Después de ocho años muy felices, mi casera ha decidido que tenemos que marcharnos. Cuando vives de alquiler asumes que nunca es para siempre. Los precios cambian, las necesidades también y sabes que es provisional. Siempre es provisional: no te pertenece. Por un instante, quizá más, llegué a olvidarlo. Al fin y al cabo, no se puede vivir pensando en la próxima mudanza.
He construido un hogar. Entré en una casa vieja, tristona y rara y la convertí en el lugar donde tendríamos a nuestras hijas. No olvido el día que firmamos. Conozco el punto exacto de la encimera de la cocina donde ella apoyó el contrato, el primero con el nombre de los dos. Recuerdo cómo olía la casa aquel día, por dónde entraba la luz, y cómo poco a poco, fui conquistando cada uno de sus espacios. Hace solo seis meses que empapelé un cuarto esperando a que naciera la pequeña, como hice en su día cuando esperaba a la mayor. Aún tengo un par de marcos que cuelgan en las paredes sin fotografías y baldas nuevas donde podría apretujar algún libro más. No llegarán. No aquí porque se acerca la hora en que tendré que marcharme. ¿Cómo se empaqueta lo que parece toda una vida? ¿Cómo se dice adiós al sitio donde todo cobró forma? ¿Cómo se empieza de cero?
Las más curtidas, las menos sentimentales, me dirán que sin mirar atrás, que solo se trata de un piso. Fue lo que le dije a mi madre cuando cerró con lágrimas en los ojos la puerta de nuestra primera casa para mudarnos a una mejor.
«Aquí he sido muy feliz y no sé lo que me espera a continuación», contestó ella. Sus palabras hoy me martillean. Me toca a mí cruzar ese umbral. No sé qué vendrá después, pero algo he aprendido de esto: seguirá siendo un hogar mientras estemos todos juntos.
Eso sí, en la zona Norte.
Vega se define a sí misma así: “Soy periodista y escribo sobre derechos humanos y asuntos sociales para la Agencia Europa Press. Soy madre de dos niñas y orgullosa im-perfecta desde mayo de 1981, aunque lo descubrí mucho más tarde, claro”.
Yo siempre he vivido de alquiler porque soy un poco rara y a veces me canso de los sitios y prefiero poder irme a lo loco, sin tener que andar buscando comprador. Vamos, que no soy de las que le cojan especial apego a las casas. Pero es cierto que estamos siempre expuestos a que no nos renueven el contrato por el motivo que sea (me ha pasado) y mudarse es el mal. Sobre todo cuando ni siquiera te lo estabas planteando. Un besote y ánimo con la mudanza!!
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Qué texto más bonito. Esto son las cosas importantes. Mucho ánimo y piensa en que también construirás hogar a partir de ahora.
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Las mudanzas son experiencias horribles. Aunque te vayas a una casa mejor y aunque no le tengas especial apego a la que dejas, aparte del trabajo ingente que suponen, es también remover tu vida y tus recuerdos y meterlos en cajas. No te digo nada si encima es un lugar en el que has sido feliz, como es tu caso.
En fin, sólo puedo desearte buena suerte para que te sea leve y encuentres un espacio que te guste tanto o más. Y míralo de esta forma: los cambios siempre suelen ser positivos.
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Se me ponen los pelos como escarpias solo de pensar en una mudanza… Todas las que he hecho, y ya llevo unas cuantas han sido voluntarias. Primero a mi primer pisito de emancipada, después a uno más grande, luego a otro mayor cuando llegaba mi peque, después al de separada con niño, luego al de mi nueva familia y por último a este en el que estoy ahora, el de familia de cuatro. Estar de alquiler es demasiado provisional hoy en día, y me acojona la idea de que mi casera haga como la tuya y decida que nos quiere fuera de su casa, que es la mía… Me encanta esta casa y es todo un hogar al que le he puesto muchísimo cariño, pero como bien dices: vayamos donde vayamos será un hogar mientras estemos juntos.
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