A estas alturas del siglo XXI, ser mujer implica ser feminista. Quizá haya alguna a quien esta afirmación le parezca excesiva, pero le animo a reflexionar sobre ella. ¿Hay alguna que no considere que tiene los mismos derechos que un hombre? ¿Hay alguna que no defienda que hay que acabar con la violencia de género? ¿Hay alguna que esté en desacuerdo con que desde el Estado se facilite la incorporación al trabajo de las mujeres y la conciliación familiar? Pues esto es el feminismo. Ser mujer y ser feminista implica también defender la igualdad en todas sus vertientes, no sólo en la de sexo o género, porque las desigualdades sociales frente al acceso a la educación, a la vivienda o al trabajo son mayores en el caso de las mujeres. Por esta incuestionable razón, ser mujer actualmente y no ser feminista, o apoyar a un partido político que no defienda políticas de igualdad, es un sinsentido, porque es una traición a la realidad de ser mujer.
En todo el mundo se está produciendo un giro ultraconservador que perjudica todos los avances sociales obtenidos a lo largo del siglo XX. No es algo surgido espontáneamente, sino que está dirigido desde ese uno por ciento de capital que controla el mundo, que será el único beneficiado de que las gentes apoyen a alternativas políticas de extrema derecha, fascistas, racistas y machistas y, no lo olvidemos, depredadoras económicas para toda la sociedad. Los sentimientos nacionalistas, tan completamente absurdos cuando el mundo es ya ese pequeño pañuelo en el que todos nos encontramos a diario, engañan sólo a quienes no tienen conciencia de lo que supone pertenecer a la humanidad y, en el caso de las mujeres, las engañan doblemente porque las apartan de su única posibilidad de futuro, el feminismo.
El 8 de marzo del año pasado, las mujeres españolas dimos una lección de feminismo al mundo entero. Este año la situación a la que nos enfrentamos en nuestro país, con unas elecciones de todo tipo en dos meses, es especialmente crucial. Todo lo que hemos conseguido las mujeres para nosotras, para nuestros hijos y para toda la sociedad está en riesgo. El machismo confeso de varios partidos políticos ha conseguido adeptos entre muchos hombres que se han subido al barco del odio. Muchos de ellos están confusos y atribuyen al empuje de las mujeres y a los pasos dados en la igualdad la situación de penuria en la que viven grandes capas de la sociedad; creen que mujeres e inmigrantes les roban sus trabajos, sus derechos o su bienestar. Es algo irracional, pero esos movimientos de ultraderecha siempre apelan a lo visceral. Actuar o votar desde las tripas es muy peligroso porque está en contra del principal patrimonio de los seres humanos, utilizar el cerebro y la reflexión.
Las mujeres somos racionales y prácticas y tenemos un mayor sentimiento de unión, de compañerismo, eso que ahora se llama sororidad. Somos la mayor fuerza del mundo, también en España somos más del cincuenta por ciento de la población y del censo electoral, nuestra actuación puede ser decisiva. Por eso tenemos que tener claros nuestros intereses y saber dónde podemos encontrar apoyos políticos y medidas que nos beneficien y dónde están decididos a devolvernos a la caverna, a quitarnos derechos elementales, a dejarnos sin futuro. Por eso, el 8 de marzo tenemos que dejar claro que nuestro objetivo es la igualdad absoluta. Por eso, el 28 de abril y el 26 de mayo nuestra decisión como votantes tiene que rechazar la involución; nos va la vida en ello, incluso a veces de forma literal. Somos la única esperanza, la única garantía de futuro para esta sociedad amenazada. No nos fallemos, ni a nosotras ni a nuestras hijas e hijos.
Cristina Buhigas: Tras fundar y asistir al cierre de numerosos medios de comunicación, del antiquísimo Pueblo al moderno Público; de trabajar en ellos miles de horas, como en los diarios económicos La Gaceta de los Negocios o La Economía 16 y en la agencia de noticias Europa Press, Cristina ha conseguido liberarse de libros de estilo y, lo que es más importante, de líneas editoriales, gracias a la jubilación.
A mí me alucina cuando alguna mujer dice que ella no es feminista, como si las feministas fuéramos un grupo de tías salvajes y pérfidas. O cuando TODAVÍA alguno suelta eso de «ni machismo ni feminismo». ¡Aaaaayyyyyy!
Ojalá haya muchas personas en este país dispuestas a defender las conquistas sociales que tanto han costado. Entretanto, el día 8, ¡todas a la calle otra vez!
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