Mi historia de amor con los zapatos (por Ana)

Lo confieso, los zapatos siempre han sido mi vicio. Nada de tabaco, poco alcohol, las drogas ni mirarlas, el bingo y demás juegos de azar ni de lejos… pero los zapatos, ¡ay los zapatos!… esos me pierden. Soy una especie de Cenicienta moderna, solo que en lugar de perder el zapatito, voy recogiendo los que pierden las demás. Más de una vez he consultado en Internet si existía algún tipo de Zapatólicos Anónimos o algo similar. ¿Os imagináis la escena? Un local lleno de personas poniéndose moradas a comer “canapies” y a beber cerveza, vino (o refrescos, que tampoco a todos los zapatólicos nos tiene porque gustar los licores) y cuando da comiendo la reunión, comienzan a presentarse diciendo:


– Hola, soy Fulanita de tal y soy zapatólico, este mes me he comprado un par de botas y otro de zapatos de tacón… pero eso sí, en Maripaz que son muy baratos..

El resto contestan: “Hola Fulanita”, y el menda o la menda que lleva la reunión dirá:


– Muy bien, Fulanita, has dado un primer paso, pero es solo eso, el primer pasito de un largo camino… y no empecemos ya poniendo excusas como la de Maripaz, que aquí ya nos las conocemos todas…

Bueno, pues eso no existe (y ahora releyendo, creo que mejor así, madre mía, que frikada más grande sería). Así que yo me tengo que autogestionar mi vicio como puedo. Es decir, comiéndome las uñas, sufriendo, y mirando mi cuenta del banco de vez en cuando para darme cuenta de que, por muy rebajados que estén esos botines (que además, se parecen sospechosamente a otros dos pares que ya tengo) mi presupuesto no alcanza para ponerlos a mi alcance.

Debería empezar por el principio y aclarar un tema clave para entender mi adicción: calzo un 35, un número de muñeca, de gheisa que sirve el té, de niña muy pequeña, porque hoy en día, a partir de los 10 años, ya calzan casi un 40. Siempre he tenido problemas para encontrar zapatos de tacón. Cuando tengo una boda o algún acontecimiento por el estilo, no me puedo comprar el vestido y luego los zapatos a juego, de eso nada, porque puede ser que me haya comprado un precioso conjunto en azul y tenga que llevar los zapatos rojos porque son los únicos que encuentro. Primero miro calzado, y cuando lo tengo, ya compró el resto del vestuario en consonancia. Esta situación me ha llevado a arramplar, literalmente, con todos aquellos zapatitos mínimos del 35 que voy encontrando, guiada por el espíritu del “por si acaso”: que veo unas preciosas sandalias que me valen, ¡pues hale, a la buchaca!, que ya encontraré la ocasión para lucirlas (aunque se vea claramente que como no me inviten a los Goyas esas sandalias plateadas con un alza de 10 cm no van a salir de su preciosa caja). Sinceramente, y sin que esto salga de aquí, creo que lo de mi pie minúsculo ya se ha convertido en una excusa, porque he encontrado dos o tres zapaterías que trabajan mi número y en el que encuentro lo que busco sin problemas (es un avance de los tiempos, antes era imposible). La cuestión es que me encantan esos pequeños objetos que pueden ser casi obras de arte, que se adaptan a tu cuerpo, que forman parte de ti…

Así que aquí me tenéis, rodeada de todo tipo de calzado: botas, botines, zapatos, zapatillas, sandalias… y no puedo evitar seguir mirando en toda zapatería que se encuentra en mi camino. Siempre he dicho que mi gran ilusión sería tener unos Manolo Blahnik, incluso antes de ver que las pijas de Sexo en Nueva York los ponían de moda.

Blahnik es un dios para los zapatólicos, es el rey del imperio de nuestra droga al que nunca llegaremos, siempre nos tendremos que conformar con el camellito que nos vende nuestra sustancia favorita en la esquina del barrio. Eso sí, siempre he añadido que, aún volviéndome loca, nunca pagaría esa cantidad por unos zapatos, me parece indecente… a no ser, que algún alma caritativa me los regale… Ahí lo dejo, por si acaso…

P:D: Sé que es un tema bastante frívolo para la que está cayendo, pero lo he escrito precisamente por eso, porque ya estoy un poco harta de hablar de Marianos, Sorayas, Rubulcabas, crisis, paro, tristezas…



11 respuestas a “Mi historia de amor con los zapatos (por Ana)

  1. Veo que este vicio es mas comun de lo que yo creia ,» nada como un par de zapatos nuevos para aliviar el stress» le añado una caja de chocolates , y luego sentirme miserable por el rollo en la panza y por no tener donde guardar tantas pendejadas como decimos en mi pais, admiro a mis amigas medicas como yo que alivian la durezas llendo al campo o escuchando musica , para mi no hay nada como un viajecito a Miami del aeropuerto directo al centro comercial

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  2. Me confieso víctima también, de la bota Marteens al taconazo paso por todas las variantes. Y de bolsos ni hablemos. Es curioso que con la edad, cada vez me gustán más los tacones, incluso cada vez los aguanto mejor. Pero ciertamente, paso por todos los matices zapatiles. Eso sí, yo tampoco gastaría un dineral en un sólo par de zapatos, pudiendomelo gastar en muchos pares!

    Qué narices, qué vivan los zapatos!!!

    Saludos!!

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  3. La zapatofilia es una patología extendida. También soy una afectada. Y además me pirran los bolsos. En otro orden de cosas, hace quince años la ropa interior me daba lo mismo, pero es otro punto muy importante del atrezzo.

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  4. Chelo, a mí me pasa eso también, millones de zapatos, botas y botines en el armario y al final me pongo siempre lo mismo… lo que reafirma que soy una adicta y una gastadora absurda…

    Mónica, a veces el 36 me viene bien, o con una plantillita se arregla 😉

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  5. Yo soy igualita que tu, ¡¡¡¡Qué lástima que yo calze un 36!!!!Porque los tengo de todos los colores y sobre todo de tacones altísimos que no me pongo!!!!!! Si en algún momento se crea el Zapatólicos Anónimos, contad conmigo!!!!! Un beso

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  6. A mi también me pierden los zapatos… Botas… Y complementos en general… pero luego son muy de ir siempre con lo mismo, por comodidad, supongo.
    Un club de zapatofilas seria genial, sobre todo para compartir direcciones ;-))))))))

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  7. Kira, he entrado en tu blog y me ha encantado el post de los zapatos, me he identificado totalmente contigo…

    Lulu, yo siempre que voy a los Factorys me hago la firme promesa de no mirar ni de reojo las zapaterías, pero nada, que no hay manera, es que por esos precios…

    Hay Ciudadana C, tú que eres asidua sabes que bastante hablamos de la crisis en este/vuestro blog… así que de vez en cuando, hale, a darle alegría al cuerpo y la mente. No te creas, que yo ando bien con tacones pero me canso enseguida… eso sí, da igual, tengo montón de zapatos de taconazo por ahí guardados que creo que me he puesto dos veces a lo sumo…

    Isa, las botas son una de las variantes del calzado que más me gustan… si por mí fuera tendría doscientas…Me alegra que me sigas queriendo a pesar de esta faceta frívola que he demostrado 😉

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  8. Eso, eso, ¡no permitas que la palabra «crisis» entre en tu blog» 😉 Me he reído mucho… y siento decirte que… yo no puedo ser ese alma caritativa jajaja. A mi me gustan los zapatos, pero solo verlos en los escaparates… Los Manolos, fíjate que me gustan más los de hombre… Imposible calzarse/me esos taconazos, yo soy más bien de tacón gordo de bota de caña. Besitos.

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  9. Aisss, como si me leyese a mi misma, yo también necesito ir a Zapatólicos Anónimos, en la zapatería del Factory soy ya «la habitu», con la excusa de que salen fenomenal, no paro…

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