Seguí avanzando despacio hacia la orilla, que parecía alejarse de mí. Volví la cabeza, la otra orilla quedaba más lejos aún pero todavía se escuchaban nítidos y potentes los ladridos de los perros salvajes. La corriente había arrastrado al más intrépido y, afortunadamente, los demás habían decidido no seguirle.
Me dolían los brazos de llevarlos en alto, sujetando mi mochila sobre la cabeza, cuando divisé una figura humana a lo lejos. «¡Socorro!» grité con energía. Pero las sílabas se quedaron dentro arañándome la garganta y de mi boca no brotó ningún sonido. «¡Eh! ¡¡Ayuda!!» -volví a intentar en vano, mientras me bamboleaba intentando llamar la atención de aquella sombra.
Aún no sé cómo, conseguí alcanzar la tierra. Tiritaba. Febril y exhausta, arrojé la mochila sobre la hierba y me dejé caer encima. Intenté captar los tenues rayos de sol que aún quedaban para recobrar la temperatura corporal. Debí quedarme dormida y al despertar, la cabeza me martilleaba como en una resaca antológica y el cuerpo me ardía. Me levanté y comencé a caminar con las zapatillas rígidas por el fango reseco.
Noté movimiento entre los árboles. Me pareció ver otra vez la silueta que había visto desde el río. Aceleré el paso y grité «¡Eh, hola, espera!». Ahora sí se escuchó. Parecía una chica, el pelo liso castaño sobre los hombros, vaqueros, camiseta… Huía. «Espera, por favor, no sé dónde estoy». Se detuvo, de espaldas a mí y dejó que me acercara. Tenía mi estatura. Le toqué el hombro y se volvió mostrándome su rostro, el mío, aterrorizado al reconocerse en mí. Gritamos. Pero esta vez nadie, salvo nosotras mismas, nos pudo escuchar.
Muchas gracias, my friend 🙂
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Muy bien escrito, amiga… Un besazo
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Gracias Chelo 🙂
A veces los sueños nos devuelven imágenes más reales que la propia vida…
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Muy realista Isa! Me encanta como escribes guapa!
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Gracias por comentar, guapísima… y siento el mal rato…
Voy a hacer una serie de cuentos angustiosos, que veo que es lo mío; )
Muack!!
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Ay, qué angustia me ha dado este relato… Un besote!!
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