Accidente (por Ana)

Como sabéis los que me seguís en este blog, no suelo escribir demasiado sobre actualidad. No es deliberado, simplemente hace tiempo que decidí construir mi propio mundo y hablar y dedicar mi tiempo a lo que a mí me diera la gana, no a lo que los demás decidían que debía hacerlo. Eso no quiere decir que no esté al tanto de las noticias, la política, el deporte, la última ganadora de Gran Hermano (sí, de todo hay que saber, como decía aquel, a los castillos subí, a las cabañas bajé…), simplemente, creo que hay que hablar menos y actuar más. Estoy un poco harta de charlas y grandes aspavientos delante de una caña y un café y de ver como esas mismas personas luego esconden el ala. Hay que canalizar la energía y pasarla a la acción. Pero hay sucesos que de repente me tocan y me dejan paralizada, horrorizada durante días, semanas… Y esta semana me he sentido así con el, por desgracia, famoso accidente de avión que se ha cobrado la vida de tantas personas.

Hay varios factores que me han hecho pensar mucho y llegar siempre a la misma conclusión: estamos jodidos, lo mires por donde lo mires.

El accidente en sí: Es horrible que un grupo de personas tome un avión en un lugar pensando llegar a otro y muera a medio camino. Tantas historias, tantas ilusiones, tantas vidas… los que volvían alegres de sus vacaciones, los que iban a ellas, los que iban a visitar a sus padres, a sus hijos, los que acababan de tener un bebé, los que iban a tenerlo en breve, los adolescentes llenos de vida. Una auténtica tragedia personal para todas y cada una de las familias que lo han vivido. Y una semi tragedia para los que lo observamos al margen porque nos pone en nuestro sitio, nos deja claro que nuestra vida es efímera, que en cualquier momento cualquier accidente o enfermedad puede acabar con nuestra existencia o, casi peor, o por lo menos eso pienso, de aquellos a los que amamos más que a nosotros mismos. En estos casos, aunque suene repetitivo y tópico, hay que acordarse más que nunca del Carpe Diem, de que hay que exprimir la vida segundo a segundo.

La acción que llevó a todo este drama, la acción del copiloto. ¿Cómo pueden ocurrir estas cosas, cómo nadie detector nada, cómo fallan los controles médicos, la burocracia que no permite saber a una empresa que un empleado que tiene en sus manos vidas humanas está de baja por un problema mental? Pues bien, podíamos darle la vuelta a todas estas preguntas y aplicar la teoría que una amiga mía plantea a menudo, ¿y por qué no? Las cosas, todas, funcionan porque alguien ese día decide que funcionen. El que da cuerda a los relojes, el que abre la puerta del metro a su hora, el empleado de la compañía eléctrica que mantiene en orden los cables de los semáforos, los controladores aéreos que deciden que ningún avión se estrelle, el conductor del AVE que sigue su camino sin pensar en dar un “volantazo”… Si alguno de ellos decidiera que hoy no le apetece que todo salga bien, pues saldría mal. Así de sencillo y de rotundo. Y eso es lo que decidió el copiloto ese día, dar el “volantazo”, que las cosas no concluyeran como todos pensaban que iban a terminar. Y podemos rompernos la cabeza y la voz exigiendo más controles, más transparencia con la sanidad privada, lo que queráis, pero si un conductor de metro un día discute con su señora y al salir de casa le mea un perro y recoge una carta que le avisa de un desahucio inminente, puede ser que le dé un brote psicótico y se quede parado en medio de un túnel y no arranque más su convoy… Me parece que es imposible controlar esas cosas, la mente humana es la que es, y mientras sean nuestras mentes las que controlen el mundo y no las de un robot, es lo que hay…

La reacción de los medios de comunicación: asquerosa. Y eso sí es controlable. Y desde mi punto de vista, hasta denunciable. Soy periodista practicante, es decir, me he dedicado y espero seguir dedicándome a ello, y por eso me hierve la sangre con el amarillismo morboso con el que se tratan estos temas. Estoy incluso convencida de que hay redacciones en las que cuando ocurre algo así se frotan las manos pensando en la cantidad de minutos que van a rellenar “de gratis” El tratamiento que se da a la información es lacrimógena y dolorosa. Esta sociedad me habrá demostrado que por fin ha evolucionado para bien cuando, ante estos temas, los periodistas dejemos de ir corriendo con un micrófono detrás de padres que buscan los restos de sus hijos, de hijos que lloran a sus padres, de hermanos a los que se les rompe la voz porque acaban de comunicarles que su hermano está entre los fallecidos. Seremos una sociedad adulta cuando no tengamos que oír a una comunicadora decir que es difícil identificar los restos debidos al mal estado en el que se encuentran para a continuación dar paso a un forense que nos cuenta que están “desmembrados, descuartizados y abrasados” ¿Qué información nos aporta esta declaración? ¿Acaso cuando se nos dicen que están en mal estado no nos imaginamos todo eso? Seremos respetuosos y nos uniremos de verdad al dolor de las familias cuando un informativo no cierre la noticia con un vídeo con “música de llorar” mientras nos muestran la llegada de familiares al lugar del siniestro, como se abrazan y lloran, todo ello salpicado con fotografías y vídeos de los muertos cuando eran felices. Si es que han llegado a poner los últimos whatsapps que mandaron los fallecidos a sus amigos y familiares. Cosas como: “Hola guapa… nos vemos a la vuelta” ¿de verdad necesitamos conocer esas cosas?

La actitud de los políticos y representantes del pueblo… Mira, en esto voy a pasar palabra, me siento tan asqueada que es que no puedo ni escribir sobre ello. Solo diré que envidio mucho a los franceses, de verdad, me parece que su gobierno se ha comportado con una dignidad y efectividad elogiable. Las imágenes del rey y nuestro presidente reunidos en un gabinete de crisis (¿de qué coño de crisis me hablan? Es un accidente… haced lo que tengáis que hacer y no confundáis al personal) haciendo como que hablan de cosas importantes, es que no sé si pegarme un tiro yo o tirárselo a ellos… Es el patetismo llevado al límite…

Al final, la conclusión es siempre la misma, lo único que se puede sentir ante estas desgracias es mucho dolor porque es natural empatizar con los fallecidos y sus familias. Y solo se puede desear una cosa, que estas familias puedan llegar a encontrar algún consuelo a su inmenso y ya eterno dolor. Y que los que se han ido puedan descansar en paz cuando todos dejemos de hablar de ellos…


7 respuestas a “Accidente (por Ana)

  1. Estos accidenten duelen y mucho, a mí también me ha removido mucho por dentro.
    Sobre el tratamiento que han dado algunos medios, coincido contigo, pero me pasa como a Isa, he llegado a un punto en el que filtro la información que consumo todo lo que puedo, no he leído ni una sola de las historias sobre los fallecidos, el morbo que rodea este tipo de información va en contra de lo que aprendí en la Universidad sobre ética periodística, no sé que nos ha pasado… pero para alguno parece que se todo se quedó en una asignatura, una «María» más de la carrera porque cada vez es más difícil encontrar medios que traten la información con objetividad, pudor y respeto.

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  2. En cuanto al accidente, si es evitable o no, yo he afirmado que no porque, tal y como estaba establecido el sistema de sanidad en ese momento, era difícil evitarlo, pero por supuesto que hay que buscar causas y posibles soluciones… pero para que en este caso hubiera funcionado se tendría que tirar abajo muchos temas burocráticos, de secretos médicos, etc… Si es que es verdad que la compañía no sabía nada. Si lo sabía, habrá que valorar hasta que punto la enfermedad de este señor, que tampoco sé muy bien cuál es, no podía hacer sospechar un final así. Eso enlaza con el tema de la estigmatización de los enfermos mentales, tema con el que estoy totalmente de acuerdo contigo…

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  3. Estoy totalmente de acuerdo contigo pero, estamos llegando a un punto en el que cambiar de canal o de periódico no sirve de mucho. No todos los medios son iguales, por supuesto, pero en estos casos se parecen bastantes. No ver, leer o escuchar sobre estas noticas en plan sensacionalista es bastante complicado, implica no enterarte por completo…

    En cuanto a las enfermedades mentales, estoy contigo. Lo primero que pensé cuando se dió la noticia de que había sido el copiloto es que esa persona también tendrá familia que estará dolida, que es víctima de una enfermedad y de una forma de ser, pero eso no significa que todos los enfermos en cuestión mental vayan a hacer este tipo de cosas. Es, una vez más, una forma sensacionalista, sesgada e irresponsable de dar una información

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  4. Hace tiempo que el periodismo hiede. No todo (por suerte) pero sí de forma mayoritaria… Ya he hablado de ello alguna vez. Por eso, cada vez evito más algunos medios de comunicación y el ruido nauseabundo de las Redes Sociales. No es fácil, trabajando en ello, pero tengo un alto poder de abstracción para lo que no me importa (de esto también he hablado).

    Si un accidente así es evitable o no, no es algo en lo que pueda entrar con soltura: me falta información. Creo que siempre que hay un componente de negligencia hay que buscar responsabilidades y aprender de los errores. No me gusta pensar que las cosas no se pueden cambiar. Va contra mis principios.

    Por otro lado, completamente de acuerdo con Arantxa en la estigmatización de los que padecen depresión o otras dolencias similares. Muy lamentable todo.

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  5. Ya que al tratamiento de la información se le da ese enfoque sensacionalista, los espectadores pueden cambiar de canal ante estos contenidos. Los lectores pueden no pinchar en ese titular morboso que aparece en la home del periódico digital o saltarse determinadas páginas del periódico.

    Yo evito estos contenidos porque me resultan desagradables y me da pavor pensar que estas desgracias no son controlables. La mente humana es la que es, pero no estoy tan segura de que con los robots nos fuera a ir mejor -es lo que tiene ver «Real Humans»-.

    Por último, creo que el hecho de que se haya destripado el historial médico del copiloto puede contribuir a estigmatizar a las personas con enfermedades psiquiátricas, más en concreto con depresión, como si muchos de ellos fueran un peligro potencial para los demás, cuando, en algunos casos, lo son, pero para sí mismos.

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