
Hace ya unos años, se acuñó el término de «ofendiditos» para definir a aquellos que se sentían ultrajados por cualquier comentario políticamente incorrecto, porque regañaban y llamaban al orden a los que hacían chistes sobre minorías sensibles o colectivos tradicionalmente denostados… A mí, que soy amante del humor negro, la verdad es que no me hizo mucha gracia en su momento que se le sacase punta a todo, que se pusiera de moda ver ataques por doquier especialmente en el terreno de la comedia, donde se practican mucho la ironía y, su vertiente más destroyer, el sarcasmo. En ese sentido, me molestaba (y me molesta) cierta tendencia a la literalidad, a quedarse con las frases desnudas sin entrever la crítica soterrada o los dobles sentidos. Hubo un momento en el que hasta vi peligrar la sátira, con humoristas y cómicos denunciados y con amenazas de cárcel.
De toda esta observación crítica, de esta búsqueda de la ofensa, lo que siempre me ha parecido demencial es poner en tela de juicio la intencionalidad ética de las ficciones (ya sea en la literatura, en el cine o en la música). Por ahí no paso. Ahora tampoco. Eso sí, toda la controversia entre ofendidos y ofensores me ha hecho replantearme algunas cosas. Los tiempos cambian, y sobre todo, cambia la sociedad. Hasta nosotros mismos cambiamos, a veces sin darnos cuenta. Y así, algunos temas que antes ni me llamaban la atención, ahora me incomodan. Hablo, por supuesto, de revisitar (ese verbo que está ahora tan de moda) películas, libros o canciones que se escribieron «en mis tiempos», es decir, que consumí en su época de lanzamiento y que por supuesto reflejaban la realidad de entonces. Y que ahora… ñññe… dan hasta un poco de vergüencilla (ajena y propia). Me pasó con Verano Azul (aunque ahí me remontaba a una época anterior a la mía) y me ha pasado más recientemente con Historias del Kronen (la peli, el libro tendría que releerlo). Qué sensación ver a todos esos personajes hacer las cosas que se hacían cuando yo tenía su edad. Mirarlo y pensar: eso yo lo he vivido o lo visto, y no poder evitar el bochorno. Ese machismo tan extendido que ni se percibía, esa homofobia tan brutal que es perfectamente comprensible que ninguno de mis amigos gays salieran del armario entonces.
Y entonces lo ves. Ves lo que quieren decir los «ofendiditos», aunque no compartas el furor ni la exacerbación con que disparan a todo. Precisamente que existan esas ficciones que reflejen determinadas realidades te hace verlas. Son, por tanto, absolutamente necesarias tal cual están. Sin filtros ni modificaciones para edulcorarlas (¡solo faltaba!) Y por supuesto, ni la película ni el libro (ni este en concreto ni ninguno) son machistas o homófobos. Lo son los personajes o las situaciones que aparecen.
Lo que vengo observando de un tiempo a esta parte es que empiezan a aflorar los «ofendiditos» del otro lado, los del mainstream. Son estos que saltan a defenderse del ataque inexistente, del peligro que no es tal. Son los que por el mero hecho de que haya quién se reafirme en su diferencia y porque ahora (por fin) haya medios hablando con «normalidad» de los diferentes, las minorías, aquellos que se salen del carril establecido como «normal» se ponen a la defensiva. Hablo de estos que se sienten menospreciados por ser heterosexuales, cisgénero, monógamos, blancos, creyentes, occidentales, etc. Arremeten con artículos clickbait para contestar a los que han empezado a poner el foco y a iluminar a los que hasta ahora se veían obligados a vivir en la umbría clandestinidad. «Ahora va a resultar que los raros somos nosotros» o «parece que si eres monógamo eres imbécil», se quejan. » ¿Y qué pasa si nunca has dudado de tu orientación sexual?» Pues nada, claro. No pasa nada.
Estos, para los que de pronto resulta inquietante comprobar que hay gente que vive y es de otra manera, no es ni siquiera que sientan atacados sus privilegios, es que seguramente no eran ni conscientes de tenerlos. Estos, que en su desasosiego se revuelven al ver que la diferencia existe, no se dan cuenta de que siguen siendo la mayoría, de que son más, de que no están en peligro (que no se preocupen, gensanta). Estos de los que hablo son los nuevos «ofendiditos». Y a mí me dan bastante más miedo que los otros.
Quise decir vuelvo
a ser yo .
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Y otra cosa , que hacemos
con el regueton?, se habla
mucho del cine x , que las
violaciones grupales son
las consecuencias de que
los menores vean esta
clase de cine, y el regueton.
con sus letras denigrantes
hacia las mujeres que? ,
aunque yo digo que esta
musica es una grandisima
mierda , denigre , o no .
Vulelvo a ser yo, Orlando.
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Reggaeton caca 😅🤣
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Por cierto , soy.
Orlando.
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¡Bienvenido Orlando!
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Thank you so much
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El problema es que,
a mi manera de ver ,
esto ha cambiado de
lado, antes era la
iglesia , y grupos
cercanos a los
peperos (Vox
llega tarde),
ahora son sus
en teoria contrarios,
ahora no digas tia
buena, ahora , a
vueltas con el lenguaje
inclusivo, al que yo llamo
impuesto, se termino
eso de hacer chistes
de mariquitas, y el colmo
de este delirio, es que
han cambiado parte de
la letra de la cancion que
creo , era de los payasos
de la tele , la de la niña que
no pudo ir a jugar , y
sospecho, que como esto
esta impulsado por el gobierno,
junto al resto de tonterias y
traiciones a los españoles,
les va a costar los votos
el dia que lleguen las
elecciones .
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El que quiere hacer chistes de mariquitas los hace, nadie se lo prohíbe… La cosa está en que ya no hacen gracia, que a la gente ( y no solo a los gays) les incomoda.
Lo de la canción de los payasos no lo sabía, pero está claro que está bastante pasada de moda. ¡Por suerte!
No creo que el gobierno tenga mucho que ver en esto, aparte de apuntarse a la corriente… Ni tampoco que esto le vaya a quitar votos.
De todas formas, a mí los que me llaman la atención son los que se ofenden ahora sin tener ningún motivo, solo porque quieren poder seguir siendo machistas y homófobos sin que nadie les afee la conducta, y y no pueden. Progreso, lo llaman. Y tiene estas cosas.
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