
Este año el cambio de armario conlleva más cambios. No se trata sólo de quitar de en medio los abrigos y sacar las camisetas. Siempre, al guardar los jerséis gordos y la colección de gorros de lana en el altillo tengo una sensación como de año nuevo, de comienzo de ciclo. Pero este año ha habido una sensación añadida, de otro tipo de comienzo. Estamos saliendo de esto, y se nota, se huele en el aire. Al fin.
Vamos a dar por terminadas, es ya inminente, muchas cosas que en los últimos meses se venían convirtiendo en costumbre, como no pensar en nada que poder hacer fuera de la provincia, tener en cuenta una hora para llegar a casa -como adolescentes- o contar el número de personas con las que se quedaba, para buscar parques y sitios abiertos para vernos de lejos.
Aún así, y pese a la sensación de esperanza, no podemos olvidar lo que ha pasado, aunque el ajetreo y la rutina diaria nos empujen a lo contrario. Al iniciar el mes de junio España -y sólo es un país, aunque sea el nuestro-, ha superado los 80.000 muertos por covid. Una barbaridad. Son 80.000 personas en apenas algo más de un año que ya no están, la mayoría mayores, nuestros abuelos. Es una cifra insoportable. Sonrío con ironía al acordarme cuando escuché, al inicio de todo este desastre, que venían “tiempos muy duros” porque la nueva enfermedad podría afectar a miles de nosotros. Es junio de 2021 y esos miles son ya 80.00. Era difícil de creer, y desde entonces todo lo que ha pasado nos parece efectivamente increíble, como si hubiera sido un sueño. Pensar en los días de confinamiento se nos puede hacer raro, pero existieron, y son demasiados los que se quedaron atrás.
Y mientras sigo doblando y subiendo y bajando al altillo me siento agradecida. Cuando escucho esas cifras pienso en los que hemos tenido suerte porque nadie falta en la familia y conservamos el empleo. Nos libramos del tsunami, y ahora toca sacar la ropa clara y arrugada de lo alto del armario con ese convencimiento, con la esperanza puesta en recuperar cosas que ahora sí que están por delante. Hay tantas citas pendientes.
Y todo esto lo pienso mientras doblo pantalones gordos, chándals (cada vez más, bendito teletrabajo), sudaderas, y guardo en bolsas calcetines gordos, medias, bufandas. Y saco los pantalones cortos, las sandalias, los vestidos. Renovarnos por fuera y renovarnos por dentro tras estos meses tan raros.
@Crisgallar, aka Cristina Gallardo Parga lleva bastante más de una década hablando, a cuenta de Europa Press, de lo que pasa a diario en los tribunales visitados antaño por terroristas del norte y a día de hoy por chorizos de la peor calaña. También le gusta juntar letras de vez en cuando sobre temas más pintureros, tener canciones en la cabeza y leer historias que le sorprendan. Enamorada, amiga de sus amigos y maleducada con los monstruos