Me he puesto a ordenar el cuarto C de mi casa. C=invitados, plancha, trastero… cuarto del pánico incluso. Un cuarto que me define mucho últimamente, un cuarto muy caos, muy de acumular por si acaso y en el fondo lo que quiero es tenerlo limpio, convertirlo en un despacho, donde pueda planchar si quiero y además valga de cuarto de invitados, quiero un cuarto nórdico como en las revistas o como en casa de mi amiga M que entras a las habitaciones y que gusto da… eso quiero.
Pero hoy por hoy da miedo entrar, ese cuarto es mi bestia negra lo veo y hago un poco de caracol y miro para dentro y veo esas partes de mí estancadas, desordenadas y feas.
Y me pongo a recoger y encuentro cosas de otras épocas que por supuesto no toco en meses, qué digo en meses… ¡en años!, pero de pronto lo veo y me entra como una atracción a la acumulación sin sentido que no la entiendo, supongo que nos acostumbramos a vivir entre nuestra mierdita, tanto interna como externa, pero también cada vez que lo miras te entran unas ganas de llorar y de cabreo terribles y aunque mi voz interior me dice, !Oh no! ¿en serio vas a tirar ese set de agujas de bordar y dedales de silicona? ¿No ves que puede que lo necesites?… Pues puede, pero hoy de una vez me he hartado y me he puesto a tirar como una loca, como cuando me mudé a Valencia y vacié el trastero de mi casa, así. Y si resulta que un día necesito agujas de bordar pues me bajo al chino de la esquina que seguro que tiene hasta de colores.
Pero sí, limpiar y ordenar ese cuarto en concreto, es como limpiar mi alma, esas partes que llevan estancadas ni se sabe el tiempo y con las que me tengo que arremangar y meter a desmantelar casi sin pensar y a tirar y a poner las cosas en su sitio, sin pena, sin dolor.
Hace no mucho hasta me hice con el libro de la Marie Kondo, La magia del orden. Una de las cosas que me encanta acumular es ropa, que por supuesto no me pongo en la vida. En el libro te dice que abraces cada prenda y que según lo que sientas la deseches o no, es como muy romántico ¿no?, pues no las he abrazado, se han ido a la bolsa para dar del tirón. En teoría cuando me mudé hice un pacto con mi hija y mi marido, por cada cosa nueva que entre a casa, otra se va fuera… pero se ve que las palabras se las lleva el viento o que tenemos el síndrome de Diógenes en el ADN.
Y ahí ando intentando ordenar y sacar toda la energía estancada de mi vida. “Cómo estás por fuera estás por dentro”. Pues un poco sí, pero en proceso profundo de cambio, no hay nada más liberador que darse cuenta de las cosas, para volver a empezar o por lo menos seguir.
Así que ahí estoy, catálogo de Ikea en mano, dispuesta a la reforma total.
Olga: Hace no tanto cambie Madrid por los desayunos a orillas del mar en Valencia. Miro al mundo desde mi balconcito particular que esta en El mejor lado de la vida, desde donde tengo vistas gourmet, olor a mercado y sabores infinitos. Con buen humor, energía positiva, un pellizco de sarcasmo y 100% de autenticidad le planto cara a la vida.
yo soy muy de tirar… aunque a veces se me va la mano y alguna vez me he arrepentido 😛
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Según mi sabia madre, todo lo que lleves un año o más sin usar a la basura…
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Cómo te entiendo! A mí tb me da esa sensación de paz y limpieza tirar cosas. En casa me temen, Diógenes es lo que tienen
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Tirar libera mucho, es muy terapéutico jejjej
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Uffff. Yo tengo un cuarto de esos. En plan habitación de invitados/trastero/Armario alternativo. Tengo que buscar una solución. Jajajaja. Besotes!!!
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Aceptar el caos u ordenarlo….me da a mi que estos cuartos son de extremos.
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