Tras descartar por aburrido, insulso y predecible un libro de ese fenómeno literario llamado Federico Moccia (sí, a mi treinta y tantos también yo he tratado de sumergirme en ese mundo de los adolescentes romanos y sus amores fugaces, las carreras nocturnas de motos, las pizzas como plato único acompañadas por jarras de cerveza como bebida estrella y el sexo arrebatado donde y cuando se puede), me he embarcado en la lectura de un compendio de textos del filósofo y matemático británico Bertrand Russell, cuyo título es “¿Por qué no soy cristiano?”.
Un libro agudo, mordaz e inteligente. Leerlo ha sido para mi un ejercicio de tolerancia, porque yo sí soy cristiana, y he sorteado las embestidas de Lord Russell a mi religión con humor y flexibilidad. La fe es una creencia, y como tal, una cuestión emocional, y también de educación, y esos, entre otros, son dos de los sólidos sustentos de la mía. Por ello no me ha convencido este brillante matemático con su fría y devastadora lógica de nada de lo que no hayan tratado de convencerme con anterioridad, en balde. Que Dios no existe y es una invención humana; que la religión es ante todo una fuerza opresora; que, en caso de existir, un Dios justo y benévolo no permitiría jamás las terribles enfermedades mortales que asolan al hombre, la devastadora desnutrición que sufren miles de niños, las guerras y todas las desgracias de este mundo. El homo sapiens tiene algo que ver con algunas de estas miserias, pero culpar a Dios es gratis, y tanto creyentes como no creyentes estaremos de acuerdo en que el de arriba no va a quejarse. Esto último es puro empirismo, no me lo negaréis.
Cuando era (más) joven me daba apuro en según que ambientes decir que era cristiana, pero con la edad lo afirmo sin titubeos. Supongo que antes me producía pudor porque estaba en minoría, y en la adolescencia y la primera juventud el apoyo de tu tribu es muy importante. Ahora estar en el bando menos numeroso ya no me acobarda y me siento libre para expresarme, de igual forma que respeto todas las creencias religiosa y la ausencia de las mismas, pasando por la duda agnóstica.
Ya puedo decir sin temor a causar chanza o burla o tener que soportar miradas escépticas que una de las personas que más me ha ayudado en un momento doloroso de mi vida ha sido un sacerdote, y que el hecho de que dejara la parroquia del barrio donde resido este pasado verano me produjo tristeza.
Soy una cristiana del siglo XXI, con mis altibajos de fe, debilidades, pasiones, una mujer normal, y mis amigos, sean del credo que sean, saben que pueden contarme sus cuitas, porque no me rasgo las vestiduras fácilmente (antigua costumbre del pueblo judío para mostrar escándalo, vergüenza o dolor). Las mías, enteras y en su sitio.
La religión, para mi ha sido un instrumento más para convencer rápidamente a grandes grupos sociales hacia donde más convenía (hablo de los orígenes sociales de la religión), si nos retrotraemos a nuestros antepasados, la religión explicaba boca a boca el por qué de cosas que en su momento no se comprendían. Siempre ha habido dioses en torno a los hombres, lo que no comprendemos, lo explicamos gracias a algo superior que es quien nos maneja. Por eso, creo que la religión es algo tan humano que es comprensible que acudamos a ella para sentirnos mejor en los peores momentos y también nos reconforte en nuestro día a día. Comprendo lo que dices, aunque no lo comparto. Yo por creer, creo en el potencial del hombre para cambiar lo que hemos estropeado a base de bien… y poco más :S
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Nunca he escondido mi fe y nunca me he sentido mal por reconocerme creyente, ni siquiera en entornos poco afines a la existencia de un Dios. Con los años he ido perdiendo fe, no se si será cosa de la edad o de etapas y no se si la perderé totalmente, pero hoy por hoy me cuesta mucho mantenerme fiel a lo que un día creí y veneré.
Tengo buenos amigos/as de todos los colores en este aspecto y es un tema que nunca ha supuesto ni para mi ni para ellos un problema ni una barrera en nuestra relación, aquí como en política se puede opinar diferente y respetarse igualmente, todo es cuestión de cordura.
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Yo no creo en Dios. Aunque de educación cristiana, soy atea por convicción y de toda la vida, pero respeto profundamente a los que creen, en todas sus versiones. Eso sí, reconozco que a veces me cuesta mucho trabajo entenderles. Supongo que porque no es cuestión de entender, si no de creer, de tener fe o no tenerla.
Una de las experiencias más extrasensoriales que he tenido fue visitando a la hermana de una amiga en el convento en el que vive. Es monja de clausura. Nunca había visto a nadie con una felicidad tan exultante. Ahí, estuve a punto de creer.
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Me apunto el título del libro! Quien sabe, si la próxima vez que me pase por Fnac lo tienen a lo mejor me lo cojo 😛
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A mi personalmente de resultó un problema reconocerlo como tal, ya que vivía la fe con mucha alegría, sin embargo, como comenta la chica anterior, quizá una mala experiencia que no te permite relacionar dolor con lo que asociabas como felicidad, y resultas más descreído, como soy ahora.
Y aquí la gente que no cree se pregunta, ¿y por qué ahora no crees si te va mejor así?, pues porque no es algo que te puedas meter en la cabeza como una imposición o como una necesidad, en fin…
Y bueno, hoy por hoy sigo manteniendo que existen los mismos argumentos para creer que para no creer, principalmente porque me he sentido dentro y fuera, el que siempre ha estado en el mismo lado sólo ve una cara de la moneda, eso también es verdad.
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Lo de la religión es muy personal; y es maravilloso que alguién que tiene las ideas claras (como tu) no esconda su fe; pues creo que hemos llegado en poco tiempo al otro extremo de la balanza.
Hace unos años, tenías que ir con tu escapulario y a misa de doce si o si, y ahora parece que si reconoces que vas a misa y eres creyente… pues eso que ni peludos ni calvos, vamos digo yo!
Yo personalmente soy agnostica de educación y nacimiento (y digo agnostica, no confundir con atea por favor) y me ha ido muy bien en estos taitantos años que tengo, pero… no puedo negar que en ciertos momentos vitales me hubiese gustado poder «hechar la culpa» a cierto ser superior que me estaba jodiendo…
Lo dicho, apoyo y apoyaré siempre a la gente que siente y vive su fe sin radicalismos y con mucha naturalidad, aunque desgraciadamente mi fe sea no tener una fe concreta.
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A mi me pasa un poco lo mismo, paso por etapas variopintas…Ahora mismo, y debido a la muerte de mi primo de 4 años, estoy en una de esas etapas en que no creo en nada!!!!Pero reconozco que casi a diario le pido a Dios que no permita que ninguna otra familia pase por lo que esta pasando la nuestra!!!!Asique ya ves: no me entiendo ni yo misma!!! Un beso
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