Ayer hice uno de mis viajes relámpago a Barcelona. Siempre que puedo elijo el AVE, de puerta a puerta tardo prácticamente lo mismo que en avión y me gusta más por múltiples motivos como:

• La estación de Renfe me queda a 10 minutos en taxi de mi casa. El aeropuerto a 30 minutos. Ida y vuelta suman unos buenos 40 minutos.
• Los controles de seguridad del aeropuerto me desesperan, quítate el cinturón, los zapatos, reloj… los del AVE son más laxos y en consecuencia mucho menos coñazo.
• En AVE tienes unas garantías altas de llegar en hora a tu destino. No hace falta que comente este punto sobre el avión, casi todos tenemos experiencias estupendas de horas de espera en aeropuertos. Yo recuerdo especialmente una vuelta de la Ciudad de México. Nueve horas de retraso en la salida del avión de vuelta a casa en un aeropuerto infame, casi nada..

Pero no todo son ventajas. En los vagones de AVE, tan pronto te criogenizas del frío que hace como que te achicharras. El tema del termostato no lo gestionan nada bien.

Hay gente a la que le molestan los niños, a mí me molestan los ejecutivos sin sentido común, especialmente cuando son del tipo “soy tan importante que si no me paso las dos horas y media hablando por teléfono no duermo a gusto por las noches”. Las conversaciones son de gente importante, muy de dar ordenes, de macho alfa total… me parecen tan ridículos, tan tontainas ellos que a veces hasta me dan ternura.

Otro punto en contra del AVE es la cartelera. Suele ser bastante penosa, pero eso igual lo hacen a propósito, para que te duermas y molestes lo menos posible. No me parece una mala estrategia.

En fin, dentro de poco empiezo mis vacaciones y voy a coger varios aviones, pero también varios trenes, seguro que vuelvo con nuevas anécdotas para contaros. Me despido de vosotros hasta septiembre, este año me tomo vacaciones de todo.

Sed felices.