Vivir de recuerdos

La semana pasada cumplí años, los suficientes como para evitar decir la cifra. Puedo decir que he consumido ya la mitad de mi trayectoria vital: incluso ante el panorama más optimista, estoy en condiciones de afirmar que me queda menos vida de la que ya he vivido. Para una persona que sufre cronofobia (como yo), asumir esto es jodido. Me veo a mí misma como un personajillo diminuto luchando infructuosamente por no escurrirme al lado de abajo de un reloj de arena. Esta visión no me ayuda con el tema de la ansiedad que vengo padeciendo desde hace unos meses. Lo sé. Pero es que no puedo evitar pensar que se me va agotando el tiempo… ese que parece eterno a la edad de mis hijos.

No os voy a negar que estos pensamientos negruzcos me dan bajona y me incitan a caer en la nostalgia, o más que en la nostalgia en la añoranza de la juventud. Cómo me gustaría volver a la casilla de salida para reproducir la partida de nuevo. Ya sabéis que solo juego por placer, me da igual ganar, aquí, más que nunca, lo importante es participar. Pero como soy una señora atea que no cree más que en la humanidad (y a veces ni eso) pues ya sé que la marcha atrás es imposible. No hay consuelo para los racionales.

Para colmo, estos días, han coincidido dos asuntos que me han hecho reflexionar sobre este tema: no he renovado la tarjeta de Iberia, que durante una etapa de mi vida echaba humo a costa de comprar tickets de vuelos con los que cruzarme el mundo en avión, pero he ampliado el plan de dropbox donde almaceno las fotos, esas viejas amigas que me sonríen exultantes desde las décadas pasadas posando en lugares remotos. Total, que de regalo de cumpleaños me dio por mirar fotos de antes, de cuando era una chavala lozana rebosante de mocedad, engreída como todos mis coetáneos, llamada a hacer grandes cosas y a disfrutar por el camino. Y la verdad es que tras un rato de mirar mi tersitud aventurera, concluí que el balance de estos años vividos es francamente bueno. He hecho de todo, y sobre todo, me lo he pasado muy bien.

Refugiarse en los recuerdos es tentador pero es como ponerse a Nora Jones en un cuarto a oscuras para llorar a gusto, tiene mucho de autocompadecerse. Y aunque esto está muy bien, y a veces hace falta, por fortuna me suele durar poco la penica hacia mí misma. Así que no, no quiero darle la vuelta al reloj de arena, aún no. Quiero seguir con mi vida de ahora, con la edad que tengo. Me queda mucha mecha para seguir dando guerra, y llenando el disco de almacenamiento de fragmentos vitales que repasar satisfecha dentro del doble de los años que tengo. Como mínimo.


2 respuestas a “Vivir de recuerdos

  1. Efectivamente, nos queda menos vida de la que hemos disfrutado y, a veces, también sufrido. Pero nos queda. Yo no creo añorar la juventud, pero a veces he pensado que me gustaría repetir la partida sabiendo todo lo que ahora son certezas. ¿Cómo que te lo has pasado muy bien? El pretérito perfecto es traicionero. Seguirás haciéndolo. Un beso fuerte.

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