De compras con Diana (por Arantxa)


A Diana la conocí hace unos meses, una sobremesa de febrero. Entonces yo gastaba una talla 42, fruto de dos embarazos relativamente seguidos que no habían dejado respiro a mi figura.

Aquel día entré a la tienda (una franquicia de una conocida firma española, de esas que te permiten vestir chic pero sin quemar la trajeta) con miedo, aunque conduciendo con orgullo el carrito donde mi preciosa bebé de dos meses dormitaba. Todos los trapitos se me antojaban divinos en las maniquís, en el catálogo, o en la piel de mis amigas, pensaba yo. Pero en mi resultarían ridículos, me castigaba. Se me ocurrió, ay de mi, probarme una preciosa chaqueta de punto rústico que se ataba con lazada. Añadir a mis kilos de más dicha prenda fue un error mayúsculo. Parecía un globo. No pude soportar mi visión en el espejo y se me escapó alguna lágrima.

La dependienta que me atendió, Diana, estuvo rápida, atenta, maravillosa, adorable, y tras una hora de paciencia salí de la tienda con una trenka azul y unos pantalones también azules. Azul oscuro casi negro, como la peli. A juego con mis ojos, de un azul más claro. Y con mi cuerpo, ambas prendas de la talla 42.
Meses después volví, y ahora sí, un milagro como el de los panes y los peces (bueno, gracias al estrés de lidiar con mis dos locas bajitas) me había dejado en la 38, que aún conservo. Sin paso por el quirófano, aclaro. Ya podía atreverme con alguna falda lápiz y pantalones de esos que no perdonan un culo como el que lucía tres meses antes. Pero… siempre hay un pero, y más tratándose de mi. Tras dos embarazos mi barriga dejaba mucho que desear, lo cual me hizo marear a la simpar Diana como una peonza en busca de un modelito ideal. Esta vez salí de la tienda con una falda, un par de blusas y un vestido divinos, y con la autoestima de una celebrity en la alfombra roja.
Ahora le hago al menos dos visitas al mes. La ropa de la cadena en cuestión me fascina, pero lo que me encanta es que me atienda ella. Es paciente y sincera. Si algo no me va me lo dice. Y si empiezo a castigarme, que si la celulitis, que si la tripa, que si las estrías… me da el alto. Y me recuerda la lista de pros, que una también los tiene.
Pasar un par de horas allí me deja suave, como si saliera de la consulta del psicoanalista o me hubiera tomado un ansiolítico. No es más barato que ir al terapeuta, pero sí más gratificante. Y más que por la ropa por como me atiende Diana, mi adorada dependienta, asesora de estilo en horas bajas y psicóloga sin título. Ni falta que le hace.

5 respuestas a “De compras con Diana (por Arantxa)

  1. Que gusto encontrarte con gente asi, si ya lo dice mi abuela ahora las dependientas no tienen ganas de vender, antes ibas a por una sábana y te llevabas hasta las cortinas (muy sabia ella). Con gente asi da gusto ir a comprar y siempre salimos ganando ellas porque se ganan las clientas y nosotras porque salimos de la tienda como pretty woman.

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  2. Siempre he admirado a los profesionales que saben hacer su trabajo y lo hacen con gusto: Los camareros eficaces, los porteros discretos, los taxistas veloces, las dependientas sinceras… No abundan así que me alegro de que te hayas topado con una.

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  3. Me ha encantado este post. Narra muy bien los sentimientos frustrantes tras los partos cuando quieres llevar la ropa que llevabas antes y cómo es importante acabar poniéndote algo que te quede bien aunque sea alguna talla por encima….
    Quién pusiera una Diana en su vida para esos días en que vas de tiendas y todo te lo ves mal, jeje
    Por cierto, canta la marca de la tienda, no? (si queda bien y no te funde la visa…)
    Saludos

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