 o de 25, las cosas han cambiado, felizmente. Hay barreras que van cayendo y me alegra.
Ahora, por obra y magia del fútbol, o más bien de este equipo, en un momento especialmente duro económicamente para el país, la bandera se nos antoja hasta bonita. Estos días se la hemos pintado a nuestros hijos en la cara. Otros la han llevado en el coche sin complejos. Yo no he llegado a colgarla de la ventana, porque no tengo ninguna, pero me hacia gracia pasear por mi barrio y verla en otras casas. A mi hija pequeña le encanta y me resultó divertido cuando hace unos días íbamos por una calle y las contaba. “Una España, y ahí otra España, y ahí otra más, mamá, son tres”. ¿Pero cuantas Españas (banderas) hay, Daniela?”, le pregunté. Y como la calle por la que caminábamos lucía unas fachadas maquilladas en rojo y amarillo me contestó “Muchas”. Pensé que de eso se trata, que hay muchas Españas dentro de una, distintas identidades, pero que de alguna forma cuando se viven acontecimientos como este la bandera nos une.
No soy nacionalista y no tengo problema en admitirlo. Como tampoco me da sonrojo escribir que ayer estaba encantada de que los míos hubieran conseguido el trofeo y que me pareció que la marea de banderas en el estadio y en las calles de muchas ciudades españolas era preciosa. En esta selección hay jugadores vascos y catalanes, uno de los cuales, Piqué, se hizo una fotografía con la senyera, la bandera catalana, envolviendo el trofeo que había conseguido como internacional de la selección española, gesto que a mi me gustó, pero que a otros no habrá hecho tanta gracia. Allá ellos. Gracias a este equipo y a esta victoria muchas personas han dormido esta noche contentas, o algo más despreocupadas. Yo también y en los tiempos que corren no es baladí. Ya nos despertará la cruda realidad. Hoy, 2 de julio, toca disfrutar el momento.
La verdad es que es una pena que se haya ensalzado tanto la bandera como símbolo franquista que ahora dé hasta vergüenza ser patriota o llevar una bandera. Besos.
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También me considero informada y crítica, pero el domingo pasado no era para amargarse con la prima, los eurobonos y todo lo demás. La fiesta es divertida, la lucha no.
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Creo me uno y me movilizo para las pequeñas cosas, al menos en una de «mis» causas sabes de que tema hablo. Habría que «partirse la cara» por muchas cosas y no lo hacemos. Y no creo que sea por comodidad, más bien es temor. O que somos unos estoicos. Un beso
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Eso de verlo sin verlo me ha hecho mucha gracia, gran parte de la población femenina lo hace. El caso es pasarlo bien. 🙂
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Ojala estuviéramos así de unidos para otras cosas, para las importantes…de otra forma nos iría.
En cualquier caso, me sumé a la fiesta y al disfrute del triunfo, como no.
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El futbol en si me da bastante pereza, si juega la selección menos, eso sí.
Ver el futbol no es algo que salga de mi. Lo que más me gusta es quedar con gente y verlo sin verlo.
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A mí me gusta el fútbol y, fíjate, quizá lo que menos emoción me produzca (menos, que no quiere decir que no me produzca mucha) es la selección. No es ningún rollo nacionalista ni nada por el estilo, es que disfruto mucho más cuando gana mi equipo. Aún así, lo he celebrado, lo he disfrutado, lo he vivido a tope… Y me creo una persona concienciada, informada y con criterio. Esta alegría no quiere decir que no me acuerde que estoy en paro o que la prima de riesgo está por los aires, quiere decir que estamos vivos y no podemos estar eternamente enfadados y amargados… Quiero disfrutar cada minuto de mi vida, y esto es un espectáculo para eso, para disfrutar.
En cuanto a que la gente debería lanzarse a las calles también por otros asuntos, totalmente de acuerdo, pero no es tan fácil jugarse el puesto de trabajo y luchar que salir a pasarlo bien. No está bien, pero es así…
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Sabía que en tu país el beisbol era el deporte rey. Pero eso de que “le vayas” a cualquier equipo que no sea España es preocupante, aquí tienes unos cuantos amigos, al fin y al cabo. Besos desde el otro lado del charco.
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El país no respira, la crisis no da tregua. Hoy es miércoles noche y la resaca futbolera se ha extinguido. Ya está aquí la cruda realidad. En cuanto a las becas no te adelantes, quizás las de comedor en la comunidad de Madrid no estén abocadas a la extinción. El paro ha bajado el último mes. Hoy no quiero pensar mucho, ya me ves. Un beso súper Mami.
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La efervescencia del triunfo se agota pronto. Y lo cierto es que a la gente le resulta más fácil unirse a la fiesta que reivindicar o exigir lo que es justo. Porque esto último supone un mayor esfuerzo y lo primero es fácil y simple.
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España “equipo” se los tiene bien ganado, aunque admito le voy a cualquier equipo que no sea España, es algo mío, porque tampoco soy aficionada y ver el futbol es algo que me marea. Aunque en casos como la Eurocopa es casi imposible empaparse y llenarse de expectativas.
En Venezuela hay futbol pero nunca ha sido tan alabado y apoyado como el Beisbol deporte que me ha hecho desvelar, reír, enfadar y llegar a tal punto de casi llorar…
E imagino que es lo que nos da el deporte no siempre se puede gana, mas nos hace despegar del suelo por momentos. Nos une eso sí, va más allá de fronteras, abrazos por aquí abrazos por allá, una celebración que podría decir mejor que la de fin de año, sin protocolo.
Acá se cuelan banderas, camisetas estampadas, y cualquier detalle que pudiese identificar que representan a España, no hablo por mí pero conozco muchas personas que viene dicho país, y para estos, es de orgullo, una forma de expresión a sacar lo bueno de sí, como diría yo una refrescadita de buenos tiempo, no es futbol es ESPAÑA.
Ojalá hayan más triunfos fuera de una cancha de futbol.
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Pues ya sabes que soy poco futbolera y desde el Mundial veo estos partidos. Y me encanta la fiesta que se ha montado, la alegría, la algarabía, pero la crisis tiene ahogado al país. El próximo curso parece que no habrá becas de libros ni de comedor. Y muchas más cosas. Así que la cruda realidad esta aqui. Mami full time.
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A mí no me gusta el fútbol… nunca me ha gustado, es más siempre le he tenido bastante tirria a un evento deportivo que se convierte en un acontecimiento social trascendente, restandole tiempo e importancia a los temas reales. (Ya he escrito aquí sobre ello).
Dicho lo cual, desde hace unos años disfruto cn placer de la tensión de los éxitos de la selección española y lo celebro con orgullo -como cuando Nadal hace cualquiera de sus proezas-.
Me parece genial que la gente goce de momentos de euforia en tiempos duros como los que vivimos, pero me gustaría que agotada la efervescencia que genera la victoria, mostraran el mismo furor para reclamar sus derechos… y no me considero ni aguafiestas ni antipatriota por pensar así: si se está para las risas y as fiestas, también hay que estar para la reivindicación y la lucha.
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