Cuando Pablo y yo empezamos a salir, hacía como 5 meses que él se había separado. Una relación larguísima, más de 14 años, con una niña de dos por medio… vamos, que le pillé un poco rebotado con el tema del amor, el compromiso, el romanticismo… Y ya sabéis, que al principio siempre intentas dar lo mejor de ti para que el otro piense que eres la persona más maravillosa del mundo y que no te puede dejar escapar de ninguna de las maneras, así que le escuchaba decir que el amor siempre acaba, que la pasión dura lo que dura, y ese tipo de cosas, con cara de interés y comprensión mientras por dentro pensaba: «tengo que dejar a este tío hoy mismo, vaya peñazo es con el tema de las relaciones»
Por hache o por be, nunca le dejaba, y seguía quedando con él, acostándome con él, viviendo con él, pero pensando que solo era un rollo temporal porque, total, el hombre había sido sincero y ya me había dejado claro que no creía en el amor, que no se iba a volver a enamorar y mucho menos comprometerser. Una de mis amigas Im-Perfectas, Isa, fue testigo de todo este proceso y de como, cuando llegaba mi cumpleaños, dos meses después de «enrollarme» con Pablo y de no salir de su casa un solo día, de separarnos solo para ir a trabajar (literalmente), me preguntó: «¿cómo vas a celebrar tu cumple con tu nuevo novio?» ¡¡¿¿¿Novio???!!! yo le contesté que ni de coña, que ese tío no estaba preparado para esas cosas y que esto no llegaba a Navidades. El día de mi cumpleaños (12 de diciembre) recibí de regalo unos pendientes preciosos, los más bonitos que he tenido nunca, una cena maravillosa y dos días metidos en su casa disfrutando el uno del otro… Es más, mi madre, como tenía llaves de mi piso, el mismo día de mi cumpleaños, fue allí y me dejó los regalos preparados con la calefacción puesta y unas flores para cuando llegara. Como pasaron dos días y yo no le decía nada, ya me preguntó preocupada: «¿hija, dónde estás?», y yo contesté, tranquilamente: «Saliendo de mi casa…» La carcajada de mi madre aún se escucha en el eco de las montañas… Ya me dijo: «anda, bonita, vete un momento a tu casa y apaga la calefacción, que te va a venir un recibo de luz que ni te imaginas, y las flores tienen que estar ya para la basura…»
Este proceso de negar la evidencia duró como un año… Vuelvo a remitirme a Isa cuando me preguntaba en febrero si me iba a ir de vacaciones con él en Semana Santa y yo le decía que para esas fechas ya no estaríamos juntos (viaje inolvidable a Barcelona). Vuelta a pregunta y respuesta en verano (Amsterdam)… hasta que, supongo, no me acuerdo, me mandaría a la mierda y me diría que pasaba de mí y mis historias mentales.
La cuestión es: ¿por qué me negaba yo a lo evidente? ¿Por qué él seguía diciendo que no viviamos juntos aunque hubiera más ropa mía en su casa que en la mía, aunque yo no pasara por mi residencia en meses, aunque todos nuestros conocidos y amigos (no familia, recordemos que esto era solo un rollo) tenían claro que éramos una pareja superestable? Yo tengo clara la respuesta y lo he hablado con él, mientras he podido, y él me lo ha negado con una medio sonrisa y tan poco convencimiento que hacía que acabesemos riéndonos sin parar: él me contaba mentiras piadosas. Mentiras que intentaba creerse él para no volver a verse involucrado en una relación romántica. Mentiras que me contaba a mí para no hacerme daño, para que no me hiciera ilusiones, para ser legal conmigo… Mentiras piadosas que a mí, ciertamente me sobraban, yo en ese momento tampoco creía que esa relación fuera a ninguna parte…
Como decía, al principio de toda relación te mantienes en tu sitio, finges que el otro siempre lleva razón, aunque no sea así y tú lo sepas (que queremos quedar bien, no volvernos esquizofrénicos)… pero a las pocas semanas, ya empiezas a disentir, a discutir… Y en esos momentos fue cuando le empecé a cortar, cuando empecé a decirle que dejara de aleccionarme sobre el amor y sus consecuencias y que me olvidará cuando quisiera despotricar sobre lo poco que dura la pasión y lo difícil que es la vida en pareja. Él se quedó blanco al principio, pero sirvió para que se relajara. Le dije que yo lo tenía todo clarísimo y que yo tampoco quería casarme con él (ja,ja,ja) ni que estuviésemos juntos hasta la muerte (doble ja,ja,ja). Le puse la canción de Joaquín Sabina que os pongo abajo y, a partir de entonces, cada vez que empezaba con su rollo, se la plantaba. Y en ese momento empezamos a disfrutar. Y a relajarnos… y a ser una pareja en la que no hacían falta mentiras piadosas.
Nuestra relación duró 11 años, dos y medio casados, cuatro durante los cuales él estuvo muy enfermo y yo permanecía a su lado día y noche, las 24 horas del día… Nuestro amor solo lo rompió la muerte. Menos mal que ninguno de los dos pensábamos que esto fuera a ninguna parte… Menos mal que ninguno de los dos éramos románticos y creíamos en el amor verdadero… menos mal que la pasión acaba al año de conocerse… Menos mal que todo, al fin y al cabo, eran mentiras piadosas.
Había leído el texto cuando lo publicaste pero no había comentado y este post se merece cuanto menos un comentario.
Esas mentiras piadosas de las que hablas son las más perdonables, las mentiras de amor… o no, cada uno debe valorar lo que deja pasar y lo que no. Vuestra historio es muy tierna y preciosa, empezara como empezara.
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Me has emocionado. Absolutamente sutil, tierno y lleno de esperanza. Así me has hecho sentir y te lo agradezco porque algunas, vamos, que a mi se me hace callo en el corazón ante las tristezas de la vida!
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Gracias, completo Gilipollas… Qué sería de nuestra sociedad si no existieran las mentiras piadosas!!!
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Totalmente de acuerdo… Si no hay nada interesarte que decir, mejor vivir el momento, disfrutarlo a tope, y que salga el sol por dónde quiera…
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Besos para ti también…
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Ese es el problema, ¿en qué momento la sinceridad es cruel, innecesaria? Como le decía a Isa, hay momentos en los que las medio verdades y los silencios son más eficaces, pero, ¿cuándo? Eso es lo difícil
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Yo antes pensaba así, que prefiería la verdad sobre todas las cosas… ahora, pues mira, creo que no hemos venido al mundo para sufrir, si el momento lo estás disfrutando, ¿para que amargarlo? Como bien dices, hay mentiras y medio verdades. La mentira absoluta, el engaño, pues no, pero el silencio si no hay nada bueno que decir, es mejor… No me digas que estás enamorado si no lo estás o que vamos a casarnos si no es cierto, pero tampoco me jodas el momento diciéndome que ahora estamos muy bien pero que quién sabe mañana…
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Las mentiras piadosas son necesarias. Sobre todo cuando alguien en el trabajo nos pregunta como le queda el peinado o la ropa.
Excelente texto.
Siempre suyo
Un completo gilipollas
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Si es que a veces nos empeñamos en poner etiquetas cuando, realmente, lo que importa es que uno está a gusto. No hay necesidad de estar siempre definiéndolo todo. Un besote.
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Es para pararse a pensar, besos.
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Muy bonita la historia, aunque siento que terminara antes de tiempo.
Las mentiras piadosas siempre han existido, y el caso es que, la mayoría de las veces, son innecesarias. El problema es que se hace difícil saber cuándo es necesario y cuando no.
Saludos.
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Pues no diste el coñazo ni nada, querida amiga… Y efectivamente, la única que vivía sumida en la ficción de la temporalidad, de la inestabilidad, de lo efímero eras tú.
A mí no me gustan mucho las mentiras piadosas, ni los paños calientes… me gusta la verdad para saber a qué atenerme, por eso nunca me gustó esta canción del maestro Sabina.
Creo que hay una diferencia entre encontrarte con alguien, verle horrible y no decírselo o decirle que no lo está tanto… a tirarte a todo lo que se menea y ocultárselo a tu parienta. Esto, lo segundo, no es una mentira piadosa, es engañar por pura cobardía.
Las mentiras además siempre molan más cuando la verdad es mejor y acaba por brillar, como fue tu caso.
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