Habrá quien recuerde por este título la maravillosa película protagonizada por mi adorado Daniel Day-Lewis. Pero yo sólo puedo pensar en el hallux valgus, en cristiano juanete, que afea mi pie, mi pie izquierdo.
La primera vez que vi unos ejemplares fue en casa de una amiga. Los pies de su madre lucían sendos abultamientos en la base del dedo gordo que les conferían una forma horrorosa. Al poco de este episodio mi señora madre empezó a señalar que a mi se me estaba formando un juanete, a mis tiernos 13 añitos.
Los intentos maternos por parar su crecimiento fueron infructuosos y viendo los inventos de ortopedia fabricados con el fin de corregir esta malformación (tengo en casa un par de ellos) se me antojan inútiles. Lo de dormir con la goma de borrar entre el dedo gordo y el dedo vecino me parecía ridículo. Ni quisiera el aunar el trío con una cinta lograba que la unión perdurase toda la noche.
En cualquier caso, con la adolescencia la cosa no fue a mayores. El empujón definitivo para pasar de Juanillo a Juanete se lo di yo, en cuanto descubrí que subirse a unos tacones te hacía ganar altura y ser sexy, o parecerlo. El amor que profeso a los zapatos altos y mi osadía (he llegado a bailar horas sobre piezas de diez centímetros) acabaron confiriendo al aprendiz de juanete la categoría de hallux valgus con todas las letras.
Llegados a este punto, la que escribe, hipocondríaca confesa y con una devoción preocupante en opinión de los que me conocen por el colectivo médico, inició hace cinco años un peregrinaje por traumatólogos. Objetivo: la aniquilación de mi único juanete. Los tres galenos consultados me hicieron desistir, no sin mostrar su sorpresa por el hecho de que tuviera “sólo uno”, cuando lo normal es que los dos pies los sufran. Con uno basta, señores, que el maldito es feo y a veces duele. La cuestión es que el panorama que me pintaban era desalentador: en muchas ocasiones el resultado no es satisfactorio, a la intervención le sigue un postoperatorio de un mes, dolores intensos, incluso durante semanas, y la posibilidad de que el muy bastardo vuelva a aparecer, a no ser que abandones para siempre los tacones. Y ese panorama me resulta traumático. Como a la Beckham, que ni se los opera, ni se baja de sus siempre altísimos zapatos.
Así que conmigo va a todas partes. Aún no es muy pronunciado, pero le miro con temor, porque se que algún día será un Hallux en mayúsculas. He soñado que, como si fuera la prota de una película de Tarantino, tomaba un serrucho y yo misma cortaba por lo sano. No me atrevo, cierto, y sólo me consuela pensar que es una marca de familia. Una de mis hermanas, bastante jovencita, ya los luce, dos a falta de uno.
Los hombres también los sufren, no creáis. Yo no tengo, pero el juanete puede ser genético o bien una deformación por usar puntas muy estrechas. En el primer caso se puede incluir a los hombres.
Ah, Arantxa, no eres tan rara, mi novia también tiene un solo juanete, y también en su pie izquierdo, como tú. Ella tiene la suerte de que no le duele (o al menos eso dice), por lo que puedo seguir viéndola en tacones a diario.
Un saludo.
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Manjolita, me alegro de que ya no te duela el juanete de sastre. Se perfectamente lo que es, pero no los padezco.
Desconozco como es que los hombres no sufren de juanetes. Supongo que el calzado tiene algo que ver, aunque el mío es hereditario.
Al menos con el de invierno el maldito no se deja ver…
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Aghhhhh los taconessssss, soy adicta lo reconozco, mis chiquitines, tan bonitos, alineados en el armario….. y ahora con el nene los saco tan poquito, pobresssss
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juanetes… ayyyyyyyy yo tengo, pero en los dedos mñiques (juanetillo de sastre se llaman) no en los gordos. y mientras estan creciendo son muuuuuy dolorosos. asi q pase unos cuantos años de inviernos muy duros, ya que con el frio me dolian mucho mas. pero afortunadamente eso paso hace algunos años (dejaron de dolerme alrededor de los 23 años) y menos mal. eso si. no puedo comprarme calzado q sea un poquitititititin estrecho porqe no me entra el pie… herencias de familia que le vamos a hacer
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A mí me encantan los tacones, incluso como fetiche me gustan, pero tengo la desgracia de que los aguanto 10 minutos, a partir de ese momento me paralizo y mis pies dicen que hasta aquí hemos llegado… y ni siquiera tengo la excusa de los juanetes…
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A mí los tacones me gustan cada vez menos… y eso que yo he sido muy de tacones, pero que incómodos son, joder!! Son malditos instrumentos de tortura medieval…
Una pregunta: ¿sólo las mujeres tienen juanetes?
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Yo tb pero vamos k a mi me dan un poco igual, solo las chicas y las malas, se dan cuenta de los juanetes …
La otra hija de la primera señora a la k le viste los juanetes …
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