Ahora que ya hemos dejado atrás -y bien atrás- las navidades, puedo decir sin pudor que, a pesar del estrés que generan, de los conflictos conyugales y familiares por hacer encaje de bolillos y Tetrix con las agendas para intentar cuadrar todos los eventos y complacer a todo el mundo, son unas fechas realmente «entrañables» (que conste que he llegado a aborrecer el término).
Y eso que el vocablo, en sí, no tiene nada que la haga aborrecible. Entrañable (según la RAE): Íntimo, muy afectuoso. Suena mucho mejor que la imagen que a una se le aparece en la cabeza cuando la escucha, ¿a que sí?
Lo que está claro es que independientemente del significado preciso de la palabra «entrañable«, es que en Navidad es inevitable dejarse llevar y sentirse de alguna manera invadido por un cúmulo de emociones. Si tienes niños a tu alrededor -sean o no tus hijos-, o a algún allegado viviendo fuera, o has perdido a alguien recientemente… la cosa se eleva a la enésima potencia. Yo he estado en dos de los casos. Por suerte, no se me ha muerto nadie en el último año y ojalá siga así mucho tiempo, pero tengo dos peques y bastantes sobrinos y además mi hermana vive en Estados Unidos. Todos la echamos de menos muchísimo. Este año pudo regresar y pasar gran parte de las vacaciones con nosotros… un subidón inicial que te cagas y un bajonazo tremendo en la despedida.
De lo de los niños, no es la primera vez que hablamos en im-perfectas. Es de cajón que las navidades con críos son otra cosa, mucho más alegre e ilusionante. Ver en sus caritas todo lo que supone, la magia de los mitos navideños, con Papá Noel o los Reyes Magos, las uvas, las campanadas, los villancicos… todo se vuelve especial con pequeñajos crédulos rebosantes de ingenuidad.
Pero si hay algo en lo que no había caído hasta hace poco y que cada vez me parece más entrañable y es ver el reflejo de esa ilusión renovarse en la gente mayor. Ese esfuerzo por compartir la lotería, por dejarse el resto en la cena o la comida más rica o en los mejores regalitos para los nietos. El entusiasmo evidente por volver a tener a todos en casa… y una de las cosas más tiernas, ese empeño por mantener el arraigo aunque sea en medios tan hostiles y tan fuera de su tiempo como las redes sociales o el Whatsapp.
Les ves ahí, volcados en la tarea de hacerse con las pantallas táctiles, escribiendo sin espacios, o con puntos entre las palabras, con faltas de ortografía o sin signos de puntuación… pero lo hacen. Por seguir en contacto. Se suman a la moda de los vídeo-selfies. A veces te envían amenazas virales de esas que nadie se cree ya y otras veces chistes verdes que no querrías leer nunca en su presencia…
Hay mucha coña circulando sobre las incorrecciones o incongruencias de las madres y padres en los chats, pero, qué queréis que os diga, a mí eso sí que me parece «entrañable.
Me pasa como a Carol, la palabra en sí, me da repelús jajajaja. Tengo una compañera de trabajo, que se jubila a finales de mes y alucino con el control que tiene de las nuevas tecnologías, la escuchas hablar de landing pages, SEO y leads y yo sólo puedo pensar que ojalá cuando yo tenga su edad haya sido capaz de asimilar la moderninda a ese nivel.
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Sí, a mí también me parece alucinante el grado de implicación de algunas personas mayores en los temas tecnológicos… ¡tiene que ser muy chungo!
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Yo es que no sé si será porque no tengo niños pero soy incapaz de verles lo entrañable a las fiestas. Me agobian muchísimo.
Eso sí, la gente mayor haciendo sus pinitos para mandar un mail o algo así son completamente achuchables. Besotes!!!
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Muchas gracias por tu comentario, preciosa… algo debe tener que ver, porque cuando no era madre las navidades tampoco me entusiasmaban en exceso, salvo por las vacaciones y los días libres que siempre han sido un gran aliciente para mí 😉
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A mí, sólo a la parrilla 😛
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Interesante perspectiva. Es verdad que nuestros mayores en Navidad también tienen sus «regalitos»
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Grazie mille, Manu… mola ver el entusiasmo de los abuelos 🙂
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Coincido contigo en que la palabra está taaaaan manoseada que ya da grima. Aparte, eso de tener como raíz la muy fea palabra «entrañas» no me acaba de gustar, jjijii.
Como a ti, también me encanta ver el empeño que ponen padres y abuelos en conocer las utilidades de «el Intenné» para estar en contacto con los amigos y familiares que están lejos. Lo que viene a demostrar que si tienes ganas y voluntad, las relaciones pueden cuidarse a pesar de los kilómetros.
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Pues fíjate que a mí la palabra entraña sí me gusta.. yo es que soy muy visceral 😉
¡Los abuelos son geniales!
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