El otro día la gente criticaba a Tania Llasera por una publicación suya donde simplemente se mostraba llorando. Me da la sensación que tenemos a la felicidad sobrevalorada, en serio. A mi sin embargo me gusta que la gente se muestre tal y como es, con todas sus facetas. Yo también lloro, hay días que lloro y me reseteo en seguida, me alivia, me libera. Pero también hay días que me invade la angustia, la tristeza, la nostalgia, todo de golpe y ahí lloro y me desbordo y hasta tengo ganas de vomitar parte de mi alma, y no se me pasa después de llorar, es como una gota fría vital.
Me libera mogollón llorar, y me gusta y agradezco que me dejen llorar en paz, que respeten mi espacio, porque es tan importante como las adulaciones a la felicidad. Soy una tía súper positiva, alegre, con elevadas dosis de actitud buen rollera, pero también estoy formada del resto de emociones. Y ahora que hemos avanzado bastante en esto de la educación emocional, deberíamos insistir en que la vida no es #InstaHappy 24horas/7 días a la semana, porque eso es jodidamente agotador, y eso es lo que nos puede llevar a una tristeza extrema, de la que es mucho mas difícil salir.
Existe una especie de fobia a la tristeza, porque cuando vemos a alguien llorar, nos sale instintivo aquello de ¡Ey no llores, no merece la pena! ¿Por qué? La próxima vez prueba a decirle que llore, o simplemente deja llorar en paz, que suele ser la mejor opción.
Tenemos como miedo a llorar, miedo a ver llorar, como si fuera un virus o una enfermedad. Si dejamos de tener miedo a aceptar e integrar todas las emociones que nos forman, igual ahí nos damos cuenta de que la felicidad va mucho más allá de estar alegre, de reír y de mostrarlo en Instagram.
Cuando tengas ganas de llorar, llora ¡coño! Porque sana, libera, equilibra, limpia, resetea, es hasta bueno para el cutis, que eso se lo he oído decir yo a mi madre más de una vez.
Y si alguna temporada ves que lloras y lloras y solo te apetece llorar, puede que algo dentro de ti se haya descompensado, o que estés pasando un duelo, o mil cosas más, y a todos nos pasa alguna vez y es normal, pide ayuda, te ayudan y vuelves a tu ser.
La vida es como la receta de un pastel de chocolate, necesitamos todas las emociones que nos forman para ser, no solo la felicidad, como tampoco lo es sólo el chocolate del pastel.
Os digo una cosa, im-perfectas del mundo, amo mis emociones, TODAS y estoy orgullosa de poder compartirlas, que también libera mogollón.
Olga: Hace no tanto cambie Madrid por los desayunos a orillas del mar en Valencia. Miro al mundo desde mi balconcito particular que esta en El mejor lado de la vida, desde donde tengo vistas gourmet, olor a mercado y sabores infinitos. Con buen humor, energía positiva, un pellizco de sarcasmo y 100% de autenticidad le planto cara a la vida.
Me he sentido algo identificada al leerte.
Yo tambien me considero positiva y alegre, pero aguanto la chapa que me dan por escribir poemas con toques melancólicos.
Y sí, como dices hay veces que uno quiere llorar y sacar todo eso que le quema dentro.
Gracias por hacerme sentir que no soy tan rara.
Un abrazo.
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El llanto es tan terapéutico y necesario como la risa. Sin embargo, he de admitir que yo soy muy llorica y eso no me gusta, porque en según qué ocasiones me hace parecer más débil y vulnerable de lo que realmente soy.
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Justamente comentaba eso hace unas semanas con una amiga. Te llega un mazazo que te rompe por dentro y lo primero es «venga mujer, no te pongas así, es triste, pero qué se le va a hacer, la vida es así». ¡Claro que la vida es así, pero duele, joder, a veces duele mucho, y necesitamos expresarlo, sacarlo fuera! Pues no, parece que solo puedes llorar en tu casa, que nadie te vea esa cara, guarda la compostura. Pues no. La vida tiene momentos buenos y momentos malos. Punto. No apreciaríamos unos si no tuviéramos los otros. Olga, me ha encantado tu post.
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