En un par de meses nos toca votar y hay unos cuantos partidos a elegir, de muy distintos signos. Pero todos coinciden en una cosa. Su líder y cabeza de lista es un señor. Bueno, lo normal. Lo de siempre. No acabo de entender cómo ha sido la cosa, si llevo meses escuchando que vivimos poco menos que en la dictadura del feminazismo.
He leído últimamente que la ultraderecha se ha hecho fuerte, entre otras cosas, porque las mujeres nos hemos pasado de rosca y más que feminismo estamos abanderando un hembrismo que menoscaba la masculinidad del macho ibérico, abocándolo a la extinción como al lince. Está Bertín que no se halla, que ya no sabe si puede seguir ligándose a nuestra madre o si le van a llamar algo feo en Twitter por decirle que no le gusta que a los toros se ponga la minifalda. Que ya no le dejan ni soltar un chascarrillo ni pellizcar una nalga, que así no merece la pena ni vivir, ni ser hombre, ni ser español.
Hay una corriente ahora que victimiza a los varones, que los da por perseguidos y asediados. Puede que algunos estén confusos y unos cuantos se vean perdidos sin saber si tirar de los recursos clásicos del ligoteo les va a venir bien o mal, pero no creo que la sociedad se vaya a la mierda ni que por culpa del feminismo vayamos a dejar de follar. Dudo mucho que los bares estén llenos de inquisidoras acusando de agresión machista a los babosos de siempre. No creo que hayamos evolucionado tanto.
Por desgracia, la realidad sigue jugando en contra de las mujeres, por mucho que se empeñen algunos hombres en su victimismo. Nos siguen matando a nosotras, nos siguen violando, nos siguen maltratando, nos siguen ninguneando en los trabajos, nos siguen dejando fuera de los grandes puestos de responsabilidad profesional y política, nos siguen cargando con toda la logística de la casa y de los hijos, menospreciando esa valiosísima tarea.
Creo que la lucha por la igualdad debe estar sostenida por la independencia y la libertad de la mujer. Por eso, no me gustan esas medidas que nos sitúan en el papel de víctimas, o las propuestas, como esta guía de hombres, para que nos traten con un esmero distinto del que se usaría con un hombre: Todo esto de cruzarse de calle por no andar detrás de una mujer o evitar coger un ascensor en el que vaya una mujer sola. Yo quiero que me traten igual, con el mismo respeto. Si ahora hay mujeres que nos sentimos intimidadas por lo que pueda ocurrir al estar a solas con un tío no se va a solucionar evitándolo, sino tras muchas experiencias en las que no pase nada y dejemos de sentir inquietud en este tipo de situaciones.
Tampoco me gustan las generalizaciones, no tuve problemas en criticar algunas de las consignas que se soltaron cuando a la pobre Laura Luelmo se la cargó un cabronazo asesino. En concreto, hubo una que decía que deseaba que en 2019 todos los chicos volvieran sin acosar, violar, ni matar a ninguna chica. Estoy de acuerdo con la afirmación de que a las mujeres nos matan por serlo, pero eso no significa que los hombres maten por ser hombres. No es una equiparación pertinente. No es sano ni justo colgarle a la mitad de la población el sambenito de violador en potencia. Es obvio que el porcentaje ínfimo de agresores y asesinos no representan a la mayoría, pero habría que preguntarse cuántos de esos malnacidos hacen lo que hacen porque creen que es lo normal siendo tíos y que la culpa es de la víctima por despertar a la bestia. La sociedad lleva mucho tiempo disculpando determinados comportamientos violentos de los hombres como signos de su masculinidad innata como para que ahora se ofendan cuando se les recuerda. Los chicos son así. No, no lo son, y son ellos quienes tienen que demostrarlo y defenderlo. Con hechos y actitudes.
Como soy un espíritu crítico, no siempre coincido con todas las voces que surgen en el feminismo. Ni falta que hace. Es un movimiento plural que une distintas sensibilidades y formas de abordar la lucha por la igualdad, pero todas las feministas tenemos claro que, aunque se haya avanzado mucho, todavía estamos lejos de conseguirla, y desde luego de lo que estamos lejos lejísimos es del desamparo masculino, de la desprotección de los hombres que proclaman algunos apocalípticos. Los hombres no son víctimas de nada, a lo sumo de su propia incomprensión del nuevo mundo que estamos construyendo entre todos. A algunos les costará más que a otros adaptarse, y eso sí, es posible que el macho ibérico no supere el reto evolutivo. Le pondremos en un museo, junto a los dinosaurios.
Creo que fue Luther King quien dijo que ningún grupo privilegiado ha renunciado a sus privilegios voluntariamente. Esos hombres que se sienten tan amenazados por los avances del feminismo temen perder su situación de poder, obviamente. ¡Cómo que se van a sentar mujeres en los consejos de dirección, en las reales academias, en las instituciones! ¡Cómo que tenemos que hacernos la cena y limpiar, si antes se encargaban nuestras esposas! Una jefa y amiga me dijo una vez: «Te sorprenderías de la cantidad de padres que prefieren salir tarde de trabajar para que, al llegar a casa, los niños ya estén bañados y cenados».
Afortunadamente, como bien dices, el espécimen de macho ibérico al que le asoma el pelo de la dehesa está en vías de extinción, aunque no desaparecerá tan rápido como quisiéramos. Aún hay muchos que siguen la «filosofía Fary» de la «mujer pícara» y «el hombre blandengue»: https://youtu.be/M8xfzsjB2jI
En contrapartida, cada vez más hombres se están replanteando el significado de la masculinidad y explorando qué pueden hacer para cambiar comportamientos machistas y desechar esa masculinidad tóxica que tampoco a ellos beneficia. Avanzamos, poquito a poco, pero avanzamos.
(Otro día, por cierto, deberíamos hablar sobre esos machotes acomplejados que se sienten tremendamente agraviados por la «invasión gay», que dicen ellos).
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Muy cierto todo lo que mencionas. Y me ha encantado lo del «pelo de la dehesa» 😛
El hombre blandengue del Fary siempre pertinente, también.
Efectivamente, «la amenaza del lobby LGTBI» da para un par de artículos mínimo.
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Gracias por tu clarividencia Isa!
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De nada 🙂 muaaaaack!
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