
No hace mucho llegó un momento en nuestra casa que sabíamos que tenía que llegar por parte de nuestra hija: “Soy la única de mi clase que no tiene móvil”. No ha sido ni de lejos un trauma como parecía que iba a ser, tengo que reconocer que durante algunos días me sentí la peor mala madre sobre la faz de la tierra, porque ir a contra corriente por muy convencida que estés no es fácil, pero ha pasado el tiempo y ni tan mal.
Lo que me ha quedado bastante claro es que vivimos en una sociedad totalmente aborregada, donde sí no haces lo mismito que el 99% de la gente eres un bicho raro.
El caso es que me dio por desahogarme en un foro de madres y efectivamente la mayoría me tachó de no entender que la sociedad adolescente está establecida en torno a las minúsculas pantallas de los móviles y que fuera asumiendo que, si la dejaba mucho tiempo sin móvil, a mi hija, sus compañeros la iban a dejar apartada de los planes, cuchicheos, charlas y demás, y la dejarán sola. Lo peor de esto es que a las propias madres les pareciese medio normal, a mí me resulta un comportamiento bastante cercano al bullying sinceramente.
Que yo sepa mi hija habla con sus amigas en el cole, además de destacar que no vive aislada en una cueva en la Alpujarra, ella tiene otros dispositivos con las que estar conectada y al día digitalmente con sus amigas, con su colegio y demás, pero de momento no a costa de un dispositivo que vaya con ella las 24h, creándole una necesidad absolutamente innecesaria con 12 años desde mi punto de vista.
Hemos normalizado el consumo de pantallas de una manera que da miedo, me horroriza ver en restaurantes a familias con los niños enchufados a la pantalla de turno, supongo que para que no den el coñazo en el restaurante y les dejen comer tranquilos ¿Qué tal probar a educarles y dedicarles atención?.
Me gusta que mi hija sea capaz de emplear su tiempo en un millón de cosas más que pasarse la tarde mirando el Tik-Tok o exponiendo su vida a golpe de directo en Instagram, que yo alucino con lo que veo por ahí en niñas y niños de sus edad.
Es verdad que en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir, hemos tenido que tirar más de conexiones digitales, pero por eso me reafirmo en lo importante que es seguir manteniendo el aspecto analógico de la vida, porque es lo que nos mantiene sujetos a la realidad.
Cuando estábamos en las fases de desescalada y empezamos a poder salir a dar un paseo, “I” lo disfrutaba como una loca, encontraba el punto para darle un toque diversión, como sacar a pasear un libro con correa y no, no lo había visto en un Tik Tok, lo encontró gracias a la lectura.
Mi hija es una niña totalmente feliz, sus amigas la siguen queriendo igual, sigue al loro de todos lo chismes, historias y novedades habidas y por haber a todos los niveles. Ya habrá tiempo para tener móvil pero todo en su debido momento, porque por ahora no quiero ver a mi hija esclava de un móvil, cabeza abajo, con ansiedad a ver si el tick de Whatssap está azul o no, hasta nueva orden ¡Larga vida al modo analógico!
Olga: Hace no tanto cambie Madrid por los desayunos a orillas del mar en Valencia. Miro al mundo desde mi balconcito particular que esta en El mejor lado de la vida, desde donde tengo vistas gourmet, olor a mercado y sabores infinitos. Con buen humor, energía positiva, un pellizco de sarcasmo y 100% de autenticidad le planto cara a la vida.
Uy, vas a ver cuando llegue la adolescencia
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