Ha sido esta mañana. Al llegar al trabajo, después de dejar a las niñas en la guardería, mientras mi cabecita trataba de asimilar la agotadora jornada de lunes que me esperaba.
He cogido el ascensor (odio subir escaleras, a pesar de que todas las celebrities digan que eso, beber tres litros de agua y estar enamoradas son sus únicos trucos para lucir esos cuerpos de infarto y esos rostros cuasi perfectos, algo que no acabo de creerme). Ha entrado una mujer rubia, atractiva, de esas con las que piensas que nunca te irías de compras. Por rubia peligrosa, y por atractiva. Y al llegar a mi planta me lo ha dicho. «Espera. Tienes la cremallera bajada». Me he dado la vuelta y me he mirado en el espejo del ascensor. ¡Horror! La cremallera de mi precioso vestido de tirantes estaba a la altura de mis vertebras dorsales. Me he quedado paralizada y ella me la ha subido. «Así está mucho mejor», ha dicho, con sonrisa cómplice.
Stop, lascivas mentes masculinas. Simplemente me ha echado un cable, no la soga al cuello como los hombres piensan que hacemos entre nosotras en situaciones de emergencia. Y ésta para mi lo ha sido. La he mirado con simpatía, y tras darle las gracias le he deseado no que tenga un buen día, no, sino que tuviera un estupendo lunes, tarea siempre complicada.
El mundo sería mucho más fácil, o algo menos difícil para nosotras si apartaramos las rivalidades que a veces nos corroen. Rivalidades tan inherentes a nuestra condición y tan femeninas como el rouge de labios y a la par tan inútiles como los libros de recetas que decoran la alacena de mi cocina.
Yo creo que has hecho bien en avisar a los morbosos lectores, porque yo ya estaba pensando también que la cosa iba por ahí: rubia, cremalleras, ascensor…
En fin, mujeres del mundo, seamos amigas, disfrutemos de la vida y dejémonos de tonterías
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una rubia despampanante te ha ayudado a subirte la cremallera del vestido en un ascensior… habria tenido mucho mas morbo que te la hubiera bajado, no?
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