Cuando la vida te da limones… (por Ana)

 Cuando la vida te da limones… haz limonada… Cuántas veces había podido escuchar Luisa esa frase articulada con esta metáfora o con cualquier otro tipo de expresión como “la vida es así” “hay que tomarse las cosas como vienen” “vive el día a día y deja pasar el tiempo”

Pues no, ea, que hoy no le da la gana de seguir las consignas establecidas por vete tú a saber qué entidad superior que ha puesto estos pensamientos y palabras en lo más profundo del ser humano… La maldita resignación cristiana que tanto mal hace a la sociedad… resignación y culpabilidad, eso es lo que nos han inoculado en las venas desde que éramos tiernos infantes que nos comíamos el bote de Nocilla con los dedos sin ningún tipo de remordimiento… Resignación desde que queríamos un scalestrix y lo pedíamos por Reyes y siempre aparecían los famosos calcetines y las camisetas interiores junto a alguna muñeca cursi, dispuestos junto a los zapatos y el plato y la copa vacía que los muy tragones de magos y sus camellos se habían engullido después de destrozar tu ilusión…

Y si eres mujer, como Luisa, según ibas creciendo te ibas dando cuenta de la presión que los tiempos que te habían tocado vivir ejercían sobre ti. Tus abuelos (sobre todo tus abuelas y tías mayores) esperaban verte “bien” casada y con niños. Tus padres se mataban por darte una educación (sobre todo tu madre, para que no vivieras como ella y fueras una persona independiente y autónoma) Los profesionales que te entrevistaban para un futuro trabajo te preguntaban si pensabas tener hijos (a uno, Luisa le preguntó directamente que si era una proposición, harta de responder que no o que era un tema personal o cualquier otra respuesta que nunca era la acertada)

Finalmente alguien decidió que lo de los niños no tenía mayor importancia y la contrató. Y ahí empezó a comprender lo difícil del mundo laboral. Peores sueldos que los hombres, ascensos más limitados y mujeres, supuestas compañeras, que se hacen la vida imposible entre ellas, unas por exceso y otras por defecto. Aquella compañera que tuvo en una redacción y que bajo la amenaza de la dirección de la empresa de no prosperar en su carrera, rechazo su derecho a la hora de lactancia, dejando a las que sí lo querían asumir, con el culo al aire… como si la empresa fuera suya, como si otras mujeres (y hombres) no hubieran luchado nunca por sus derechos, esos que ella ahora estaba pisoteando en lugar de denunciar, exigir… O aquella otra que trabajó con ella en una productora de televisión. Tenía dos hijos la susodicha y por ello, automáticamente, cobrando lo mismo y haciendo el mismo trabajo, llegaba media hora tarde y salía media hora antes, porque sí, porque ella lo valía, dejándola a ella con todo el trabajo que quedaba… que una cosa es salir corriendo porque a un crío le ha dado fiebre (cosa comprensible para cualquier humano) y otra, utilizar a los niños como coartada para trabajar menos e irse a la peluquería…

En fin, que a todo eso se une la vida personal, el conseguir una pareja que comparta y no esté buscando una nueva madre que le cuide (gracias al cielo, cada vez es más fácil encontrar hombres de la primera categoría) Los problemas, las responsabilidades de una vida adulta, el fontanero que te tima, el de Movistar que te deja plantada mientras espera que te ponga el adsl, los médicos, los achaques de los que tienes al lado, el dinero que no llega para nada…

Hasta que un día, cada una de las pequeñas (o grandes cosas) que a Luisa le van ocurriendo, desbordan el vaso, consiguen acabar con su paciencia, le provocan un malestar físico y un agotamiento difícil de llevar, un estado anímico cercano al de Michael Douglas en “Un día de furia”… Pero ella es pacífica, o eso quiere pensar, y no se trata de salir a la calle con una recortada (aunque en ocasiones se le pasa por la mente) Pero está harta de hacer limonada, ella quiere naranjas, o lo que sea lo equivalente a limones en bueno (es como lo de la una de cal y otra de arena, nunca ha sabido cuál es la buena y cuál la mala)

Así que decide que lo deja todo, pero todo, todo, que no aguanta más… Se pone su mejor vestido, se arregla como si fuera a comerse el mundo y se marcha dando un portazo con la única compañía de su Tablet (otra presión, estar al tanto de tecnología, vivir en las redes sociales, cómo si no fuera suficiente la vida real, encima hay que inventarse la virtual)

Son las diez la mañana, no ha ido al curro, ayer mintió por primera vez en su vidavdiciendo que tenía una revisión médica de suma importancia (nadie le preguntó qué le pasaba, solo torcieron el morro pensando en la de curro que se iba a quedar sin hacer) Pero ella no podía más, necesitaba un respiro…

Decide que se merece el desayuno que nunca toma porque siempre está a dieta (hay que estar fantástica, otra de las labores de las super women de hoy en día) Se zampa todo lo que le ponen delante con la gula e ilusión de un niño delante de un escaparate de pasteles… Se va de compras para ella y solo para ella, nada de mirar pantalones para la pareja, nada de mirar calzoncillos ni pensar que el vestido monísimo que se está probando no le hace ninguna falta… Hoy es su día y ha decidido dejarlo todo, pareja, trabajo, conciencia, sentido común…

Come maravillosamente, en ese restaurante de moda al que no van porque la crisis impide ya hacer ese tipo de cosas… Abre su Tablet y empieza a buscar alojamientos en el campo, en una isla perdida… Mira y mira, descubre paraísos, encuentra casas perfectas para perderse y no aparecer nunca más…

Suspira hondo, nota que en ese momento es feliz… está relajada, tranquila… Mira las bolsas y sabe que mañana pasará a devolver todo aquello que no le es necesario… Su whatsapp suena, un mensaje del hombre que duerme cada día a su lado. Mira la foto del perfil de aquel que ella mismo eligió y que, por muchos problemas que le ocasione, sigue compensando todo con lo maravilloso que es, con cómo se preocupa por ella, con lo que la quiere y se lo demuestra… Mira la hora y sabe que ahora mismo estarán emitiendo el programa en el que ella trabaja, con el reportaje tan divertido que hizo en esa tienda de enseres para bebés, qué bien le cayó la dueña, una arquitecta que había dejado todo para seguir su sueño… Si ella se atreviera a seguir el suyo, si pudiera dedicarse a aquello que realmente le gusta… ¿y por qué no? Ahora mismo lo ve todo claro y cristalino…

El camarero pasa cerca de su mesa… mientras piensa que tiene que volver pronto a casa para hacerle una cena especial a su amor… las casas rurales y los paraísos ahora se materializan en la visión de su salón con una mesa preparada con velas y mucho cariño… Levanta el brazo, el camarero se acerca… Y ella se siente bien, renovada con solo un rato de soledad, de pensar que puede cambiar su mundo ha cambiado su actitud por completo… Y pide un gin tonic… porque si la vida le da limones, ella los quiere utilizar con una buena ginebra…


5 respuestas a “Cuando la vida te da limones… (por Ana)

  1. Súper de acuerdo con lo que ha apuntado Isa respecto a la coherencia y la importancia que tiene en la felicidad, una pena que a veces las obligaciones, el dinero e incluso el qué dirán nos hagan ser incoherentes en contra de nuestra propia voluntad, beneficio y felicidad… Si la vida te da limones, ponles un poco de azúcar, tu limonada sabrá mejor.

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  2. Magnífico resumen! Yo hace tiempo que procuro no hacer lo que se espera de mi… y a veces me siento sola, pero estoy feliz. Mi compi de piso es lo mejor que tengo y me acompaña en mi rebeldía.

    Muy bueno el post, gracias!

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  3. Ay, qué ganas me han dado de mandar todo a tomar por saco por un día y dedicarme a mí… En esta sociedad parece que está mal visto reconocer que uno tiene límites y, a veces, no se puede con todo. Un besote.

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  4. Me considero una persona inconformista. La resignación no va conmigo, no soy capaz de perpetuar una situación que me desagrada solo porque es 'lo que toca'. Hay gente de fácil conformar, que es feliz con lo que le llega, lo que les simplifica mucho su existencia. En cierto modo les envidio. Pero cada uno es como es.
    La clave de la felicidad es ser consecuente, la coherencia con lo que uno piensa o quiere, y no con lo que le dicta el prójimo. El qué dirán sigue siendo muy poderoso hoy en día, pero a veces merece la pena echarle un par de limones y pegar un giro en el 'natural' curso de los acontecimientos.

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  5. Si eres mujer la sociedad espera que tengas hijos. Si tienes uno te preguntan por el segundo, si tienes dos por el tercero -sobre todo si son dos niños, con las niñas no hay tanto presión por el varoncito, pero conozco a mamás de dos que me dicen «si supiera que venía niña tenía el tercero»…-

    Como decías tú en un comentario a un post mío, a las mujeres siempre nos están tutelando. Y además hay un prejuicio muy extendido por el cual la pareja o matrimonio sin hijos es como un «jardín sin flores»… ¿las parejas sin hijos se quieren menos? ¿todas las parejas con hijos se quieren? Me hago estas preguntas de una simpleza absoluta porque es lo que mucha gente tiene en su cabeza.

    Y nada, voy a dejar de decirles a mis hermanas (no son madres, aunque la pequeña es muy jovencita y a ella no se lo comento) que quiero un sobrinito…

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