Meses de verano en los que la reflexión me obliga a pensar en qué somos las mujeres aquí, en España, en Europa, en el llamado mundo occidental, en lo que es el feminismo. Juana y sus hijos, la muerte de una excepcional actriz, Terele Pávez… Todo se mezcla en mis pensamientos y voy a intentar darle salida.
La igualdad legal entre hombres y mujeres existe prácticamente por completo en España y en eso que se suele llamar “países de nuestro entorno”, pero la realidad no es de igualdad, no ya con los hombres, sino entre las mujeres. Somos muchas las que hemos llegado a ese estatus igualitario, que somos dueñas de nuestra vida y hacienda, pero hay otras muchas que no lo son porque hay situaciones sociales y económicas que lo impiden.
Hay que tener cuidado en culpar a la pertenencia a una clase social más pobre de la desigualdad femenina. No es así. Hay mujeres con profesiones de éxito o con mucho dinero maltratadas o expoliadas por sus parejas. Me viene a la memoria el caso de Carmen Maura hace años. Como esa actriz o una conocida cantante de ópera a la que su marido desplumó, hay mujeres que se dedican a limpiar, que entregan sus exiguas ganancias a un marido que se las gasta en alcohol mientras sus hijos están malcomidos.
¿Qué tienen en común todas ellas? Creo que son el resultado de esa educación basada en que el amor y el matrimonio lo son todo, en que a un hombre malvado se le puede cambiar por amor, lo que se podría llamar el síndrome de Cumbres borrascosas. Las mujeres se autoengañan, nos autoengañamos, creyendo que se puede convertir en príncipe a un sapo.
La historia de Juana Rivas, su italiano maltratador y sus pobres hijos es a mis ojos una situación de libro. Concretamente de uno que leí hace muchísimos años titulado Las mujeres que aman demasiado. Os recomiendo que lo busquéis porque aclara estos novelones de la vida real con amor, maltrato, perdón y vuelta a empezar. Lo terrible es que la ley en este caso se aplica desde la perspectiva de la igualdad legal, que no es igualdad real. Los jueces aplican el derecho nacional e internacional sin contemplar que esta mujer se enamoró de alguien que utilizó sus sentimientos para controlar su vida y acabó maltratándola y que ella, probablemente, se culpó de no haber podido aguantarle y por eso volvió con él, tuvo un segundo hijo y acabó huyendo ante una situación insoportable. Este caso y todos los de maltrato no pueden analizarse como un pleito sobre una linde, un suponer. Hay unos fundamentos sociales ancestrales que lastran a muchas mujeres y que las leyes y su aplicación deberían contemplar.
Añado que en el caso de Juana y sus hijos me repugna la actuación de la mayor parte de los medios de comunicación recogiendo las declaraciones del padre. Son especialmente repugnantes esas presentadoras que le interrogan como si la víctima fuera él. Quizá tratan de ser igualitarias…
Y de pronto se muere una señora atípica, una gran actriz que nunca fue guapa, pero que siempre, hasta su muerte, ha demostrado inteligencia, originalidad, realismo, elegancia, sabiduría. Una actriz que supo interpretar los antiguos oficios femeninos: puta, alcahueta, sirvienta, trabajadora rural, bruja…
En los papeles de Terele Pávez en el cine español están gran parte de las claves de que las mujeres actuales de todo occidente estemos en riesgo de dejar de ser iguales a los hombres como las leyes dicen que ya somos. En las leyes, en quienes las redactan y aplican, en los medios de comunicación, están presentes estas funciones sociales ancestrales que una gran parte del inconsciente colectivo (masculino, pero también femenino) atribuye a las mujeres. Por eso no se las puede permitir que salgan de los ámbitos del dominio salvo que se conviertan en brujas…
No voy a recomendar que nos vayamos de aquelarre para reivindicar nuestros derechos, especialmente el derecho a mantenernos vivas y a mantener vivos a nuestros hijos. Pero sí propongo una actitud diferente ante los tremendos problemas a los que muchas mujeres se enfrentan y que deberían afectarnos a todas las que, de momento, no los sufrimos. Propongo que defendamos una aplicación de las leyes diferenciada, que se base en la constatación de que las mujeres no estamos liberadas de los atavismos que nos hacen vernos inferiores y los hombres de los que les hacen verse superiores y propietarios de nuestra persona en todos los sentidos. Ahí estaría la verdadera igualdad y, de existir, creo que Juana Rivas no habría tenido que desaparecer con sus hijos.
Cristina Buhigas: Tras fundar y asistir al cierre de numerosos medios de comunicación, del antiquísimo Puebloal moderno Público; de trabajar en ellos miles de horas, como en los diarios económicos La Gaceta de los Negocios o La Economía 16 y en la agencia de noticias Europa Press, Cristina ha conseguido liberarse de libros de estilo y, lo que es más importante, de líneas editoriales, gracias a la jubilación.
Veo que he desatado lo que no quería, un debate sobre el caso de Juana Rivas. Estoy muy de acuerdo con Carolina y me gustaría puntualizar algo: claro que hay mujeres manipuladoras, pero no son maltratadoras. El maltrato, la violencia de género, nace del machismo y la educación patriarcal y, por tanto, nunca puede existir un equivalente que vaya desde la mujer al hombre. Por la suerte y la desgracia que supone ser de la generación anterior a la vuestra, tengo una amplia experiencia sobre maltrato de hombres a sus parejas y el caso de Juana Rivas me parece de libro, con destrucción minuciosa de la autoestima de ella, reclusión y alejamiento de su entorno, huida y vuelta porque se siente culpable y vuelta a empezar. En su intervención televisiva me pareció que estaba en un tratamiento con tranquilizantes, algo lógico tras perder el pulso a la justicia y no ver ni hablar con sus hijos (el padre le cuelga el teléfono, lo que era de esperar). Luego está el agravante de la justicia española dando la razón sistemáticamente a la de un país extranjero.
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¡¡¡No quería ser anónima, soy Cristina Buhigas!!!
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Pues siento disentir de lo de Juana. He tratado de leer todos las resoluciones legales sobre el asunto y simplemente no creo que sea trigo limpio. No se si alguien se aprovechó de su ignorancia o la asesoraron mal pero no me creo su historia de mujer huída de un infierno de maltrataro. Es mi percepción. Lo que me jode sobrenanera es que se cuestione que una sea feminista cuando simplemente no se pone siempre y a muerte de parte de la mujer.
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Yo también tengo un poco tu percepción… y me resulta abrumador no poder poner en duda a una mujer (por el simple hecho de serlo) sin que se ponga en cuestión tu defensa de la igualdad y la lucha contra la violencia de género. Las mujeres no son buenas por definición.
Veo muchas luces y sombras en este tema como para tomar partido claramente. Y, lamentablemente, he tenido cerca casos tanto de maltrato real y como de aprovechamiento torticero de la ley de violencia de género (a la que veo muchas pegas).
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De acuerdo en que no por ser mujer hay que ponerse automáticamente de su parte, pero ¿qué es lo que os hace desconfiar de la versión de ella? (Y por ende, ¿creer la de él?). La pregunta no va con mala leche, que conste.
Por desgracia, yo he tenido cerca no uno, sino varios casos de maltrato en los que ella, de entrada, siempre ha salido perdiendo. Por supuesto, también conozco a mujeres manipuladoras y malvadas que quieren hacer daño a sus ex parejas, aunque muchos menos casos, sinceramente.
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Carol, a mí lo que me pasa es que no me creo del todo ninguna de las dos versiones… y el circo me desagrada profundamente. Francamente, creo que aquí los más perjudicados son los niños.
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Está claro que aún tenemos mucho camino que recorrer. Es cierto que estamos mejor que antes pero ni de lejos se ha llegado a donde se debería estar. Un besote.
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Coincido contigo. El sistema patriarcal y la educación tradicional de la mujer perpetúan la idea de que estamos incompletas sin pareja y de que el amor todo lo puede, incluso cambiar a una mala persona. Afortunadamente, creo que vamos consiguiendo pequeñas victorias y que la educación ayudará a que las niñas y niños del futuro sean distintos. Pero todavía siguen muy vigente en mi generación (y no soy tan mayor 😉 un cierto estigma hacia la mujer desparejada y el miedo a «quedarse solterona», por un lado; y por otro, ese cuento de hadas de que llegará Él y te hará feliz para siempre.
Me parece que el caso de Juana Rivas, como tantos otros antes, ha dejado patente de nuevo que algo falla en un sistema legal que no impide que unos niños se vayan a vivir con un hombre que, recordemos, cuenta con una condena firme por maltrato. Se habla mucho de que el bienestar de los pequeños ha de ser lo primero, pero son sólo palabras: unos niños que han visto a su padre hacer daño a su madre no siguen su vida como si nada. Nunca van a olvidar lo que han vivido, aunque a ellos no les pegara nunca.
Eso por un lado. Por otro, de nuevo hay que lamentar el tratamiento periodístico de la historia. Los medios no se han preocupado por analizar la situación, por por recurrir a expertos y expertas en violencia de género que ayuden a que la sociedad comprenda (comprendamos) todo el contexto que rodea un caso así. Por el contrario, se han dedicado a armar ruido, a buscar el tinte más amarillista para conseguir mucha audiencia y muchos clics, a ver si con suerte Juana llora en directo… y ya el colmo ha sido ir a entrevistar al fulano y a los vecinos, que ofrecen siempre ese valioso testimonio de «era un hombre muy simpático y siempre saludaba».
Me alegro de que hayas traído este recuerdo de Terele Pávez, una tía que, en efecto, nunca necesitó belleza para buscarse la vida y ser esa actriz fabulosa que era. A mí tabién me encantó ‘La puerta abierta’, Isa 🙂
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Interesante reflexión, Cristina.
Me dio mucha pena la muerte de Terele Pávez. La última vez que la vi fue hace menos de un mes en la magnifica ‘La Puerta Abierta’ en la que, junto a Carmen Machi, estaba sublime. ¡Qué peazo mujer!
No he seguido muy de cerca el Caso de Juana, porque los temas con tanto ruido mediático me intimidan y me abochornan a partes iguales. Una de las cosas que más me avergüenzan de la profesión periodística es esta tendencia a enjuiciar públicamente a personajes amarilleando la información hasta conseguir que la masa se quede con su propia certeza (la que más le mola) y el que pretenda informarse de forma neutral no entere ni se crea nada.
Y ahí estoy yo… que no soy capaz de tomar partido claro por nadie y lo único que me da mucho asco es como se ha tratado mediáticamente el asunto.
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