El pasado ocho de marzo, como siempre que he podido, fui a la manifestación por los derechos de las mujeres. Incluso cuando estaba muy enferma y devastada por la quimioterapia hace dos años, no falté a mi cita. Soy feminista convencida y el 8M es un día importante para mí por lo que representa. No fui arropada por pancartas de ningún signo, sino que acudí por mi cuenta como siempre he hecho. Con amigos y familia. Me gusta que el feminismo tenga divergencias, que sea diverso en sus formas de acercar la igualdad a las mujeres. Yo misma tengo una visión con ideas variables y llenas de matices como merecen la complejidad de algunos temas especialmente controvertidos, como la regulación de la gestación subrogada, la prostitución o la industria de la pornografía. Por eso, me gusta ir por libre.
No comulgo con la idea de que el feminismo pueda estar asociado a una ideología concreta, creo que es un pensamiento transversal que atañe a todas (y todos, porque evidentemente también afecta a los hombres). No entiendo la obstinación de algunos por situar el feminismo como una vertiente más de los partidos políticos situados en el ala izquierda del escenario nacional. Eso empequeñece el movimiento. Y además no tiene razón de ser. Conozco muchas mujeres de derechas con un pensamiento muy feminista. Puede que alejado de la ortodoxia actual, pero igualmente feminista en su sentido más puro: el de la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres. Esto es algo que hacen tanto desde la izquierda, que a veces hablan del feminismo como si fuera un accesorio más de su atrezzo ideológico y por parte de las derechas, sobre todo las más ultras, que han acuñado el execrable término ‘feminazi‘ y han acabado por asimilar un movimiento centenario, legítimo y tan necesario con una suerte de capricho de unas enloquecidas.
Este 8M de 2020 llegué hasta la glorieta de Atocha en metro, en un vagón atestado de gente en el que compartimos el aire, sudores, y partículas con centenares de personas. Allí había quedado con varios grupos de amigos, mi hermana también estaba por allí con otra pandilla de colegas. Con la información con la que se contaba entonces, había ya cierto resquemor con respecto al coronavirus. Algunos amigos no vinieron por precaución, y nosotros, que íbamos además con niños, decidimos ir toda la marcha por el lateral del Paseo del Prado por donde la aglomeración era bastante llevadera y no resultaba agobiante. Lo cierto es que ninguno de los que estuvieron conmigo o con mi hermana han estado enfermos. Ese super foco de contagio que se le presupone no nos afectó a ninguno. ¿Suerte? ¿Casualidad? ¿o es que efectivamente, como hemos sabido después, las probabilidades de contagio se multiplican en ambientes cerrados?
En cualquier caso, no comprendo la fijación que tiene la oposición al gobierno con el 8M como detonante de la pandemia en nuestro país. Como se ha dicho ya muchas veces, ese mismo fin de semana se hizo vida normal, lo que supone bares, restaurantes y discotecas llenas, centros comerciales hasta arriba, y metros o autobuses atestados… Vamos, que lo del 8M solo fue una de las muchas cosas que supusieron riesgo de contagio. Todo este rollo de que el gobierno no quiso poner freno a la vida y tomar medidas radicales antivirus para poder celebrar el 8M no se sostiene por ningún lado. No había información suficiente entonces como para decretar un estado de alarma, ni datos que lo sustentaran. El Congreso no lo habría aceptado. Pero lo que no tiene ni pies ni cabeza es acusar al gobierno de haberlo hecho a sabiendas. Incluso, poniéndose en el escenario del cinismo más absoluto en el que a los gobernantes no le importasen las vidas de los españoles que tienen a su cargo, es una hipótesis que carece de fundamento. ¿Qué ganaba el gobierno con la celebración del 8M? ¿Qué interés oculto podría haber detrás de esto? ¿Algún pelotazo? ¿Sobres volando por algún lado? No. Solo ciudadanos saliendo a la calle par reivindicar la igualdad de las mujeres. Algo que no es propiedad de este gobierno. Ni de ningún otro.
La instrumentalización del 8M es lamentable y, en mi opinión, va dirigida en doble dirección: debilitar al Gobierno y al movimiento feminista. No sé si conseguirán lo primero, pero en el segundo caso, no se saldrán con la suya.
Yo también confío en que el próximo año podamos salir a manifiestarnos con libertad, tranquilidad y salud.
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Algunos han interpretado el interés del Gobierno en la marcha en una especie de «pago» a Podemos y más particularlmente a la ministra Montero, que se hizo además coincidir con la presentación de una Ley que se realizó a toda prisa (recuerda la polémica con el ministro de Justicia) En todo caso, supongo que la derecha ha utilizado esta marcha a modo de «foto de las Azores» (en tiempos de Aznar) como piedra de toque para atacar al Gobierno. No entro a discutir si había informes que hubieran aconsejado no solo suspender esta manifestación, sino todo tipo de actividades desde días antes del 8 de marzo.. Yo acudí con Efrén, y como estábamos todos esos días, con la mosca detrás de la oreja, me conminó a manifestarme desde la acera de Granv vía, (nos integramos en Callao) y sin entrar en el mogollón de la parte central de la calzada. Conozco a mucha gente que no fue por miedo ya a lo que entonces se conocía por coronavirus, nada de covid-19 ni pandemia aún. Algo flotaba en el ambiente, eso está claro.En todo caso tdo es exagerado respecto al 8-M, las razones políticas de unos y otros, las causas judiciales. Sólo espero que el próximo marzo este horrible asunto haya pasado y podamos manifestarnos más tranquilamente porque la fecha, sin duda alguna, lo sigue mereciendo.
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Muy de acuerdo en tu visión, Cris, y con tu deseo de cara al año que viene.
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