Hace poco he estado embarazada y me aconsejaron desayunar, aperitivear, almorzar, merendar y cenar. Y yo, que soy de natural buen comer, apliqué el consejo con gusto. Reconozco que salvo la merienda, lo demás vengo practicandolo hace años para satisfacer mi gula y para mantener el culo hermosote. La única novedad era esa mini comida vespertina.
No merendaba desde niña, y tener que volver a hacerlo me hizo remontarme a la infancia. A las tardes de cola-cao y bizcochos, de sandwich de nocilla o de medianoche con foie gras viendo Barrio Sésamo. ¡Qué gran momento el de la merienda! Hacía que la tarde pareciera eterna… Uno se convierte en adulto de verdad cuando prescinde de la merienda y lo hace porque de repente la tarde pasa a ser un breve paréntesis entre el café de después de comer y la noche. Vamos, un par de horas… ¡y encima de curro! Como pa meriendas está uno…
La tarde, con su merienda, vuelve a cobrar importancia con la edad… Con la tercera, pa entendernos. Lo sé porque últimamente estoy siempre rodeada de señoras con su pelo ahuecado y teñido de peluquería, sus abrigos de piel y sus fulares de seda. Y es que desde deambulo por la vida empujando un carrito con bebé dentro y me he vuelto una radical antitabaco (como la mayoría de los ex fumadores), no me queda más remedio que frecuentar las cafeterías, esos híbridos a caballo entre el bar y el restaurante, esos templos del café con bayonesa, el té con tarta de queso y arándanos, el chocolate con churros… Lo dejo que ya estoy salivando.
Y es que, chicos, me he vuelto fan de las meriendas. Desde aquí os lo digo: hay que reivindicar la merienda para los adultos en edad laboral. No se puede privar a los trabajadores de un tentempié reposado a media tarde. La población activa se merece merendar como Dios manda…
«Vale -pensaréis- si es que todo se pega y de tanto estar en compañía de abuelas, esta tía está medio chocha…» Pero no, no es chochez, que yo sé que cuando llegue ese lunes prodigioso en que me vea merendando será porque por fin he vuelto a tener tardes.
Ayer me zampé unas im-perfectísimas tortitas con nata y esta tarde atacaré el roscón de Reyes…
Gracias a todos por vuestros comentarios, espero que en 2011 los horarios laborales no nos priven de tan deliciosa actividad 🙂
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Mira, esta es una cosa de las que más echo de menos de mi infancia y de las que más recuerdo… Esos bocadillos de chorizo, los de nocilla, foigras… Nosotras haciamos bocadillos con las galletas María, untabamos dos con mantequilla y azucar o con leche condensada, o con la misma nocilla y nos las comiamos de dos en dos… Yo no soy madre, pero creo que también me merezco volver a los orígenes, así que ¡a merendar!
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¡¡cómo mola!!
¿Me estáis diciendo que ahora que soy madre voy a poder merendar?
¡ñam-ñam!
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Como Mónica, desde que soy mamá meriendo. Adoro las meriendas de cafetería, el olor de los bollos, del café, charlando con una amiga, nunca sola. I love it!
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Desde que soy mamá, practico la merienda,y ya hace 17 años!!!! No hay mejor placer que un chocolate calentito con sus churros y pelearse por haber de quién es el último….Claro que el pequeño detalle de no trabajar, y dedicarme a mis hijos me ha facilitado mucho ese disfrute!!!! Un beso
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Mmmmm un sándwich de jamón y queso es una excelente opción merendera, Leia.
Anónimo, yo creo, de hecho, que la merienda la importamos de los británicos.
Efectivamente, Inverosímil, hay que ser libre a la hora de la merienda… libreeeeee…
jajajaja, Chelo, las tardes de tus fines de semana son el lujo de cualquier ser humano: siesta y merienda… qué más se puede pedir?
Ay, Angelito, que nostalgia de merienda 😛
Soñadora, ¿al alma o al estómago? jajajaja
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Lo de la tarta de queso con arándanos me ha llegado al alma ,creo que mañana merendareeee
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Es verdad uno se hace mayor cuando de repente se da cuenta de que no existe la merienda.
Esas meriendas de pan y chocolate y a la calle a jugar mientras jugabas a polis y ladrones con el chocolate en la boca y el pan en la mano, la otra libre para pillar claro.
Y las de pan con quesito….y el paté, pero siempre en la calle jugando, joers que vieja me siento, se me ha pasado la hora de la merienda, mañana vuelvo a por ella, verás que alegria para el cuerpo y que joven me siento juas juas
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Yo la merienda la practico los fines de semana, con remordimientos, pero la practico…
Recuperar las tardes… pues no nos queda ná 😦
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Lo mejor con mucha diferencia de las meriendas de abuelas es que cada una toma el café de una manera y son absolutamente inflexibles.
Yo a veces iba con mi güeli y sus amigas (me partía con ellas) y admiraba profundamente a ese abnegado camarero de Hontanares que les traía el descafeinado en taza corto de leche e hirviendo, el manchado en vaso con leche fría, el cortado con leche descremada templada y el café con leche condensada y taza grande…
Para merendar hace falta ser libre a la hora de la merienda. Se lo voy a comentar a los del Comité de Empresa para el Convenio del año que viene.
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yo como buen pro-british soy más del afternoon tea…
Tea time won't be the same without my donna
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Jejeje… yo que estoy justo en la fase anterior a empujar del carrito te entiendo, pero… es una pesadez estar «rumiando» tooodo el día.
Yo también revindico las meriendas, pero las buenas, las de la cafetería o el sandwich de jamón y queso; Uhm! me voy a redesayunar!
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