Se despertó de la siesta con un punzante dolor en las sienes. Nunca le habían sentado especialmente bien las cabezaditas vespertinas. De niño, se revolvía como gato panza arriba cuando intentaban obligarle a dormir… y era la pesadilla de su abuela que quedaba encargada de vigilarle a él y a sus primos, mientras los adultos de la casa familiar disfrazaban de siesta ese ratito de cama sin menores. Ni siquiera la adolescencia y su perenne agotamiento hormonal habían conseguido asentarle una costumbre española tan arraigada socialmente.
Con el paso de los años había sucumbido alguna vez vencido por el cansancio. De joven y en verano, en la playa, con la cercanía del mar era distinto. Esos sueños sabían a sal y a arena y albergaban la promesa de una noche fresca y ociosa al aire libre. Diversión nocturna estival, para la que iba de perlas tener el cuerpo descansado. Pero ya no era verano. Comenzaba noviembre, con su aura triste y gris, el noviembre de las ramas peladas y el olor a castañas asadas. Un mes que se abre recordando a los muertos no puede augurar nada bueno más que resfriados tempranos por no saber desempolvar a tiempo las bufandas.
Lo peor de ese otoño, que se había ido haciendo dueño de su vida sin apenas darse cuenta, es que ya ni si quiera podía mantenerse firme en su obstinación anti-siesta. Le había vuelto a pasar. Había caído de nuevo. Y aunque eran solo las seis de la tarde, abrir los ojos y descubrir que la penumbra se había adentrado en la habitación pese a los grandes ventanales, le aturdía aún más. Le dejaba un regusto amargo en el paladar, la constancia de saber que había desperdiciado en sueños los escasos minutos de luz que aún conseguía escatimarle a noviembre.
ay qué envidia, que ganas de esa pereza
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A mí las siestas no me molan… Y el otoño tampoco. Soy poco perezosa. La inactividad me da bajón. Supongo que porque cuando estoy poco activa es porque estoy mala.
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jajaja, los que me conocéis sabéis que hasta el teléfono desconecto!! qué placer
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Gracias, Jota, noviembre también es mi mes 🙂 y Macado también me gusta.
Chelo, tus siestas son antológicas y sagradas… envidia cochina la mía 😛
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Me declaro fan incondicional de la siesta, de la siesta de pijama y cama. El otoño me gusta más que el invierno y menos que la primavera 😉
beso!
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¡¡¡Viva Noviembre!!!
«Revoluciones pendientes se han dado cita en noviembre»
¡¡¡Viva el Otoño!!!
«Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve..»
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A la mayor parte de la gente que conozco le encantan las siestas… y a un porcentaje bastante alto, el otoño.
Noviembre es un mes especial para mí. Por eso, le exijo siempre más que a otros y quizá también por eso siempre acaba decepcionándome. Le roba tiempo al día para dárselo a la noche, y es una noche fría y oscura, de la que no se puede sacar mucho.
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Me encantan esas siestas y me encanta el otoño… qué rara soy ¿no?
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Esas siestas en la que despiertas de noche descolocan, pero caigo en la falta más de una vez. Y repito…
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la siesta es a una tarde otoño, lo que una resaca a un domingo… despertar con desgana, desubicado espacio-temporalmente, con la boca pastosa y el día perdido.
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Yo aún no le he encontrado el encanto al otoño, aunque admito que si le encuentro su encanto a la siesta!!!! Un beso
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El otoño también tiene su encanto…
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