Profesora (por Isa)

Hoy he visto a mi antigua profesora de Historia del Arte. La he visto en su hija. Una mujer en la treintena. Tenía que ser ella. Era igual. El pelo rizado casi ensortijado, rubio, a la altura de los hombros. Los ojos lánguidos, la mirada sagaz. ¡Y esa barbilla! Una barbilla única, escondida, tímida. Es un encuentro con el que fantaseo desde que trabajo en el barrio donde sé que vivía ella hace más de veinte años. He querido decirle algo. Pero al final no me he atrevido. Espero que haya más ocasiones…

Leonor era una gran profesora. No sé si lo seguirá siendo. Hace mucho que no sé de ella. Era de esas docentes a las que se les nota que les gusta de qué hablan. Tenía un temple insólito. Recuerdo como si fuera ayer aquella vez que le llenaron el pelo de pelotitas de papel húmedas de saliva mientras hacía un esquema comparando Gótico y Románico en el encerado.

“¿Creéis que no me he dado cuenta de lo que estáis haciendo?”- preguntó a la clase sin una pizca de irritación en el tono y sin volverse para mirarnos. Después se sacudió la melena para deshacerse de las intrusas que cayeron al suelo, como bolas de un árbol de Navidad. Y cuando por fin se volvió lo único que transmitía su mirada era fastidio mezclado con la suficiencia de quién observa un rebaño de ovejas aturdidas.

Era capaz de dejar en evidencia al gamberro más irreverente sin perder los nervios y con una sonrisa de Gioconda en la cara, algo que sé de buena tinta que exasperaba a algunos de mis compañeros. “La clave está en no ponerte a su altura” me dijo una vez en una conversación que tuve con ella al final de mi etapa escolar, cuando empezaba a pensar que los profesores también eran personas.

Sin duda, Leonor tuvo mucho que ver en mi cambio de percepción de los maestros, que hasta entonces habían estado desprovistos de humanidad. En el imaginario de los alumnos, los profes eran seres casi mitológicos, con sus rasgos físicos llevados a la caricatura, los motes que les poníamos exagerando sus defectos. Ella fue “la cariátide”, por su hieratismo sobrenatural, hasta el día que empezó a ser Leonor.

Ese día, Leonor me había pedido que la acompañase a cerrar el acuerdo con la agencia que nos iba a llevar de excursión a San Lorenzo de El Escorial, en visita guiada por el monasterio. Como delegada, no me quedó más remedio que ir. “Será un rato de nada” me animó cuando vio mi cara de desgana. Tuvimos que coger el 9 en la parada frente al colegio. “Aquí es” -me indicó desde el autobús- “vamos a pasar por mi casa para recoger unos papeles. Está en esa misma esquina.”

Su casa era mucho más pequeña que la mía, o al menos me lo pareció, sobrecargada como estaba de esculturas, lienzos y muebles antiguos. Leonor se disculpó para ir al baño y yo me quedé en el salón, observando los cuadros que no dejaban libre ni un centímetro de pared. “Son suyos” – me señaló una chica más o menos de mi edad desde la puerta – “y en el pueblo tiene aún más.”

Miré a la adolescente un poco incrédula. Ella se recogió en una coleta su larga cabellera dorada, y me explicó que su madre siempre había querido pintar, que en realidad su primera opción universitaria había ido Bellas Artes pero que le parecía más práctica la enseñanza. «Hasta a los artistas les viene bien alguien que les enseñe” – se justificó Leonor, que en ese momento salía del baño. “No todos son autodidactas como Van Gogh. Además, murió pobre, y yo no me lo puedo permitir”.


18 respuestas a “Profesora (por Isa)

  1. Qué bonito recuerdo, Isa =) Quizás se guarda un recuerdo más intenso de los maestros porque son las primeras figuras de autoridad que se tienen tras la familia, ¿no?

    En el cole tuve suerte con los profes, la verdad, y tengo muy buen recuerdo de muchos; Vicent, Antoni… pero por encima de todos Vicenta, mi tutora durante tres años (en València hay muchos Vicents y Vicentes ;-). Recuerdo una vez en la que nos reunió sólo a los chicos para preguntarnos por un compañero al que ignorábamos sin habernos dado ni cuenta; fue una educadísima bofetada y la vez un aprendizaje más allá de lo académico. Además, nos trataba como a personas, no como a niños.

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  2. ¡Qué cosas! A mí nunca me dijeron que escribiese bien (ni que hiciera nada bien)… por aquél entonces no se llevaba mucho lo de incentivar a los chavales.
    Tuve una que me dijo cuando tenía 8 años: «Carmencita, nunca pasarás del 6». Mucho más tarde, cuando volví a tenerla y ya era Isabel en lugar de Carmen, tuvo que tragarse sus palabras.

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  3. Yo soy periodista por un profesor que tuve en la EGB (qué antiguo lo de la EGB, ¿verdad?) así que mira si pienso que marcan los profesores. Este don Javier (porque antes los profesores llevaban el don por delante) me daba lengua y fue mi tutor mucho tiempo. Él fue el que le dijo a mi madre que yo escribía muy bien y que me veía como una gran periodista en el futuro. Se equivocó con las grandes espectativas, pero bueno, periodista soy…

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  4. Yo me acuerdo de los malos en esos momentos en que necesitaría echar mano de esos conocimientos que debería haber adquirido en el pasado, pero no lo hice porque el profesor de la asignatura era un gañán…

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  5. Gracias 😉
    Pues que sepas que yo estuve durante meses yendo casi a diario a casa de mi profesora cuando tenía 8 años. Eso sí que me marcó. Un viernes mi padre se olvidó de ir a buscarme ¡qué mal lo pasé! Pero eso es otra historia…

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  6. Muchas gracias, Chelo 🙂
    Yo creo que siempre me he sentido entre fascinada e intimidada por mis profesores. Y definitivamente algunos han marcado mi forma de ser y de pensar. Sin duda.

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  7. Bueno, hay bastante ficción en la historia… solo está inspirada en la profesora que compartimos, aunque a la vista de lo que sabemos de su materia en referencia a otras es indudable que era muy buena docente.

    Yo no fui del todo feliz en el colegio, como sabes, pero desde luego no fue por culpa de los profesores…

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  8. ¡Gracias, Alter! Yo tampoco he vuelto a ver a ninguno. Creo que me impactaría mucho y conociéndome me pondría más nerviosa que si veo a alguno de mis antiguos amores de adolescencia…

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  9. Recuerdo de ella que era muy buena profesora. Además no perdía los nervios. También me acuerdo de su colección de singulares y un tanto extravagantes medias. Por edad, no creo que siga siendo docente.

    Sólo he vuelto a ver a una maestra y no mía, sino de una de mis hermanas. Me gustó que preguntara por mi hermana, por si había sido feliz con ella. Contesté que sí, porque así fue.

    Guardo un recuerdo muy grato de muchos de ellos, fui muy feliz en el colegio. Hoy las niñas estaban bien contentas de empezar las clases y la pequeña sí estaba pendiente de su profe, porque ha subido con el grupo a primaria. Es también buena maestra. Y lo notas en los niños, aprenden y están alegres en el colegio. Motivados por aprender y disfrutando del aprendizaje, como me pasó a mi con varios de mis profesores en mi etapa escolar.

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  10. Bonito relato, Isa. Yo recuerdo a bastantes de mis profesores y profesoras del colegio, pero solo unos pocos me dejaron huella.
    Hoy he acompañado a mis hijas a su vuelta al cole tras el largo verano y estaban totalmente despreocupadas de los profesores, solo les interesaban los compañeros, todavía son pequeñas, pero ya se irán dando cuenta de lo importante que son estos profesores que más allá de mates o lengua te ayudan a descubrir tus vocaciones, o a valorar y percibir cosas nuevas, o a aprender que eres capaz de mucho más de lo que piensas… esos son los buenos, como Leonor.

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