
Los anglosajones usan la expresión house hunting para referirse a la búsqueda de piso: literalmente, ir a la caza de una casa. Me parece de lo más precisa, porque este ejercicio de hallar un lugar decente donde vivir tiene mucho de cacería, especialmente en grandes urbes.
Al igual que en la caza, tienes que ir bien pertrechada. No con armas de fuego (no sea que te entren tentaciones de usarlas en según qué circunstancias), pero sí con aprovisionamiento de paciencia, con oídos y ojos bien abiertos para que no te la metan doblada y con valor para enfrentarte a los jetas que te saldrán al paso.
Adivinaréis que estoy en ese brete ahora mismo. Y que me tiene muy agobiada. MUCHO.
Varias compañeras Im-Perfectas han contado ya aquí su experiencia de la mudanza , que comparto totalmente. Así que os voy a hablar sobre lo que ocurre antes de mudarse, ese rastreo que, aunque tiene poco de divertido, es una asombrosa experiencia de aprendizaje (esto me lo digo a mí misma para consolarme de todas las horas perdidas con esta actividad de mierda). Pocas ocasiones como la búsqueda de casa y de curro para darse cuenta de la cantidad de miserables que hay en el mundo.

Lo primero que hay que tener claro es que para comprender adecuadamente un anuncio de alquiler de vivienda no basta con saber leer, no: necesitas la puñetera piedra de Rosetta para descifrar lo que en realidad está ahí escrito. A saber:
“Acogedor, coqueto” = es un armario.
“Interior muy luminoso” = es una madriguera.
“Muy bien comunicado” = es Mordor.
Lo segundo es que las páginas de anuncios de vivienda son como el Tinder: las imágenes casi siempre engañan (me lo ha dicho una amiga, que conste). ¿En serio este es el pedazo salón que se veía en las imágenes? ¡Bravo por el fotógrafo que le ha sacado tanto partido a esta cochambre! ¡Ni Anton Corbijn y Cristina García Rodero juntos, oiga!
Luego están esos pisos en los que el propietario se cansó a media reforma, o se le acabó el dinero, que para el caso da igual. Te enseñan el dormitorio, bastante decente. La cocina, aceptable. Y de pronto, llegas al cuarto de baño y… ¡ñi-ñi-ñi-ñi! ¡Revives la escena de la ducha de Psicosis!
Alicatados que harían estremecerse al propio Norman Bates; caseros que desconocen el gran invento del grifo monomando; duchas que… a ver, no pido que haya espacio como para follar salvajemente, solo para que quepa una persona entera sin tener que agacharse o dejar una pierna fuera.
Merece mención especial el mobiliario del horror. ¿Que vas a vender la casa del pueblo de tu tía Enriqueta y no sabes qué hacer con lo que hay dentro? ¡No pasa nada! Te llevas al piso de alquiler la mesa camilla con su tapete de ganchillo incluido, las sillicas de enea, la boiserie de madera maciza del siglo III antes de Cristo y el sofá desfondado con la tapicería llena de churretones de no-quiero-imaginarme-qué. ¿No se lleva ahora lo vintage? ¡Pues ya está!
Quisiera terminar el post con un recuerdo especial para esas personas sin las cuales esta experiencia no estaría completa: los caseros que se creen los duques de Alba y que su truño de piso es el Palacio de Liria, y los agentes inmobiliarios con cara de cemento armado que intentan convencerte de que ese gallinero que te están enseñando es una ganga y se la quitan de las manos.
Una recomendación para el próximo Halloween: si queréis pasar miedo, pero miedo de verdad, no vayáis al pasaje del terror ni os peguéis un maratón de pelis de sustos. Organizad una ruta por viviendas en alquiler. ¡Eso sí que acojona!
Carol es periodista (cuando puede) y co-bloguera feliz en Canciones de Buen Rollo. Dice que le gusta lo mismo que a todo el mundo: irse de vacaciones, comer y beber bien y dormir sin despertador. Devota del rock and roll y del cine en V.O., se transforma en Hulk cuando la gente habla o come ruidosamente en la sala. Entusiasta, aunque infiel, lectora de tebeos y tía postiza de un puñado de niños y niñas muy molones.
Uff una experiencia maravillosa. Mucha suerte!
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¡Gracias, la voy a necesitar! 😛
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