En nombre de la sororidad (por Isa)

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No suelo decir lo de que «me gusta ser mujer», porque me suena a anuncio de compresas, pero lo cierto es que sí, que me gusta. A pesar de todo. A pesar de que contamos con desventajas biológicas evidentes como el coñazo de la menstruación, que en la mayor parte de los casos supone como mínimo una molestia mensual y un desembolso económico extra, o el tema de la fuerza física que nos deja en inferioridad de condiciones en no pocas ocasiones…

Además de esto, están todos los obstáculos sociales con los que tenemos que lidiar las mujeres por obra y gracia del heteropatriarcado opresor que nos subyuga desde el principio de los tiempos: el menosprecio intelectual, la brecha salarial, la asunción de responsabilidades familiares en exclusiva, la belleza como exigencia, el recato sexual como condición, la maternidad como obligación… Son tantas cosas que es imposible enumerarlas todas.

Y aún así, ser mujer conlleva algunas cosas maravillosas que probablemente nazcan de esas diferencias que tenemos con los hombres cuando no son vistas como desventajas. Biológicamente, poder ser madre es un regalo alucinante. Encontrar las cosas a la primera en un armario y saber distinguir colores más allá de la caja básica de 10 lápices alpino también mola. Luego hay características que son fruto del entrenamiento al que somos sometidas por ese injusto trato social que llevamos recibiendo desde hace siglos, como la capacidad de hacer varias cosas a la vez sin que se nos despeine el pelazo.

Disfruto mucho de la compañía de mujeres, habitualmente siento que nos movemos en el mismo código, que hablamos el mismo idioma, puedo compartir con ellas preocupaciones que nos son comunes y eso de alguna forma nos hermana. Aunque los hombres que forman parte de mi círculo más íntimo son tan valiosos como las mujeres, la realidad es que ellas son más. Hay un hilo invisible que nos conecta de alguna manera, que nos une en la desigualdad y en la injusticia que aún sufrimos. Eso es lo que yo entiendo por sororidad, un término que la RAE (ay, la RAE) considera un anglicismo (de sorority) y sobre el que no está muy claro que significa.

Debe de ser por eso, que en nombre de la sororidad hay quién reclama -ya sabéis que en las redes sociales hay de todo- que las mujeres tomen parte por otras mujeres así a lo loco y sin que claramente sea la susodicha la portadora evidente de la verdad o la razón. Así pasa, que no se hace criba, y un movimiento como el #yosítecreo que nace de casos tan mediáticos como el de Juana Rivas, acaban extrapolándose a otros en los que la implicación de la mujer en el caso es turbia o no queda demasiado clara. Hay que tener cuidado con estas cosas, que pueden acabar en descrédito para aquellas que se posicionan de parte de alguien que luego resulta ser culpable.

Y es que las mujeres no somos santas, ni inmaculadas, ni blancas azucenas. Somos como ellos. Iguales. Ni mejores ni peores. Algunas mienten, roban, matan y consuman sin pudor los siete pecados capitales y los peores crímenes. Y con las que lo hacen no me sale a mí la sororidad, la verdad, como no se me despierta con Cristina Cimientes ni con otras pájaras de ese pelaje, por muy mujer que sea.

 


9 respuestas a “En nombre de la sororidad (por Isa)

  1. Solo tengo un amigo íntimo hombre. Y hetero, con lo que en algunas cuestiones me ayuda mucho. El grueso de las opiniones que busco con ahínco, en cualquier caso, son femeninas. Por solidarias y tolerantes, porque sobre todo en cuestiones sentimentales han entendido mis decisiones, mis impulsos, mis virajes sin juzgar y me leen mejor que yo misma.
    En el trabajo me he llevado y me llevo bien con ellos y ellas, no hago distinciones, la verdad.
    Sororidad no acaba de gustarme, pero únicamente a nivel fonético.

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  2. Estoy de acuerdo contigo. Hay muchos factores que hermanan a las mujeres y obstáculos que sólo podremos derribar luchando todas juntas. Me sorprende cuando escucho a algunas mujeres ciertos comentarios como si problemas como los que mencionas (brecha salarial, desigualdad en el reparto de tareas domésticas…) no fueran con ellas.

    Eso no implica, por supuesto, que por fuerza estemos de acuerdo y/o automáticamente a favor de todas las mujeres sin tener en cuenta el contexto o las circunstancias particulares, como las «pájaras» de las que hablas.

    Sobre una mayor sintonía con mujeres, tengo que decir que aun prefiriendo los ambientes mixtos (en el trabajo y en la amistad), siempre me he sentido a gusto trabajando en entornos femeninos y nunca he entendido eso de «las mujeres son las peores enemigas de las otras mujeres». Cuando he tenido problemas serios en el trabajo, ha sido siempre con jefes hombres. ¿Casualidad?

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    1. Me irritan mucho las mujeres que lo han tenido fácil o no han tenido obstáculos en la vida (o que no los ven) -que haberlas, haylas- y no son capaces de ponerse en la piel de las que no han tenido esa suerte, que son la mayoría. Está claro que la solidaridad no es algo que tengan interiorizado. La lucha feminista va precisamente de eso, de unir fuerzas para que ninguna mujer esté en condiciones de desigualdad, aunque hay gente que no se entera. Lo mismo que no me gusta que las voces «autorizadas» pretendan mermar mi capacidad de tener opinión propia sobre la prostitución o sobre la gestación subrogada -temas escabrosos donde los haya-, me toca las narices que las que están en posiciones favorables o privilegiadas no sean capaces de echar una mano al resto.

      Creo que sobre este tema de la sororidad -que es un palabro que ahora esta muy de moda-, hay que ser cuidadosas y no dejar que se confundan las churras con las merinas ensuciando el término o el movimiento por la igualdad. Ya he visto asociarlo al apoyo incondicional a alguna por el simple hecho de ser mujer. Y eso no.

      Respecto a lo que comentas de trabajar con hombres y mujeres, me da que ha sido casualidad… yo, al menos, he tenido experiencias de todo tipo, así que no puedo decir que me guste más trabajar con unaso con otros… Cada persona es un mundo. Pero sí, yo tampoco entiendo eso de que «las mujeres son las peores enemigas de las mujeres», parece una sentencia acuñada por un machista de libro 😉

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  3. Es cierto que entre mujeres muchas veces tendemos a entendernos mejor, si bien a menudo me gusta contar con una opinión masculina, que a veces ven las cosas desde otra óptica y puede venir muy bien.
    Eso sí, jamás diré que sororidad es un nombre bonito. Me niego a usar ese palabro. Jajajaja. Besotes!!!

    P.S. Yo creo que, si bien se usa en las fraternidades universitarias americanas, el origen debe ser francés, por aquello de soeur=hermana. Divagues míos…

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    1. Yo también suelo contar con la opinión de algún hombre, muy valiosa, la verdad.
      Sororidad es un vocablo bastante feurrio, sí. Era ironía… pero, como veo que no queda claro, voy a cambiar el título 😉 Yo también creo que viene del latín. Por eso las hermanas monjas son sor 😉
      ¡Un besazo, guapísima!

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