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Ilustración de la portada de Mamma Mía, de la genial Agustina Guerrero |
Los que me conocéis sabéis que estoy en la fase final de mi segundo embarazo. Y los que más me tratáis sois conscientes de que no soy una buena embarazada… Me explico: hay mujeres que parecen pasar por los periodos de gestación como quien se da un paseo por el campo, en ocasiones pilla una cuesta arriba, otras una agradable pendiente y por lo general disfruta del sendero por el valle, a la sombra de los árboles y aspirando el aroma de las flores. No es mi caso, desde luego.
También hay quién sufre embarazos de riesgo, en los que la futura madre padece complicaciones que comprometen su salud y la del futuro bebé. Tampoco ese es mi caso, afortunadamente. El mío está siendo un embarazo normal, del montón… así que supongo que tampoco tengo grandes motivos para quejarme, pero me quejo. Me quejo mucho y con vehemencia, porque para mí estar encinta es un absoluto coñazo.
Ya me pasó con el otro, hace cinco años, que a pesar de no tener molestias físicas reseñables, el feto se adueñó hasta tal punto de mi cuerpo, que le cogí asco a lo que siempre me había entusiasmado como el café o el marisco, y sin embargo, una fuerza sobrehumana me llevó a devorar con ansia malsana toda clase de bollos y dulces, y a atiborrarme cada noche de leche con galletas… yo, que siempre he sido de salado. Si eres fan de Alien, el octavo pasajero, habrías disfrutado mucho las 37 semanas que pasé viviendo sin vivir en mí.
En el segundo embarazo, no me ha sucedido nada de eso… me sigue gustando lo de siempre: la cerveza, el jamón, el vino, el sushi, las hamburguesas con patatas, la pasta, la pizza, los gin-tonics, la paella, los guisos contundentes… un sinfín de cosas que me han aconsejado no tomar. Ay… porca miseria. Primero, fueron los vómitos, después los ardores, los gases, el estreñimiento, las hemorroides, el aumento de peso y la constante amenaza de la toxoplasmosis… llevo sin poder comer a gusto y sin pensar en las consecuencias desde octubre. Hay que joderse.
Lo que sí me ha pasado en esta ocasión es que me he puesto como un globo. Tengo un barrigón que parece de coña: redondo, descomunal y pesado, como una pelota de las de Nivea, pero rellena de arena en lugar de aire. Me cuesta levantarme, sentarme, andar, subir escaleras, bajar cuestas, agacharme, tumbarme, dormir… y lo peor es que no es de ahora, ¡que llevo gorda desde el tercer mes! Tanto se me ha tensado la piel, que no es que se me haya salido el ombligo, es que se me ha deshecho ese nudo primigenio que me hizo una matrona hace ya 39 años, y lo tengo en carne viva, amoratado y dolorido. Jo.
La ciática me mata y me da unos latigazos dolorosos hasta el grito. Cuando estoy mucho rato (más de 20 minutos) sentada se me duermen las piernas y los pies. Tengo los tobillos tan hinchados que dan ganas de echarlos a un cocido. Los dedos de las manos también valdrían como plato, 10 morcillas para freír. Se me han puesto brazacos de luchadora de sumo. Las plantas de mis pies no soportan mi nuevo volumen, lo que me impide caminar con sandalias, y tengo que ir con zapatillas de deporte con el caloraco que hace y lo que me mola a mí dejar al aire los pinreles en cuanto llega el buen tiempo.
Un tema bastante desasosegante es el de los desmayos… siempre había tenido la tensión baja, pero nunca hasta el punto de marearme hasta caerme o perder el conocimiento, algo que me ha pasado unas cuantas veces en los últimos meses, y por lo que he llegado a coger aversión al metro y a sus aglomeraciones. Otra cosa que me angustia es la lentitud de movimiento, no poder andar deprisa y tener que ir al más puro estilo Fraga o caminar al mismo ritmo que Danny DeVito en su papel de pingüino en Batman Returns…
Ya sé lo que muchas estaréis pensando: «Pues vaya cosa, hija… lo normal». Y tenéis razón. No me ha pasado nada del otro mundo, son todo molestias y males menores, pero me apetecía desahogarme y gritar a los cuatro vientos que el embarazo es un mal trago de casi 10 meses (porque hay que ser muy optimista con el cálculo para que 40 semanas se traduzcan en 9 meses). Así que no os lo toméis a mal si os pongo cara de seta cuando me soltéis eso de «¡Disfruta tu embarazo!», porque no hay nada que conjugue peor con embarazo que el verbo disfrutar. He dicho.
Gracias, Ana… hay momentos en los que me siento la más quejica del planeta, pero es que tengo tantas ganas de que esto se acabe… Lo dicho, un coñazo.
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Yo no tengo miedo al parto. Tampoco lo tuve hace cinco años… llamadme inconsciente, es lo que hay.
Las molestias físicas que genera un barrigón de la envergadura del mío hacen que otras cosas queden en segundo plano.
Es cierto que es un peaje que hay que pagar para poder tener a tu criatura encima y que solo ese momento compensa todo lo pasado.
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Doy fe de que tú no eres de quejarte y doy fe de que si ahora te quejas es con razón… Yo no he estado nunca embarazada pero he seguido con interés los embarazos de mis amigas y no conozco a ninguna que realmente lo haya disfrutado. Otra cosa es que luego la recompensa sea maravillosa y todo quede en el olvido, pero llevar tres kilos de bebé más todo el líquido amniótico, placenta y demás, cargado en la tripa y haciendo presión en la espalda, muy agradable no debe ser…
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En mi caso fue mejor el segundo embarazo que el primero e infinitamente mejor el segundo parto también. Con la primera gestación yo tenía muchos miedos, también al parto, al dolor. No lo niego. Y con el segundo embarazo muchos de esos temores se diluyeron y el parto fue genial.
Yo tampoco he alcanzado esos estados místicos de felicidad, plenitud y bienestar que viven algunas mujeres durante sus embarazos, pero con mi segunda hija el parto fue precioso y feliz, un enfermero primerizo llorando de emoción, fue tan fácil –con la primera, con ventosa, todo resultó más complicado, para ella y para mí-. Hay que pasarlo y con el bebé en brazos se olvida todo.
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Gracias por los ánimos, Mi Alter Ego 🙂
muchas de las cosas que sufres durante el embarazo las olvidas… y luego es cierto que hay mujeres que se lo pasan fenomenal y a las que el subidón hormonal las tiene en un estado de felicidad constante…
Algunas tienen esa potra 😉 yo no… jejejeje
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Como nunca he estado embarazada no sé lo que se siente pero, al leer los síntomas, no parece que eso sea algo especialmente disfrutable, así que tienes derecho a quejarte. Eso sí, he conocido gente que dice no haber sentido ninguna molestia durante el embarazo. Un besote y ánimo!!!
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Yo también creo que el culmen evolutivo seria dejar de ser mamíferos y transformarnos en oviparos. Todo mucho más sencillo 😉
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Aunque hay gente que lo vive de otra forma, para mi el embarazo es un tramite, yo podría un huevo y que rompiera el cascarón a las 40 semanas, tan feliz…
Mis dos embarazos fueron muy buenos, pero no encuentro el lado místico del «estado» y lo digo con cierta envidia a esas madres que afirman que estar embarazasa es lo mejor del mundo… ya que hay que pasarlo, mejor disfrutarlo. No es mi caso.
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Gracias a ti por leerme, Marta… y por los ánimos 😉 eso me temo yo… que este tripón no va a desaparecer fácilmente.
Un abrazo!
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Hola. haces muy bien en desahogarte porque así recuerdo mis embarazos muy parecidos a los tuyos y comparto especialmente el barrigón del segundo… la barriga crecía y crecía… y lo peor es que después de nacer el segundo bebé la barriga tardó 4 meses en bajar… parecía que seguía embarazada… un horror… pero paciencia que todo pasa… seguimos en contacto
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