El otro día comentaba con un amigo que tengo varios rasgos de mi carácter que me gustaría eliminar de un plumazo, pero así, sin dudarlo. El primero es la impaciencia. He sido impaciente desde que tengo uso de razón y, si habláis con mi madre, posiblemente os diga que lo soy desde que la comadrona me dio los azotes para que llorara. No soy muy ambiciosa, pero cuando quiero algo, lo quiero ya, pero ya…
Esto me lleva al segundo rasgo de personalidad que creo que no es nada favorable: siempre quiero algo más. Que tengo un trabajo, quiero uno diferente aunque el que tenga esté genial, que tengo una casa, ya estoy pensando en qué otro barrio me gustaría vivir. Esta parte, la verdad, la tengo bastante más controlada que la impaciencia, porque si no, me sería imposible tener los atisbos de felicidad que tengo de vez en cuando, todo sería una agonía en busca de la hierba más verde que hay en el jardín de al lado. Han sido muchos años de trabajo, pero he ido consiguiendo, si no conformarme, al menos adaptarme bastante mejor a mi realidad presente.
Pero quizá lo que más molesta de mí misma es la anticipación, preveo el futuro, pero no como una bruja o una vidente, no, como una auténtica ceniza, negativa, llamadlo cómo queráis. No puedo evitar ir siempre dos pasos por delante. Por ejemplo, si conozco a alguien y, en mi impaciencia, veo que no me llama cuando yo quiero, ya no sólo estoy pensando en que ese alguien no me corresponde, es que pienso que ya nunca más conoceré a nadie interesante, pasarán los años y viviré encerrada en la casa que no me gusta pero que no he podido vender porque tampoco podría comprar otra con el trabajo que nunca me decidí a cambiar, y viviré rodeada de perros mientras me hago anciana (en mi locura previsora sólo pienso en perros, todavía tengo algo de conciencia para saber que me asustan un poco los gatos, jajajaja)
En fin, todo esto os lo cuento no para que penséis que estoy más loca de lo que creíais, que supongo que ya era bastante, sino porque la respuesta de mi amigo me ha hecho pensar mucho. Él decía que, por supuesto, esos son características personales que quizá, sólo quizá (es tan educado mi amigo, tratándome con tanta delicadeza) debería trabajar para sentirme mejor, pero que él pensaba que todo tenía mucho que ver con el hecho de que yo adore escribir y leer. Me decía que a las personas que tienen mucha imaginación y encima la trabajan, les debe ser más fácil anticipar, en el fondo, al escribir, estamos pensando en el final de la historia que estamos imaginando, creando un mundo en el que tenemos que tener un poco claro hacia dónde van las cosas. Si eso lo trasladas a la vida real, lo de vivir dos pasos por delante del hoy puede tener cierta lógica.
Llevo pensando en ello desde que hablé con él y creo que algo de razón lleva. Yo he escrito mucho guión de programa, para presentadores y colaboradores, pero también bastante ficción para espacios de humor y, además, he tenido a mi lado a uno de los mejores guionistas de series que pueda haber existido, del que he aprendido a vivir en un mundo interior bastante curioso. Nos podíamos pasar horas hablando de personajes ficticios que sólo estaban en su cabeza, y desde ese momento, en la mía. Cómo actuarían, cómo hablarían, por qué realizarían ciertos actos, qué motivaciones les movían… Es posible que las personas que escribimos y que leemos por puro placer e incluso necesidad de evadirnos de esta realidad buscando otros mundos distintos o, en muchas ocasiones, que puedan darnos una explicación del nuestro, tengamos un mundo interior mucho más «loco» que las personas más pragmáticas. Por ello nos es más fácil visualizar futuros posibles (al menos en nuestra mente), pensar que ese chico nos debería haber llamado porque así debería haberse comportado ese personaje, o que nuestra vida debería ser de otra manera porque los pasos que se han dado para ello así lo indicaban.
Pero claro, la vida no es un guión ni un libro en el que vamos sembrando para llegar a un final lógico. La vida es todo lo contrario. Las personas pueden adecuarse a un comportamiento, pero quizá no al que no nosotros les otorgamos porque lo vemos así de claro desde fuera. Nadie te garantiza que todo va a salir bien porque tú te hayas comportado de una manera lógica para que así sea, la meritocracia no existe y la vida es muy puta en la mayoría de las ocasiones.
Así que sí, creo que, por suerte o por desgracia, las personas que escribimos, leemos y tenemos nuestro propio mundo interior, somos más propensas a anticipar, a darle vueltas a todo y a ser inconformistas por naturaleza. Y sinceramente, viéndolo de esta manera, creo que también vivimos bastante más entretenidos que otros (el que no se consuela es porque no quiere)
¡Eh! que yo soy más optimista 😛
Me gustaMe gusta
Comparto alguna de tus im-perfecciones, o taras como llamo yo a las mías, pero en plan cariñoso ¿he?. Soy bastante impaciente, pero con la edad, lo voy manejando. Impulsiva no soy, más bien reflexiva, a veces en exceso, tampoco es bueno ni malo, simplemente en el punto medio está la virtud y en mi caso a veces me paso de planificadora, pero este rasgo para mi trabajo es muy bueno y P. lo tiene todavía más pronunciado que yo si cabe, así que no lo llevo mal del todo, convivimos en una armoniosa planificación…
Lo que si que no comparto para nada contigo y por lo que veo con el resto de im-perfectas firmantes es lo del pesimismo, soy una tía bastante optimista, no siempre es fácil, pero me esfuerzo por mantenerme ahí, a veces te das algún palo, pero creo que compensa con creces. Soy de esas personas que si tiene un mal día, automáticamente piensa que el siguiente va a ser cojonudo, para compensar jajajjajaja
Y lo que si lucho a diario por cambiar, es mi afán controlador, ni se puede ni se debe, así que ahí ando, tratando de soltar cuerda en todas las áreas de mi vida, pero no me resulta nada fácil.
Me gustaMe gusta
Lo de ser impulsiva… madre mía, cuántos problemas me ha causado… menos mal que la edad tiene cosas buenas, entre ellas, conocerse y controlar todo este tipo de cosas…
Me gustaMe gusta
Sí, a mucha honra… pero a veces conllevan un sufrimiento absurdo… ser im-perfecta no es fácil, jajajaja
Me gustaMe gusta
Gracias!!
Me gustaMe gusta
Soy terriblemente impaciente y a consecuencia de ello antes era muy impulsiva, aunque ya lo controlo bastante.
Y constantemente estoy anticipando, a veces no precisamente en rosa, sino en modo gris. No sirve más que para sufrir, para dejarse dominar por el miedo. Modelar este rasgo se me antoja más difícil.
Me gustaMe gusta
Muy bueno. A mí también me pasa. Todo. Lo de la impaciencia. Lo del inconformismo -que también he aprendido a mantener a raya-, y lo de la anticipación. Aunque yo soy menos ceniza que tú, y me imagino con frecuencia finales felices a mis propios guiones vitales. Y muchas veces han resultado premoniciones cumplidas, además 🙂
Todos tenemos cosas que nos gustaría cambiar de nuestro carácter (y que preferiríamos que no heredasen nuestros hijos, en mi caso), pero eso es lo que nos hace im-perfectas. Y a mucha honra.
Me gustaMe gusta
Me ha encantado
Me gustaMe gusta