Verano. Ya se sabe, las temperaturas se disparan, y el peligro de incendio es una realidad palpable y siempre trágica. Y no sólo en verano, aunque sea en la época estival cuando la DGT nos advierte sobre que tirar una colilla conlleva un menos cuatro en el carné de conducir… Todo el año hay riesgo, pero el calorcito es lo que tiene. Desde junio, los medios de comunicación nos hablan de la pinomanía, enfermedad que el resto del año parece erradicada.

Yo conozco un ejemplar de eso que llamo pirómana sexual. Enseña, que ella puede. Se exhibe, para su propio disfrute y el ajeno, sospecho que sobre todo para el ajeno, lo que hace despertar el suyo propio. Todo el año, pero en verano es un escaparate de sexualidad. Y buscando el fuego lo provoca. Es una pirómana, aunque no creo que el ministerio de Interior la pudiera imputar el delito de provocar deliberadamente incendios. Rubalcaba puede estar tranquilo. Pero lo hace como esos que dejan tiran la colilla sabiendo lo que sucederá en minutos, con toda intención.

Al pirómano le provoca un placer enfermizo contemplar el crepitar de las llamas. Lo observa con placer y en bastantes ocasiones colabora en las tareas de extinción. Así, hace ella, tras el calor espantoso siempre está presta a apagar el fuego.

Sin distinción, le gustan las carnes masculinas. Carnes de todos los colores, atléticas, relajadas, tersas, algo fofas, níveas, oscuras… No importa como sean, porque la carne a la carne llama… o a la carnaza.

La he advertido de que corre un alto riesgo de axfisia. Ya ha pasado del nivel amarillo de alerta al naranja y pronto alcanzará el rojo. Pero o lo ignora o simplemente lo disfruta. Quemar la noche no ha de ser malo… siempre que la noche no te acabe quemando a ti.