En 2009, cuando empecé a participar en im-perfectas, mi vida era otra. Casi podría decir que yo era otra. Ejercía de periodista, era jefa de sección en una agencia de noticias importante, viajaba mucho, salía mucho, iba mucho al cine, al teatro, a conciertos. Tenía una salud envidiable, no me ponía mala nunca y jamás había estado ingresada ni me había cogido una baja. Pero por encima de todo, no era madre. Porque ahora, por encima de todo, soy madre. Lo dicho: era otra. Im-perfecta e im-puntual también, pero otra.
En estos diez años, me han pasado tantas cosas y todas tan definitivas que no puedo decir aquello de “parece que fue ayer” porque ya casi ni me acuerdo de cómo era antes. Echo la vista atrás y me parece que veo la vida de otra persona. De otra Isabel. Entonces, aún era más Isabel que Isa. Al poco de empezar a escribir aquí, me despedí de mi mochila, la que me había acompañado por medio mundo. Ya en su momento me pareció simbólico, aunque entonces aún no sabía que la despedida sería tan efectiva.
Unos meses después, me quedé embarazada y todo empezó a cambiar. Vino Gael, mi hijo querido, mi sol, y puso mi mundo patas arriba. A partir de entonces, deje de conjugarme en singular. Después la separación de quien había sido mi pareja durante toda mi vida adulta, pero que sigue siendo mi compañero. Una crisis vital en toda regla. El amor de nuevo, con toda su pasión y su insolencia. Mi despido, un golpe durísimo que me hizo tener que renunciar poco a poco a mi vocación profesional. Otra crisis vital, esta causada por la crisis (valga la rebuznancia). El paro, la angustia, el cambio de trabajo y de tercio laboral. Mi segundo embarazo, la llegada de mi niña, mi princesa guerrera. La ubicuidad, adicción y hartazgo de las redes sociales. Y por último el cáncer, del que aún me estoy recuperando. ¡Menuda década! He perdido a personas muy queridas por el camino que se han llevado parte de mí. Los años difíciles. ¿Volverán a ser fáciles algún día?
Al principio de mi andadura im-perfecta podía vislumbrar aquello de que la liberación de la mujer era una farsa, pero no me lo creía del todo. Miraba a las generaciones anteriores y me parecía muy evidente que la mía estaba mejor. Yo, al contrario que mi madre, había podido estudiar, había pasado por la universidad y llevaba ya más de diez años trabajando y cotizando, tenía independencia económica y la vida me sonreía abiertamente.
Sí que notaba (claro) que nosotras seguíamos teniéndolo todo más difícil, que seguíamos teniendo que demostrar más nuestras capacidades intelectuales además de estar siempre monísimas. Pero más que a un defecto en el progreso lo atribuía a una demora, a todo lo que aún está en proceso de mejora.
Mi percepción de la “liberación” de la mujer cambió totalmente al ser madre, ahí es cuando me dí cuenta de que con la supuesta liberación nos estaban tangando, que nos habían encasquetado la necesidad de trabajar, de ser solventes económica y profesionalmente sin renunciar a todo lo que se presuponían tareas femeninas hace un siglo. La perfección nos cae encima como una losa: tenemos que ser buenas en todo (en el trabajo, en casa, con los niños, en el colegio, en sociedad… El concepto de supermadre o supermujer viene de ahí, claro.
Me gusta mucho que en estos últimos diez años surjan cada vez más voces reivindicando la im-perfección, que se ponga de manifiesto que nos han vendido una moto en la que o perecemos de agotamiento y estrés en el intento de poder con todo o renunciamos a alguna de nuestras conquistas o nuestros anhelos. Por ahí va la campaña “Yo no renuncio” de las Malasmadres y ese es el camino que toma este nuevo feminismo que nos quiere libres, independientes y felices. En ello estamos, batallando por ser im-perfectas.
Pues si que ha llovido en estos 10 años y claramente lo de los hijos es un gran cambio.Para mi fue el detonante para ser más consciente de la farsa de la liberación.
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¡Anda que no cambia la vida en diez años! Y es genial que tras todo ese tiempo continuéis con ilusión y ganas de seguir con el blog, ¡tiene mucho mérito! ¡A por otros 10!
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¡Muchas gracias! Hemos dado muchos vaivenes, pero aquí seguimos sí… y cada vez somos más 🙂
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En 2009 mi vida era, en esencia pura, la misma. Y sabes por qué: yo ya tenía a mis niñas. Por eso, aunque ese año fue duro, tiré para delante. Por mis hijas. Y en estos 10 años, si miró atrás, me han sucedido cosas que ni atisbaba… Mi vida no ha sido lineal, si la comparo con la de mucha otra gente que ha llevado una existencia con menos sobresaltos (buenos y malos). Estamos aquí, mujeres madres, profesionales y mil cosas más… Más liberadas, lo dudo. Y no sigo, que me da para un post.
Años difíciles, algo menos difíciles… Vivir no es sencillo, en general. Los años son bárbaros. Y un regalo también. Un beso fuerte, Isa
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Estoy de acuerdo, sí. La vida no es fácil pero es lo mejor que tenemos. Otro beso grande y adelante con ese post 😉
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