Moda sin corsé (por Cristina Buhigas)

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La liberación de la mujer se produjo en el siglo XX y casi siempre se fija su inicio en el movimiento sufragista que acabó con la consecución del voto para las mujeres. Este y todos los logros posteriores del feminismo son ciertos, pero yo estoy segura de que nada se hubiera producido sin otro importantísimo hito, la desaparición del corsé.

Las mujeres hemos sido esclavas de la moda durante siglos. Enormes guardainfantes o miriñaques, pelucas enormes, zapatos estrechos y de tacones multiformes y, especialmente, corsés, verdaderos instrumentos de tortura que impedían respirar y sentarse con comodidad y que, combinados con todos los demás aditamentos hacían casi imposible que las mujeres pudieran moverse. Aunque se les hubiera permitido trabajar, no habrían podido hacerlo porque el corsé no las permitía la más mínima libertad de movimientos.

Con un pequeño paréntesis en el siglo XVIII, tras la Revolución Francesa, cuando se inventó el estilo imperio en el que los cuerpos femeninos fueron fugazmente libres con vestidos lenceros que parecían camisones, hasta la primera década del siglo XX caminar por la calle, sentarse, comer o bailar tenía que hacerse con la cintura oprimida, la espalda rígida y tropezando con la falda.

A la desaparición del corsé, le siguió la de las faldas largas, las múltiples enaguas, los sombreros gigantescos y los zapatos incómodos, la primera Guerra Mundial lanzó a las mujeres a las fábricas y las oficinas, poco después entraron masivamente en las universidades y pudieron moverse con libertad en sus trabajos y en sus vidas en general.

Pero todavía existían unos dictadores, los entonces llamados modistos, que ahora se han reciclado en diseñadores. Todos los años, estos señores cortaban o alargaban faldas, subían o bajaban tacones, cortaban el pelo, lo rizaban o lo alisaban. En los años 50 del siglo pasado incluso intentaron recuperar el corsé y las faldas de vuelo con un miriñaque resucitado, el cancán. Las mujeres les hacían caso y posteriormente volvieron a utilizar enormes peinados gracias al cardado y toneladas de laca.

La imposición de modistos y diseñadores duró décadas, pero en el siglo XXI está cambiando la actitud femenina ante la moda. Puede que muchas no se hayan dado cuenta. Por eso llego yo para concienciar.

Ha habido inventos de moda que han tenido gran aceptación: minifalda, panties, pantalones, zapatos bajos, bolsos de bandolera Todos tienen algo en común: dan libertad de movimientos, son prácticos para ir corriendo de un sitio a otro, conducir, ir en metro.

Rear view of girl in white corset

Pero cada dos o tres años, los diseñadores perpetran algo en contra de la comodidad femenina. Intentan sustituir los pantalones pitillo o los leggings por enormes pantalones flotantes que arrastran por el suelo y que nos hacen tropezar en cualquier escalón. Recuperan tacones altísimos y faldas estrechas que impiden subir a un autobús, y se inventan cortes de pelo como el que llaman bob, la melenita cuadrada de toda la vida, que nos tapa un ojo, que es imposible recoger en coleta y que a las de pelo rizado las hace parecer escarolas andantes cuando no tienen tiempo de plancharla.

Contra todo esto nos hemos rebelado las mujeres aunque sea de forma inconsciente, no hay más que salir a la calle para darse cuenta. ¿Cuántos pantalones anchos se ven, cuántos stilettos, cuántas carteras de mano (ya sé que ahora se llaman clutch)? Casi ninguno.

Además ha pasado otra cosa, como las mujeres compramos masivamente leggins, pitillos, botas bajas, deportivas, bailarinas, bandoleras, mochilas y demás prendas de vestir y accesorios útiles para la vida de trabajadoras, madres y demás responsabilidades que asumimos más o menos voluntariamente, los fabricantes de moda nos han seguido.

Las deportivas han adoptado infinitas versiones y colores, hasta las hay con lentejuelas o cristales y plumas, que sirven para ir con traje de noche, pero ¡cómodas! Lo mismo pasa con pantalones estrechos y por el tobillo o jerséis amplios, mochilas, cazadoras… Incluso los peluqueros nos han dejado en paz y cada una lleva el pelo de la longitud o el estilo que le resulta más confortable, ¡hasta despeinado!

No creo que sea una frivolidad decir que se ha producido una segunda liberación femenina: abandonar el dictado de los diseñadores y ponerlos a nuestro servicio. Igual que en 1905 el símbolo de la primera liberación fue el abandono del corsé, creo que los leggings (que se llamaron mallas en su primera aparición en España, allá por los años 80) podrían tener el honor de ser el símbolo de la segunda. Ninguna prenda ha sido tan unánimemente utilizada por mujeres de todas las edades y configuraciones físicas como ellos.

¡Ahora que hemos logrado controlar el estilismo a favor de nuestra comodidad, no permitamos que vuelvan a ponernos el corsé!

Cristina Buhigas: Tras fundar y asistir al cierre de numerosos medios de comunicación, del antiquísimo Pueblo al moderno Público; de trabajar en ellos miles de horas, como en los diarios económicos La Gaceta de los Negocios o La Economía 16 y en la agencia de noticias Europa Press, Cristina ha conseguido liberarse de libros de estilo y, lo que es más importante, de líneas editoriales, gracias a la jubilación.


5 respuestas a “Moda sin corsé (por Cristina Buhigas)

  1. Creo que todas tenemos en la cabeza la célebre imagen de Mammy apretándole el corsé a Escarlata O’Hara hasta casi la asfixia. ¡Somos afortunadas de haber nacido en esta época! Admito que a mí me encantan los vestidines corte años 50 con cancán… pero ciertamente, llevé uno en una boda el verano pasado y casi muero.

    Estoy de acuerdo contigo en que los diseñadores ya son un poco quienes nos siguen a nosotras y no tanto al revés, aunque todavía ocurre. ¡Ese regreso a los tops que enseñan la barriga, ese retorno de los horrores ochenteros, por quéeeeee!

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    1. Tienes razón, a todas nos gusta vernos guapas, pero cuando no podemos movernos se nos pone tal cara de sufrimiento que el modelito ya no es suficiente para que nos vean bien.

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  2. Nunca he sido una gran practicante de la moda, aunque he tenido rachas en las que me he dejado influir más… lo que sí es cierto es que el nivel de actividad de mi día a día sería imposible con otro tipo de ropa y otro calzado. Mi ritmo no soporta vestiditos, ni taconazos, ni uñas largas, ni maquillaje extremo… carreras por el metro, inmersiones en parques de arena, maratones empujando un carro que a menudo va tan cargado que parece el de una indigente de película americana… Doy gracias por la abolición del corsé y por la invención de las zapatos planos y flexibles. Y sí, la liberación de la mujer no sería la que es sin estos recursos de la moda.

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    1. Cierto, y también se han popularizado las tiendas de segunda mano, que permiten encontrar prendas menos estándar. No soporto la uniformización a la que nos sigue sometiendo la dictadura de los diseñadores, grrrr…

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