La ‘abuelez’ (por Cristina Buhigas)

Es miércoles y toca colaboración im-perfecta. Hoy se estrena con nosotras Cristina Buhigas: Tras fundar y asistir al cierre de numerosos medios de comunicación, del antiquísimo Pueblo al moderno Público; de trabajar en ellos miles de horas, como en los diarios económicos La Gaceta de los Negocios o La Economía 16 y en la agencia de noticias Europa Press, Cristina ha conseguido liberarse de libros de estilo y, lo que es más importante, de líneas editoriales, gracias a la jubilación. Por eso está feliz de recalar en Im-perfectas, donde piensa hacer lo que más le gusta: decir lo que piensa sobre la realidad y lo inventado (algo que, en estos duros y complicados momentos, supera a la realidad). Si queréis saber algo más de ella, buscadla en Facebook.

abuelez1200Convertirse en abuela (en abuelo supongo que también) es una experiencia vital maravillosa. Vaya esta afirmación por delante en esta época en la que nos buscamos enemigos en cuanto lo que decimos no se ajusta a lo que se considera correcto. Digo esto porque estoy escribiendo mi primera contribución a Im-perfectas. Prometo solemnemente no volverlo a decir.

Con los nietos nos encontramos, no los hemos traído al mundo. Para una mujer la experiencia no tiene nada que ver con la maternidad porque el cariño hacia los nietos no nace de las entrañas, no es biológicamente imperativo. Es un amor que se va construyendo (lo del refrán, “el roce hace el cariño”) a medida que encuentras en sus rasgos rastro de los de tus hijos o de los tuyos, a medida que coges en brazos al bebé, sus ojitos te miran y… le cambias los pañales. Porque, lo mismo que en la maternidad, en la abuelez hay prestaciones desagradables.

Según los niños crecen, se construye entre ellos y tú una relación peculiar, basada generalmente en la complicidad: “no se lo diré a Mamá”, “que no se entere nadie”, “te puedes comer sólo la mitad”, “yo te ayudo”, etc. Para las mujeres que estamos empezando ahora a ser abuelas, las que fuimos pioneras en construir una vida profesional y que delegamos un 75 por ciento de la crianza de nuestros hijos en otras manos, es un viaje apasionante (Inciso: las mujeres de esa generación mayoritariamente no nos sentimos culpables por haberlo hecho, algo que ahora si sienten muchas de nuestras hijas, pero ya hablaré de eso en otra ocasión).

Decía que es un viaje apasionante, pero lo es en gran parte porque se desarrolla a tiempo parcial, casi “de visita”, como se decía en tiempos de mi abuela. Disfrutamos de los nietos porque disfrutamos plenamente de la vida, porque, gracias a algún ERE o a la edad, somos al fin dueñas de todo nuestro tiempo. Tengamos o no pareja y sea esta el abuelo o no de esos maravillosos niños, salimos cuando queremos y a donde queremos, dormimos hasta tarde, trasnochamos o madrugamos, vamos al gimnasio, hacemos senderismo, leemos, cotilleamos en infinitos cafés o comidas con amigas y viajamos lo que nos permite la siempre exigua pensión (eso también puede dar para otro día).

Entre todas estas actividades más o menos lúdicas está también la relación con los nietos. Sacarlos de paseo, contestar a sus preguntas que, de tan lógicas, nos hacen reír y pensar, disfrutar de su asombro y su ilusión al subir a un tren o ver una película… en definitiva, ver como cada día se van haciendo un ser individual. Debo confesar que estoy deseando que mis nietas tengan edad suficiente para poder llevármelas de viaje y volver a ver juntas lo que yo ya he visto, incrementar mis recuerdos y crearles a ellas recuerdos conmigo.

Pero los abuelos no pueden ir más allá de lo que acabo de contar y de echar una mano, todo lo grande que sea necesario, cuando un niño enferma o cuando los padres tienen un compromiso puntual. Hablo desde el punto de vista de las personas que estamos bien de salud y que somos relativamente jóvenes, que estamos en la madurescencia, esa nueva edad recién inventada. Incluso nosotros no podemos hacernos cargo a tiempo cuasi completo de nuestros queridísimos nietos porque acabaría con nuestra salud física y mental.

Como sé lo que supone, cuando veo por la calle a personas de 80 años empujando un carrito o, lo que es peor, tropezando al correr detrás de un pequeño energúmeno de cuatro años, en mi cabeza aparece una palabra, injusticia. Ya sé que los sueldos son bajos, ya sé que es muy difícil conciliar trabajo y familia. No voy a obviar los casos en los que los abuelos son la única solución, incluso económica.

Pero hay otras circunstancias. Hay miles de personas que planifican su vida a partir de un sueldo decente, contando con que es obligación de los abuelos levantarse a diario a las siete de la mañana para encargarse de sus nietos, llevarlos y traerlos del colegio, hacerles la comida, dársela, volverlos a dejar en el colegio, recogerlos por segunda vez y quedarse con ellos hasta que llegan los padres. Algunos, después de una semana de este duro trabajo, el finde se quedan con los niños para que los padres salgan. También están (lo he visto) los que soportan broncas filiales por no haber actuado con los niños tal y como les han encomendado.

Estos padres tienen sus viajes de vacaciones, sus pequeños caprichos y pagan a veces la factura de un colegio caro porque los abuelos asumen una responsabilidad que no es suya. La abuelez es un disfrute, no una obligación cercana a la esclavitud. ¡Basta ya! ¡Abuelos, rebelaos!

 


5 respuestas a “La ‘abuelez’ (por Cristina Buhigas)

  1. Alguien tenía que decirlo alto y claro. Gracias por la colaboración Cristina, bienvenida a im-perfectas.
    Ves cada cosa que flipas. Abuelas que van por las mañanas a las 7 de la mañana a casas de sus hijos a peinar y llevar al cole a los nietos como una obligación a la que no pueden faltar, señores muy mayores bregando con críos pequeños… pero luego las vacaciones que no falten, el mejor coche, la cazadora de marca. Ya está bien hombre, paga el servicio si lo necesitas y deja a los abuelos vivir.
    Yo he tirado de abuelos, claro que si, pero puntualmente y SIEMPRE preguntando primero si les venía bien y dejando la salida a decir que no, SIEMPRE.

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  2. Coincido completamente en tu visión, y aunque es cierto -como dice Crisgallar- que hay abuelos con un puntito masoquista, y otros que no conciben su vida de otra manera, también hay hijos muy jetas que a veces hasta someten a chantaje a sus padres amenazándoles con no ver a los niños.
    A los que nos tomamos en serio lo de no abusar de los abuelos también nos llueven críticas, no te creas… Mi padre es el primero que me echa en cara que no cuente más con él… Es un equilibrio complejo, pero hay una cosa que tiene que quedar clara, y no siempre lo está: las ayudas de los abuelos son un FAVOR, lo que no se puede hacer es recriminarles encima su estilo. Alguien que cuida a tus hijos según un horario y siguiendo indicaciones tiene derecho a un sueldo, y entonces sí podrás darle las órdenes convenientes.

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  3. Me ha encantado este llamamiento a la rebelión «abuelil» 😀 Estoy contigo. Una cosa es que echen una mano y otra es que asuman una especie de segunda paternidad obligada. Sin ir más lejos, conozco a una pareja que planifica vacaciones transoceánicas sin sus dos niñas dando por hecho que se las van a quedar sus padres o suegros durante 15 días, sin ni siquiera consultarles. Pero creo que muchxs abuelxs no se atreven a quejarse por no dar lugar a una discusión familiar.

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  4. Muy de acuerdo contigo. Muchas veces lo he pensado porque «he tirado de abuelas» desde el principio y mi hijo tiene ya 11 años. Pero mira, cuando las que querido liberar se me han «rebelado» en el sentido de que ni de coña, que al menos un día con Juanmi a la semana. Mira tú.

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