Somos un país de abrazos y besos que llevan meses sin darse. Carezco de datos científicos pero cuando me asomo a la situación que se ha vivido y aún se vive en España e Italia, con esos días que ahora parecen mentira de novecientos y pico muertos diarios. Un día y otro día y otro sin bajar de ese novecientos trece, novecientos setenta y cinco, novecientos ochenta y tres, siempre pienso que esto nos ha pasado un poco porque somos países de besos y abrazos. Países en los que vemos a los abuelos, hermanos, incluso a veces a los primos casi todas las semanas, o al menos varias veces al mes. Países de comida familiar de domingo con paellas compartidas, de aperitivos largos con familia, amigos, vecinos. Países de estar en la calle y de tocarse mucho.
Por eso el virus encontró en nosotros una chollo para su propagación y para nuestra tragedia. Leo las cifras en otros países, también muy altas en Latinoamerica (países también de abrazos) o anglosajones, y luego pienso en esos países del norte Europa que han salido mejor parados pese a ese frío que les dura meses. Y pienso que quizá pararon más al bicho porque se besan y abrazan menos, se tocan menos, comen en familia menos, o quizá solo logran que los niños vean a sus abuelos en Navidad. Está claro que este era un virus más amable para los descastados y poco cariñosos, para los más bordes.
Estos días he pensado cómo pude contribuir a expandir el desconsuelo las semanas previas a la alarma, con besos, abrazos, encuentros familiares. Qué bicho tan cruel que nos hace responsables de nuestra forma de repartir los afectos. Difícil pensarlo peor. Pero ya quedan atrás esos días de pensamientos oscuros, esas semanas de miedo real por los tuyos, que por suerte se salvaron, de ver a amigos y compañeros llorar a los suyos que partieron ya sin remedio. Difícil entender esa crueldad del destino para un país de abrazos y besos que aún no se dan, o no se dan del todo, o no nos atrevemos aún a darlos.
@Crisgallar, aka Cristina Gallardo Parga lleva bastante más de una década hablando, a cuenta de Europa Press, de lo que pasa a diario en los tribunales visitados antaño por terroristas del norte y a día de hoy por chorizos de la peor calaña. También le gusta juntar letras de vez en cuando sobre temas más pintureros, tener canciones en la cabeza y leer historias que le sorprendan. Enamorada, amiga de sus amigos y maleducada con los monstruos.