Mi hija pequeña acaba de cumplir tres años y lo ha hecho en compañía de unos incómodos visitantes… los indeseables piojos. Para mi ha supuesto una conmoción que mi niña se haya contagiado en el colegio. Hasta he sufrido pesadillas en las que su cabeza aparecía literalmente invadida por este asqueroso insecto y sus crías, a modo de amenazadores huevitos.
En mi lucha por acabar con los malditos bastardos no me he limitado al consabido tratamiento farmacéutico. Aplicado éste, en los días siguientes he recurrido al popular vinagre y a otro método que no goza de tanto predicamento, pero que es un buen aliado en esta ardua lucha: la mahonesa. Cierto es que si algún indeseable permanece agazapado, gracias a esta salsa los bichos y las repugnantes liendres resbalan con una facilidad pasmosa. Eso sí, la cabeza de la cría quedaba completamente engrasada, y para dejarle el pelito reluciente se requerían tres enjabonados y aclarados a conciencia. Una semana así, imaginad. La niña lloraba como alma en pena y yo estresadísima, todo un calvario.
Si mi hija va limpia, ¿cómo es posible que haya tenido pipis? Eso me he preguntado una y otra vez. Luego hablas con una amiga maestra y te dice que en los colegios eso de lo más normal. La pediatra me comentaba ayer mismo, en la revisión médica, que es un problema muy frecuente, y que no es raro que la cría sufra una reinfestación, si todos los padres no son meticulosos y constantes. Será lo más normal del mundo y muy propio de los niños en la etapa escolar, pero combatir a este enemigo es muy molesto y latoso. Si alguna vez os toca lidiar con el problema o si ya lo habéis sufrido en casa, entenderéis lo que digo. Por no hablar del estigma social que aún existe acerca de los piojos, y así, erróneamente, hay quien todavía cree que la causa es una higiene deficiente. Pues no. Para empezar, el contagio es muy fácil, de pelo a pelo (estos tipejos ni saltan ni vuelan, como cuentan las leyendas populares), y parece ser que prefieren el cabello limpio y fino. Ya me he leído un par de estudios médicos al respecto, el primero lo devoré el día que supe de su existencia en la cabeza de mi hija, de cinco a seis y pico de la mañana, completamente desvelada y absolutamente preocupada.
Tengo no uno, sino dos kits antipiojos, amén de una caja de guantes de látex comprada ex profeso para examinar su cabecita, algo que hago todos los días. Como veis, estoy hecha una profesional. Hasta uso lupa y linterna, para que no se me escape nada a simple vista. Si las princesas de los cuentos cepillaban su larga cabellera al menos cien veces, cada día el pelo de mi hija es repasado con un peine de púas metálicas específico (la lendrera) durante al menos media hora.
De momento la nena está limpia, pero no bajo la guardia. Lo que me desespera es pensar que quizás en otras casas no estarán siendo tan rigurosos para atajar el problema. Porque cambiar las sábanas todos los días, hervir cepillos y peines, y poner lavadoras de continuo también es parte del proceso, aunque me temo que poca gente se lo toma tan en serio. Y pensar que tan deplorable insecto ha merecido un post im-perfecto. Nunca lo hubiera imaginado.
En mi casa ha habido hace poquísimo una invasión, pero aquí nos lo tomamos con calme. Golpe de lendrera, tratamiento de farmacia, limpieza sábanas y paciencia, mucha paciencia… Estoy con Chelo, lo peor ha sido cuando lo hemos tenido nosotras, yo no solo recuerdo el vinagre y los tirones al sol, mi madre tenía un remedio eficaz y horrible: ddt en la cabeza… que yo lo que no sé es como no estamos las tres calvas, porque enchufar el matabichos directo a la cabellera…
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Yo los he sufrido más en mi propia cabeza de pequeña que lo que de momento me ha tocado con mis hijas, lo mío era un cada 2×3 y lo recuerdo con horror. Al menos ahora hay métodos y tratamientos más civilizados, que a mi le ponían la cabeza de vinagre puro que no veas y luego al sol a matar las liendres ainssss que asquito hija. Hasta que me cortaron el pelo “a lo chico” pues no lo pasé mal ni nada por culpa de los malditos bastardos…
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Esperemos que ya no vuelvan a salir!!! que la mayonesa tipical Spanish nos ayudo mucho para quitárselos, aunque con ese corte de pelo ahora la peque esta preciosa!!
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Pero con lo obsesiva que eres, aunque no los veas, no vas a descansar. Y si están pican, la nena se rascará. Pero mejor que no vuelvan. 🙂
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Lo de los piojos es universal y no hace distingos entre clases sociales, ni capacidad higiénica. Se distinguen fácilmente y se eliminan sin problema… y a otra cosa, mariposa.
Creo que no merece la pena obsesionarse con el tema… como dice Mónica: volverán. Y no pasa nada.
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Gracias por vuestras opiniones. Mañana la vuelta al cole tras cuatro días aislada de sus compis, y del foco de infestación, que ha sido el centro escolar. Su cabecita va perfectamente limpia, o sea, libre de invasores. Espero que así siga.
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jajajaj…A mi también me pica la cabeza después de leer el post…Los piojos pican hasta de oidas!
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Tu hija ha cogido piojos precisamente por ir limpia. Mi sobrino está emparanoiadísimo con los pipis, la última vez los cogió en Port Aventura y no sabemos cómo. Besos.
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Después de varios años con piojos en casa, me considero una experta en la materia!!!!!Y te diré que da igual lo escrupulosamente limpia que dejes a tu nena, volverán…y volverán a volver…y…llorarás de desesperación preguntándote porque les gusta su preciosa cabecita!!!!!Pero no voy a ser yo la que te quite la esperanza de que no van a volver,jijijijijijiji.Un beso y paciencia…
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Te doy toda la razon, mis hijos no los han sufrido,pero es cierto que algunos papas no tienen tanto cuidado con la higiena de sus pollitos..
Has probado la colonia preventiva?
animo y un beso
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Ay Dios, me está picando la cabeza después de leer el post. Concuerdo contigo, los piojos (los del pelo) van a las cabezas limpias. Les resulta más fácil agarrarse así.
En mi casa, hace unos años, mi hermana y yo recibimos la visita de estos indeseables bichitos. Nuestro colegio estaba infestado y al menos media clase de cada curso tenía piojos. Tuvieron que fumigar y hacer una revisión a los niños para avisar a los padres que aún no se habían dado cuenta.
Yo no era una niña, estaba ya más en la adolescencia. Fue una cosa muy desagradable y vergonzosa para mí, precisamente por el estigma social basado en falsos mitos que todavía existe.
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