El trabajo de tus sueños

Septiembre, otra vez. Nuevo curso, vuelta al cole, regreso al curro, a las rutinas, a la rueda de hámster de trabajar -quehaceres domésticos y familiares – dormir – trabajar – quehaceres domésticos y familiares – dormir… y así día tras día. ¿Y vivir para cuándo? ¿y soñar?

Entre las muchas falacias de las que vivimos rodeados los humanos del siglo XXI está la sublimación de la productividad y de la profesionalidad. Este rollo que nos han metido en la cabeza de ser un gran profesional como objetivo número uno en la vida nos influye mucho más de lo que os imagináis. Es un invento relativamente reciente. La generación de mis padres, nacidos en los 50, asumían el trabajo como una mera fuente de ingresos. No tenían mayor ambición profesional que la de conseguir mejores condiciones salariales y laborales con las promociones que fueran logrando. Por supuesto, había excepciones, hablo en términos generales.

Pero a lo largo de la última mitad del siglo pasado, se empezó a popularizar la idea del profesional como figura fundamental, como el ejemplo a seguir. La romantización de distintas profesiones vino avalada por la cultura cinematográfica y televisiva norteamericana, que tantos clichés deleznables ha exportado. Es cierto que siempre ha habido literatura y cine sobre aventureros implacables y sujetos de vocación inquebrantable. Lo habitual es que sus historias fueran de detectives solitarios, bravos soldados o médicos abnegados que en ocasiones sufrían los sinsabores de una vida dedicada a una profesión llevada al extremo. Pero de repente se puso de moda mostrar a sujetos en nómina de una corporación o una empresa dejándose «la piel en el pellejo» (como decían los Gomaespuma) en una rara concepción del deber profesional por encima de la propia salud, e incluso de la vida. La profesión no como medio de conseguir la felicidad, sino como fin.

Recuerdo muy bien la turra que nos daban de pequeños con aquello de «¿qué vas a ser de mayor?» como si lo más importante en la infancia fuera decidir la profesión a la que te dedicarías de adulto. Porque uno es lo que es en función de su trabajo. Por eso, decimos «soy» periodista, o médico, o policía, o maestro, o ingeniero de caminos, o pianista, o domador de leones… y no «trabajo de». Nos inculcaron desde canijos que la profesión marcaría nuestro carácter, nuestra trayectoria vital e incluso nuestra felicidad. Qué presión. Luego nos metieron en la sesera que la dedicación profesional ha de ser total. No hay medias tintas. Si «eres» abogado has de serlo siempre, estés trabajando o no. Es el trabajo mutado en condición personal. El oficio como característica intrínseca, como el color de pelo, la estatura o el timbre de voz. Ser tibio en la decisión o cambiar de parecer, le deja a uno en el incómodo limbo de los parias «sin oficio ni beneficio».

Todos los que hemos mamado esa doctrina, nos esforzamos en elegir profesión y nos afanamos en buscar el trabajo perfecto, como fuente de satisfacción y no de financiación. Hemos llegado al ridículo escenario en el que algunos no solo no consideran la necesidad de obtener y reclamar una contraprestación económica justa por los servicios prestados, sino que han llegado a pagar por trabajar. De locos. Así pasa, que en el reparto horario del día a día, el trabajo acaba llevándose la mayor parte. Con una jornada laboral de 10h a 19h, por poner un ejemplo bastante común, ya me diréis qué queda para el resto de cosas. Migajas.

Podría echarme flores y deciros que hace tiempo que yo ya me caí del guindo, y que me di cuenta de que el trabajo es solo una forma de ganarse la vida (qué expresión más certera), y que lo ideal es hacerlo en las mejores condiciones físicas, emocionales e intelectuales. Que lo de la profesión no es más que decirse «ya que voy a tener que trabajar y a dedicarle como mínimo 8 de las 24 horas del día, mejor hacerlo en algo que no me disguste». Pero la verdad es que no es así, que aún hay veces en las que fantaseo con ser una triunfadora en lo mío, como si eso fuera a hacerme feliz. Vamos poco a poco. Eso sí, que nadie intente colarme lo del trabajo de mis sueños, porque mis sueños (como los de todo el mundo) están fuera del horario laboral.


Una respuesta a “El trabajo de tus sueños

  1. ¡Que buen artículo Isa! Podemos también añadir los eventos profesionales de corte informal que se desarrollan fuera del horario. Nos vamos de cañas, ¡¡a currar!!

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