Érase una vez (por Ana)

Érase una vez en un país muuuuyyyy muuuuyyy cercano:
Un par de jóvenes bellas, inteligentes y muy simpáticas (ejem… no sé si se nota, así de entrada, que esto va a ser algo autobiográfico) que se reunieron tras un año sin verse. Una de ellas venía de un país muuuyyy lejano en el que las cosas eran muy diferentes al lugar donde retornaba de vacaciones, el suyo propio. Las dos jóvenes habían elegido para el reencuentro un lugar típico del lugar: un bar con vino, morcilla, chorizo y patatas asadas, productos inexistentes en el país muuuuyyyy lejano…
Las dos muchachas conversaban sobre lo difícil que es adaptarse a la vida fuera de las fronteras que se conocen, cuya cultura has mamado desde la más tierna infancia y ha quedado prendida a tu piel como parte de ti mismo. Ella partió por amor, y por amor vive en una ciudad que, en muchos aspectos le es totalmente ajena: súmmum del capitalismo, sin seguridad social, con tanto trabajo que las personas tienen poco tiempo para hacer amistades, en la que respirar cuesta dinero (y mira que en el país que ahora se encuentran tampoco es que anden mancos de esto último). Mientras se tomaban ese vino que tanto ha echado de menos la recién llegada, ambas iban enumerando las ventajas de uno y otro lugar. Lo que estaba claro es que a la joven que marchó le ha costado bastante hacerse a su nueva ubicación, aunque poco a poco lo ha ido consiguiendo.
Mientras ellas comen las ricas viandas (Lo que les asegura michelines en tripa, cadera o culo… mira, eso de lo que se libran en un país muuuyyy lejano… claro que ellos tienen hamburguesas, que no sé qué es peor… bueno, a lo que íbamos) y beben esos elixires de placer, un mesonero les atiende muy amablemente. Llega la hora de pedir la cuenta, y el camarero incluso las invita a un par de vinos extras (me estoy dando cuenta de que a estas alturas las dos deben ir un poco tocadillas, pero no, nuestras heroínas tienen un aguante que pa’ que). Ellas le dan las gracias y le preguntan de dónde es, porque a la vista está que tampoco pertenece al lugar donde se encuentra. Él les cuenta la historia de su vida, que en realidad es la prueba evidente de que en una vida hay muchas vidas, y ellas le escuchan con la boca abierta, ya que el relato no puede ser más interesante, y si no, juzguen ustedes mismos:

Natural de Ecuador y casado desde los diecisiete años, decide separarse a los 25 para venirse a este país de oport
unidades y buscarse una nueva vida. Deja atrás no solo a su mujer, también a una niña pequeña a la que promete mandar todo el dinero que pueda y visitar en cuanto se lo puedo permitir, aunque sabe que eso es complicadísimo en su situación. Tras años buscándose la vida, se asienta en la ciudad tranquila, con mar. Echa tremendamente de menos a su pequeña, así que le propone a su ex mujer que se vengan con él, aunque ellos no sigan juntos. Conviven un tiempo en la misma casa, hasta que la ex mujer conoce a un hombre, otro extranjero con una historia a sus espaldas que contar. El nuevo personaje es un marine que ha estado en la guerra de Irak y ha aparecido en esta ciudad costera buscando un poco de la paz que no ha vivido en años. Ella se enamora de él y él de ella, y deciden partir a la ciudad natal del marine, llevándose a la hija de nuestro camarero. A él le parece bien porque es la oportunidad para que su hija tenga lo mejor de lo mejor…. Y ahora la hija del mesonero vive en la misma ciudad que la joven en el país muuuyyyy lejano. El padre está loco por ir allí, para ver a su hija y para conocer el lugar. Entre la joven recién llegada y ya casi a punto de partir de nuevo y el camarero ecuatoriano que quiere ir al país muuuyyy lejano se establece un vínculo invisible para la otra muchacha, un vínculo que solo pueden tener aquellos que están luchando por hacerse un hueco en un lugar que no es el suyo, que pelean, disfrutan, sufren y se asombran de cada nuevo paso que dan en este camino.
Las dos jóvenes marchan y se despiden una de la otra, ya presintiendo lo que se van a echar de menos, la necesidad de hablar, de volver a tomar esos vinos y de estar una junto a la otra. Cuando la joven que se queda en este país se mete al metro, el de su ciudad, el de siempre, ve cómo un africano vende películas piratas en las escaleras, y se pregunta qué historias podría contar él, cómo sobrevive, qué sentimientos le recorren. Parece que haya visto esa noche todas las formas de inmigración posible, desde la más favorable a la peor del mundo. Aunque algo les une a todos, y es que tienen su propia historia, hayan llegado en patera o en avión, con dinero o sin él. Evidentemente, mucho mejor lo segundo, y no hay punto de comparación entre unas historias y otras, pero el sentimiento de soledad y de estar fuera de lugar supongo que es el mismo para todos.
La joven se sienta dentro del vagón y observa como una pareja, ella negra y él con pinta de modernillo de la mejor zona de la ciudad se cogen la mano y se miran embelesados. ¿Adivinan quién es la nativa del país y quien el italiano que chapurrea el idioma?
Colorín, colorado, esta historia se acabado…
Y espero de corazón que todos ellos sean felices y coman muchas perdices…

10 respuestas a “Érase una vez (por Ana)

  1. Gracias a todos por escribir.

    Ciudadana Coja: Es evidente que la situación no es la misma y la diferencial brutal entre elegir irte y verte obligado a ello por las fatales circunstancias. Y por supuesto que vivir fuera tiene que tener muchííísimas cosas positivas… A mí por un lado me da un poco de miedo, pero en ocasiones me apetece un montón… no sé yo, con las vueltas que da la vida, si no lo haré algún día.

    Magda, muchas gracias por los halagos, siempre hace bien saber que a los demás les gusta lo que escribes…

    Arantxa, como decía más arriba, nunca sabes las vueltas que te da la vida, creo que si te toca el momento de irte a vivir fuera, pues lo pasarás mal un tiempo y luego te adaptarás, aunque lo que sí que pienso es que la nostalgía nunca se irá del todo

    Gracias Daisy, me alegro mucho de que te haya gustado la historia… y por supuesto, la morcilla de Burgos y bien rica, si señor…

    El Tipo de la barra… qué decirte, que sí, que este es nuestro mundo, es nuestra ciudad, y por eso nos gusta tanto, por todas estas historias que nos ofrece día a día, por todos estos sentimientos, por la diversidad, por la gente… pues eso… que nuestro mundo no está mal…

    Leti, gracias por escribir, guapa…

    Anonimo, muchas gracias… yo también creo que marchar junto a la persona querida cambia por completo la situación, la llena de significado…

    Chelo, completamente de acuerdo contigo, lo primero es un drama lo mires como lo mires, lo segundo se puede convertir en tristeza en ocasiones, pero en una experiencia vital importante.

    Isa, mi viajera favorita, ya sé de qué ciudad me hablas, y tengo que decirte, que es a la única a la que yo creo que emigraría en caso necesario… bueno, y a Amsterdam, y a Toulousse, y a… oye, que me estoy dando cuenta de que tal vez unos meses fuera no me vendrían malm fíjate…

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  2. Muy bueno, Ana.

    Tengo una experiencia fugaz como inmigrante voluntaria: Era joven, con energía, y me fui a una ciudad que adoro y adoraré siempre. Aún así, lo pasé fatal al principio. No me acostumbraba al clima, a la comida, a la pobreza (allí era pobre)… más de una vez pensé: ¿qué hago yo aquí pudiendo estar en la playa comiendo gambas y jamón? Pero lo cierto es que al final, me costó irme y que todavía recuerdo con añoranza aquellos meses de libertad: porque sí, nada como estar fuera de tu entorno para ser libre. Y los que me conocen, saben que el nomadismo estacional es mi modus vivendi desde entonces.

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  3. El drama de exiliarse a otro país para dar de comer a tus hijos o en patera huyendo de la más absoluta miseria y desesperación por sobrevivir es un tema que me duele mucho, las historias que conozco son escalofriantes y muy complicadas.

    Sobre el otro tema, el marcharte por amor, trabajo, a estudiar o circunstancias similares y no adaptarte del todo, no creo que sea fácil, no lo he vivido, pero supongo que muchos días debes preguntarte que leches haces tú allí pudiendo estar tomándote unas cañas en la Plaza de Santa Ana…

    El drama de lo primero es no poder elegir, el drama de lo segundo supongo que será aferrarte a la idea de que lo te ha llevado hasta allí merece la pena…

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  4. Precioso relato Ana. Yo también he vivido fuera de mi país durante 3 años y he sentido la nostalgia, pero siempre fui muy feliz y creo que se la razón: estaba con la persona que quiero y me fui por decisión propia. Creo que dejar atrás a tu pareja o hijos y tener que irte a vivir a otro país porque no te queda otra, no puede compararse con mi experiencia. Mis mejores deseos para los unos y para los otros.

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  5. Jo Ana que bonito, me ha encantado!una persona, una historia, su historia, que interesante!
    Yo tampoco podría vivir lejos de mi gente, de mi todo, pero es toda una experiencia.

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  6. Me ha gustado muchisimo tu historia. Has tenido la capacidad de hacerme sonreir y entristecerme varias veces en los escasos doso tres minutos en que te he leido

    Gracias Ana

    Una duda la morcilla sería de Burgos verdad?

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  7. Creo que no podría vivir fuera de mi país, porque no soportaría no tener a mi gente y la nostalgia me comería por dentro. No tener mis refentes culturales, mis sabores, mis olores, mis sonidos, incluso mis ruidos, el orden y el desorden que ya conozco.

    Y desde luego que diferente las historias de esos que pueden emigrar en avión a los que lo hacen en patera.

    Precioso relato.

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  8. Mi esperiencia es de viaje cercano (no he salido del pais) y aun así sufro la lejania.
    En nuemerosas ocasiones me planteo como será para quienes marchan a otro lugar, en donde desconocen todo, el sitio, formas de vivir, idioma… cambios de cultura que para algunos tiene que ser un fuerte trago.
    Bonito post, de los que llegan de una u otra manera…
    historias que no tienen fin.

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  9. Como ciudadana con una breve experiencia de 2 años fuera de España te puedo comentar que sí, que vivir lejos de donde naciste te deja ese sabor de la soledad, que no siempre es negativo. Pero también te digo, que mucho mejor llegar en avión que en patera, el transporte lo dice todo, en el primer caso seguramente quien viaja a otro país haya elegido libremente irse, y por otro lado, el otro seguramente haya sido obligado por muchos motivos… esa es la gran diferencia.

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