A lo largo de la vida conoces gente y más gente. A muchos, en algún momento, les llamas amigos. Así, con cierta ligereza. Desde el parvulario. Luego en el colegio. En la universidad, en cada trabajo por el que pasas. Ahora, a mis 34 años, me doy cuenta de que muchas de esas personas han transitado por mi vida como las aves migratorias; no sabía si volvería a verlas y no me importaba demasiado. De muchas no he vuelto a saber nada, de hecho. Pero con otras se ha creado un vínculo sólido, férreo, firme.
No hablo aquí de amor, sino de amistad, que al fin es otra forma de amor, la más sublime quizás. De la amistad entre mujeres. Porque no dejaré de amar a mis amigas cuando sus carnes se pongan fofas o las arrugas les cuarteen la piel. Y mucho antes de que eso llegue, tampoco porque haya una temporada en la que hablemos menos o nos veamos poco; si están ocupadas con ese bombón masculino o volcadas en un nuevo proyecto laboral o personal que lo disfruten. Lo entiendo (y espero que ellas me entiendan a mi en mis momentos de dejadez, de encierro o de soledad buscada).
Suscribo esta frase de Alberto Moravia: “La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea”. A lo largo de una vida puedes vivir varias pasiones de pareja, y cuando el fogonazo inicial cede a veces se asienta, y otras se apaga. Pero con las amigas no hay tal fogonazo. O yo no lo he vivido así. Es más, incluso un encontronazo con ellas no se vive como algo funesto, sino que puede resultar enriquecedor para la amistad. Una discusión puede hacerte ver cosas que te negabas a vislumbrar. Y no sales herida, sino fortalecida. Una verdad a tiempo dicha cuando toda estás cegada se agradece, aunque escueza.
Por ello este post va dedicado a tres personas, amigas y mujeres.
La primera brutalmente honesta, como el doctor House, sólo que con un corazón más grande. Ya son muchos años de travesía juntas y tiene licencia para decirme cosas que deberían molestarme. Incluso a veces me molestan, no lo niego, pero no puedo enfadarme con ella. En ocasiones las dos hemos navegado juntas, en la popa o en la proa, otras veces ella miraba a babor y yo a estribor, o viceversa. Tan maravillosamente distintas somos. Pero siempre hemos navegado juntas.
A otra de ellas, que ha tenido que soportar mis vaivenes emocionales y ha sabido ser ecuánime a pesar de que alguna situación podía hacerle nadar peligrosamente entre dos aguas. Pero se ha mojado por lo que creía justo, por mi charquito, en vez de replegar las alas, y si algún día lo necesita espero empaparme por ella. Es serena, al revés que yo, y eso me sosiega.
A la rubia, que es casi como una hermana, porque nos hartamos de aconsejarnos, nos reímos de las mismas cosas, desplumamos juntas a los indeseables, tenemos un punto adolescente, coqueto y superficial que nos da vidilla y nos hace cómplices. Y nos debemos un viaje a La City. Le perdono hasta esa frase que me reitera, que vivo la vida como una tragedia.
Tragedia o no, la vivo. Una buena prueba son ella tres. Y que tranquilidad saber que no son aves de paso.
Muy bonito, Arantxa… totalmente de acuerdo ¿qué sería de nosotros sin esos amigos que te sujetan, te apoyan y te hacen ver la realidad? Cuidemos de ellos y disfrutemos de su presencia y de las alegrías que nos dan… Porque creo que la amistad es algo tan frágil que hay que cuidarla día a día…
Me gustaMe gusta
Y tienes toda la razón, Magda. Estoy anchísima con el homenaje 🙂
Son muchos años juntas, sí, tantos que no tengo recuerdos previos a su existencia.
No siempre es fácil, pero incluso cuando no lo es, merece la pena.
Yo soy la «brutalmente honesta»… Me toca hacer de poli malo con lo mal que se me da, pero ella sabe que es lo que tengo que hacer para seguir navegando. Para que no nos naufrague la patera…
Gracias por ser, por estar y por mantenernos a flote. Te quiero mucho.
Me gustaMe gusta
Me ha gustado… yo lo que pienso es en cuanto les habrá gustado a tus amigas. Seguro que las dejaste mas anchas que largas.
Brindis por la amistad, la eterna y sincera amistad que nos une incluso en grandes distancias.
Saludos
Me gustaMe gusta
preciosa entrada…no puedo añadir nada más, es perfecta.
Me gustaMe gusta
Súper la amistad, es muy gratificante encontrarla, se vuelven cómplices, hasta nuestra conciencia.. Muy reales y sobre todo Arantxa no hay edad para esto, hay personas que les cuesta entender.Tengo dos mejores amigas muy diferentes, una muy consciente y madura por lo que ha tenido que vivir, otra rebelde de las que hay que disfrutar la vida, entre los juegos y las verdades nos la pasamos.. Así llevamos 7 años, la distancia si me pesa, mensajes de texto, chat,llamadas, no es lo mismo.
Me gusta que hayas realizado este post, que nos hagas recordar cuanto valoramos la verdadera amistad 🙂
Buen post!
Me gustaMe gusta
me ha gustado mucho esta entrada tuya arantxa. describe perfectamente lo q opino sobre la amistad. tengo una gran amiga a la q cual conozco desde q eramos peqeñitas (solo es un mes mayor q yo), hemos sido vecinas y amigas durante 28 años. a pesar de q hemos tenido momentos peores y mometnos de dejadez, nunca hemos perdido la amistad q tenemos. seguimos juntas despues de todo. y espero q siga asi por muuuuuuuchos años mas.
Me gustaMe gusta