Son cuatro días (por Isa)

Abrió los ojos alertada por la alarma del móvil, ese aparatejo que se había convertido en un jefe tirano, en un amante insaciable y celoso, en una amiga necesitada… y marcaba sus tiempos, controlaba sus días, empezando por lo primero: el despertar. Tenía la garganta seca y doliente, y un punzante dolor en las sienes. «Nada que no se arregle con una buena dosis de ibuprofeno», pensó.

La ducha caliente reanimó su sistema nervioso y la espabiló un poco más, el café terminó de despertarla del todo. Sólo 15 minutos después su vida se había convertido en una carrera de obstáculos a contrareloj. Para cuando alcanza el andén, sudada como si esa ducha reciente nunca hubiera tenido lugar, agradece la brisa enérgica que levanta el metro al alejarse a toda velocidad. «Madrugar, maldecir, escapar, sonreír, gritar: No puedo más«. Siempre recordaba esa canción en momentos así.
Se sienta en un banco a esperar al siguiente tren, y saca su pequeña bolsa de maquillaje de diario. No le ha dado tiempo a pintarse en casa. La llegada del metro la sorprende en pleno proceso de extensión del rimmel, que se le cae de las manos y rueda raudo hasta colarse por la ranura de la vía. El resto de los pasajeros también siguen con los ojos la trayectoria del tubito dorado. «En fin, es lunes. ¿qué se puede esperar?», suspira.
No hace frío a pesar de estar ya en otoño, pero en la amplia avenida que atraviesa de camino a la oficina siempre sopla un vientecillo destemplante. Le sigue doliendo la garganta. El analgésico debe estar perdiendo eficacia en ella por el uso frecuente. Como siempre, la cabeza gacha mientras camina consultando ágil su teléfono. «Menos mal que el viernes es fiesta y esta semana es más corta», teclea, y no lo ve. No ve al coche que la embiste sin poder evitarlo, sin conseguir frenar a tiempo recién salido de la autopista. No logra acabar la frase: «Son cuatro días».

18 respuestas a “Son cuatro días (por Isa)

  1. ¡Ay Ana! Sí que estamos de acuerdo, claro… Y tienes toda la razón. De ti he aprendido que hasta en las circunstancias más adversas, con voluntad, se puede ser feliz estos cuatro días que tenemos.
    Estar cerca de ti me hace querer más mi vida y lo que tengo a mi alrededor. Me haces mejor persona. Gracias.

    Me gusta

  2. Yo tb conozco algún caso similar… De eso va la historia. No hay que obsesionarse con la muerte pero sí que viene bien recordar de vez en cuando que esto dura poco y que hay que aprovecharlo mientras si pueda 🙂

    Me gusta

  3. No he comentado antes porque no sabía muy bien qué decir… tú me entiendes… es un tema que últimamente me ha pegado de frente, el darte cuenta de que la vida te puede cambiar en milésimas de segundo, que te puede partir por la mitad con un hecho, una palabra, dejar de ser la que era y convertirse en otra realidad… e incluso dejar de ser, simple y llanamente…
    Es una cuestión que tú y yo tenemos muy hablada y, como en tantas otras, estamos totalmente de acuerdo: hay que disfrutar del momento, del segundo, no obsesionarse con el futuro porque no sabemos lo que nos depara, ni dejarnos llevar por la melancolía del pasado, lo único real es el ahora y este momento…
    La vida, efectivamente, son cuatro días, y de nosotros, y solo de nosotros, depende cómo los vivamos…

    Me gusta

  4. Hace años una compañera de trabajo de mi hermano no volvió después de comer a la oficina. Tuvo un accidente con la moto. Me ha recordado todo aquello. De cuajo una chica joven muerta. No lo esperaba, pobre, pero se encontró con la muerte.
    Nunca lo pensamos realmente, supongo que es un tabú hablar de la muerte en nuestra cultura. Y sufrimos, en ocasiones estérilmente, porque no vemos que la vida es corta.

    Me gusta

  5. Qué bien has expresado el corre corre de cada mañana. Me gusta que la semana laborar pierda un día a favor del descanso, por mucho que tenga que correr un poco más para llegar a todo con un día menos 😉
    beso!

    Me gusta

Deja un comentario